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Vulnerabilidad y resiliencia

Vulnerabilidad y resiliencia ante el cambio climático

GLOCALFILIA  ||  La Crónica de Hoy  || 30 de junio 2016

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Una de las metas no cumplidas del Programa Especial de Cambio Climático (PECC) 2008 – 2012, fue la relativa a que todas las Secretarías involucradas en la Comisión Intersecretarial de Cambio Climático (CICC) debían, antes de concluir el sexenio, presentar sus respectivos diagnósticos de vulnerabilidad sectorial ante el cambio climático, en el horizonte 2030 – 2050, a fin de integrar un primer Atlas nacional de vulnerabilidad ante los impactos adversos del cambio climático. Ninguna tuvo capacidad de hacerlo, incluida la Semarnat.

Excepto el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA), que en 2010 publicó el primer «Atlas de vulnerabilidad hídrica en México ante el cambio climático», obra de referencia poco conocida. Ahora, el martes 28 de junio 2016, el director del IMTA, Ing. Mario López Pérez, presentó la puesta al día de este Atlas, que actualiza el «Índice de Vulnerabilidad Social» (IVS) y presenta diagnósticos de la vulnerabilidad en las diversas entidades federativas y cuencas hidrológicas del país. El Atlas constituye una herramienta estratégica para orientar y alimentar con criterios de largo plazo las políticas públicas sectoriales, considerando la adaptación ante los impactos adversos previsibles del cambio climático. Único en su género en México, puede consultarse en: www.imta.gob.mx/biblioteca/libros_html/atlas-2016/files/assets/basic-html/page1.html

La vulnerabilidad social tiene que ver con factores históricos, demográficos y socioeconómicos, que incrementan o atenúan la exposición a riesgos de poblaciones locales y regionales. Es decir, el índice de vulnerabilidad social permite identificar quiénes se encuentran más expuestos a riesgos, de diverso tipo.

El IVS permite identificar el grado de vulnerabilidad social en cada uno de los 2 mil 456 municipios del país. Si los tomadores de decisiones utilizaran esta herramienta, podrían identificar las necesidades prioritarias de adaptación en las zonas más vulnerables e implementar políticas públicas estratégicas para construir capacidades de resiliencia.

Lo anterior teniendo en cuenta que la vulnerabilidad es un constructo social específico de cada sociedad, un resultado histórico de la forma específica en que se ocupa el territorio y en que se usan y utilizan los recursos naturales. Ahí donde se asientan poblaciones e infraestructuras en sitios expuestos a riesgos de fenómenos naturales extremos (inundaciones, meteorológicos, sísmicos, volcánicos, etc.), tarde o temprano sobrevienen las catástrofes. Allá donde se expolian recursos forestales y erosionan suelos, habrá inundaciones y sequías; donde se exterminan manglares habrá menos pesca y mayores impactos por huracanes; etc. Dicho en términos coloquiales, para qué te pones donde ya sabes que la vida te va a golpear…

Para adaptarnos ante los impactos adversos previsibles del cambio climático es necesario revertir la vulnerabilidad, es decir, iniciar el desarrollo de nuevos constructos sociales que, en lugar de incrementar la exposición de los sistemas humanos ante riesgos mayores, disminuyan y finalmente minimicen esta exposición a riesgos (ya que la exposición a cero riesgos no existe). Esto implica ajustar todas las políticas sectoriales en función de estas nuevas prioridades estratégicas. Intentar, en serio, desarrollar capacidades de resiliencia.

Resiliencia es un concepto adoptado de la ingeniería, que indica la capacidad de un material para recuperar su estructura original después de sufrir algún tipo de impacto disruptivo. Se aplica en psicología para indicar la capacidad de un individuo de recuperar su estado de normalidad, luego de algún impacto adverso. En ciencias ambientales se ha adoptado para indicar la capacidad de los sistemas socio – ecológicos de regresar a un estado de normalidad luego de recibir impactos adversos, como los previsibles por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la desertificación. ¿Seremos capaces, los seres humanos, de construir capacidades de resiliencia ante los impactos adversos de la crisis ambiental global que hemos causado? La moneda está en el aire. Por lo pronto, en México, gracias al IMTA, contamos con un primer Atlas nacional de vulnerabilidad ante el cambio climático.

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