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Civilizaciones desaparecidas

¿Por qué algunas civilizaciones prevalecen y otras desaparecen?

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  la Crónica de Hoy  ||  jueves 10 de septiembre 2015

Llegados a todos los rincones habitables del planeta, luego de una caminata que nos tomó alrededor de 60 mil años (ver Glocalfilia del 27 de agosto 2015), Homo sapiens sapiens se encontró con un gran cambio climático que lo colocó en periodo interglaciar a partir de hace 12 mil años. Se inició entonces el Holoceno, cuyas condiciones planetarias nos permitieron iniciar la aventura agrícola.

La agricultura posibilitó incrementar nuestras poblaciones. Las más exitosas fundaron las primeras ciudades. La civilización humana emergió. La Historia inició. Pero todas las civilizaciones, tarde o temprano, desaparecieron. Sabemos de ellas por las ruinas y vestigios de monumentos del pasado que quedan como sus testimonios. Civilizaciones desaparecidas por grandes catástrofes naturales o cataclismos históricos.

¿Por qué? Muchos autores han analizado esta cuestión, que en nuestros días resulta de especial interés dado el cambio global antropogénico en curso, producido por nuestra transgresión de umbrales de procesos de la biosfera a escala planetaria.

Jared Diamond, en su magnífica obra «Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen», nos ayuda a responder esta interrogante, quien analiza diversos casos de civilizaciones desaparecidas. Entre otras, los mayas, sedientos de sacrificios humanos y atrapados en un cambio climático menor rodeados de vecinos hostiles; o la Groenlandia de los noruegos, donde éstos se empecinaron en criar vacas. Todos los casos son ilustrativos, pero el de la Isla de Pascua resulta especialmente ejemplar (en negativo) y preocupante.

Diamond identifica cinco factores que explican la permanencia o desaparición de civilizaciones:

1º estado del capital natural;
2º variabilidad climática;
3º presencia de vecinos hostiles;
4º presencia de vecinos amigables; y,
5º resiliencia de la sociedad para cambiar (capacidad de respuesta y adaptación).

Rapa-Nui-Guardians-Easter-Island-Ahu-Tonhariki-Site-Chile

Bajo esta perspectiva, el caso de la Isla de Pascua (Rapa Nui, isla grande) demuestra el peso del quinto elemento, quizás el definitorio para prevalecer o desaparecer. Debido a su aislamiento geográfico, no fue por presencia de vecinos hostiles o ausencia de vecinos amistosos que se extinguieron, tampoco por algún importante cambio climático en esa época, sino por su incapacidad para modificar hábitos culturales que los condujeron a agotar su capital natural. Los rapanuis levantaban grandes figuras de piedra (parecidas a tótems) para lo cual requerían árboles; con ellos podían (rodando) trasladar grandes monolitos y con fuego esculpirlos. Poco a poco deforestaron su isla y paulatinamente, pescadores, se quedaron sin embarcaciones. El hambre condujo a pérdida de gobernanza, guerras y, finalmente, a la desaparición de la sociedad. Cuando Jacob Roggeveen la descubrió el día de «Pascua de resurrección» (5 de abril 1722), encontró una población diezmada y desnutrida practicante del canibalismo para sobrevivir.

Durante los últimos doscientos años, a partir de la revolución industrial, hemos construido un cultura de riesgo mundial pues nos encontramos en tiempos en que la pérdida de capital natural es inmensa y global; hemos transgredido umbrales planetarios (ver Glocalfilia del 30 de julio 2015) que mantuvieron las condiciones del Holocenodurante los últimos diez mil años (el cambio climático es sólo una de las consecuencias); y ya somos muchos (casi 7 mil 300 millones) y seremos más (circa 9 mil 500 millones en 2050).

La globalización ha hecho que el mundo se vuelva pequeño. El planeta es nuestra «isla grande». Podemos ser vecinos hostiles o vecinos amigables. Podemos continuar eliminando la cobertura vegetal primaria (sólo nos queda circael 40% de la original) y agotando y contaminando los recursos océanicos, o empezar a comportarnos dentro de los límites que impone la biosfera. Podemos agotar los bienes terrenales de nuestraRapa Nui global y continuar en línea de choque contra la naturaleza y nosotros mismos, o preservar los recursos naturales y empezar a restaurar lo destruido. Podemos profundizar la desigualdad o construir mecanismos que eviten que la riqueza se distribuya injustamente; podemos erradicar la pobreza…

Nos encontramos pues en una disyuntiva civilizatoria: mantener la inercia de una cultura de uso y ocupación de los bienes terrenales y de relaciones económicas y sociales que nos conducen a colapsos regionales y, luego, el riesgo global —por falta de agua, alimentos y energía (escenarios «Mad Max»)—; o bien, modificar, desde lo local y desde lo multilateral, las bases de una civilización cuyos hábitos de consumo y producción son insostenibles y nos conducen a un colapso global.

Porque un «colapso» en el siglo XXI será global y afectará a todas las sociedades del planeta. El cambio climático constituye el mayor riesgo a la vista…

glocalfilia@aol.com

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