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Agua y recursos hídricos

H2O: la frontera hídrica

GLOCALFILIA  ||  La Crónica de Hoy  ||  2 de febrero 2017

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António Guterres, quien fuera primer ministro de Portugal y Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (UNHCR) es, desde el 1º de enero 2017, el nuevo y noveno Secretario de las Naciones Unidas. Como UNHCR encabezó una de los mayores esfuerzos humanitarios del mundo; al terminar su mandato contaba con más de diez mil personas trabajando en 126 países para proteger y asistir a 60 millones de refugiados, desplazados o despatriados. Llevó a cabo una profunda reforma organizativa, reduciendo staff y costos administrativos en la sede de las oficinas del HNHCR, en Ginebra, Suiza, ampliando la capacidad de respuesta ante emergencias humanitarias, durante una época de crisis de desplazamientos como no se veía desde la Segunda Guerra Mundial.

Se trata pues, de un personaje especializado en causas humanitarias, en una época en que las ideas relativas a la paz y al conflicto se nutren cada vez más de la importancia de los recursos naturales renovables y la equidad en el acceso a ellos. Además del acceso a la atmósfera como vertedero de gases de efecto invernadero (cambio climático) y el acceso a los servicios ambientales de los ecosistemas (biodiversidad), indispensables para el desarrollo, el acceso al agua se configura como uno de los temas centrales para la paz y la seguridad.

Desde hace más de veinte años que Kofi Annan y luego Ban Ki-moon concentran esfuerzos de la ONU en estas prioridades. Ahora, António Guterres llega pintadito y muy ad hoc a la Secretaría General para continuar fortaleciendo este punto de agenda, especialmente para configurar un frente de defensa global ante la llegada de un megapatán como Donald Trump (y su compadre, Stephen Bannon, como jefe de estrategia) al frente de los Estados Unidos.

Y es que durante los últimos años se han configurado situaciones en las que el agua constituye un factor central en conflicto y amenaza para la paz. Por ejemplo, el Daesh (o estado islámico, ISIS) capturó presas sobre los ríos Tigris y Éufrates y, aunque perdió el control de ellas, mientras las mantuvo en su poder inundó poblaciones o las dejó secas, a fin que se rindieran. Y ya desde antes, presas construidas en Turquía, aguas arriba donde nacen estos dos ríos, han provocado problemas con Irak e Irán. Y si sucediera que el río Chagres, que alimenta el canal de Panamá, cayera bajo fuerzas rebeldes en algún periodo de crisis en América Central, quedaría inutilizable el sitio por donde transita el 50% del comercio entre Asia y América y afectaría el comercio mundial.

Además de ser utilizada como fuente energía cinética en centrales hidroeléctricas y para el abastecimiento a ciudades —ya el 54% de la población mundial habita en ellas—, la mayor importancia del agua es para la producción de alimentos. Sin agua no hay alimentos. Casi el 80% del agua dulce disponible en el mundo se utiliza para la producción agrícola. Junto con suelos productivos y polinizadores (biodiversidad) y energía (actualmente alta en carbono = cambio climático), el agua constituye un trinomio inseparable que permitirá, o no, seguridad alimentaria en el futuro previsible. Si ya mil millones de seres humanos sufre hambre todos los días (uno de cada siete habitantes en el planeta) y esperamos 2 mil 500 millones más de habitantes para mediados de siglo XXI, la capacidad de producir alimentos dependerá de la capacidad humana para modificar patrones insostenibles de producción agrícola, preservar la biodiversidad, mitigar el calentamiento global y prevenir y evitar conflictos que intensifiquen la pérdida o reducción drástica de disponibilidad de agua.

La Cruz Roja internacional negocia acceso seguro de sus técnicos a acueductos y depósitos de agua en zonas bajo gran estrés hídrico (como Irak, Siria o Ucrania). Pero se requiere que las grandes potencias negocien armisticios temporales que permitan reparar y restaurar sistemas hídricos indispensables. Quizás el Consejo de Seguridad de la ONU debiera declarar al agua como un recurso estratégico para la humanidad, tanto como en su Resolución 2286 para la protección de establecimientos médicos en zonas de conflicto armado.

Asimismo, los países que comparten sistemas fluviales debieran establecer, o fortalecer, acuerdos regionales para la protección de sus recursos hídricos compartidos, entendiendo que la gestión conjunta, bilateral o multilateral si es el caso, es el mejor seguro para preservar la disponibilidad del agua y así convertirla en un instrumento de paz y cooperación, no de conflicto (lo que pudiera sucedernos con los EEUU en estas épocas trumpistas). La disponibilidad de agua dulce es la otra frontera física para el desarrollo humano posible.

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