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Acuerdo de París, ¿es posible cumplirlo?

¿Cumpliremos el Acuerdo de París?

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GLOCALFILIA  ||  La Crónica de Hoy  ||  5 de mayo 2016

La magia de la diplomacia francesa y un momentum internacional apropiado para grandes decisiones lograron, en diciembre 2015, el muy ambicioso y esperanzador «Acuerdo de París», con la aspiración explícita de evitar que el calentamiento global rebase +2º Celsius en el curso de este siglo XXI. Los diplomáticos hicieron su trabajo. ¿Harán su trabajo los poderes ejecutivos y legislativos, así como las grandes corporaciones, de los países signatarios?

Porque el viernes 22 de abril, representantes de gobiernos de 171 países se reunieron en la sede de las Naciones Unidas para confirmar su compromiso por cumplir este objetivo global. Pero nada indica que será posible lograrlo en tiempo y forma. Las CPND (Contribuciones Previstas Nacionalmente Determinadas; o INDC por sus siglas en inglés: http://unfccc.int/focus/indc_portal/items/9240.php) presentadas hasta la fecha por los países indican que, sí, pueden lograr una reducción de más o menos 6 por ciento, hacia 2030, respecto del crecimiento tendencial de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), pero muy por debajo del 27 por ciento necesario para evitar un calentamiento superior a los +2ºC; y más aún del 60 por ciento de reducción necesario para evitar +1.5ºC: http://unfccc.int/files/focus/indc_portal/image/jpeg/fig2exec_syr_update_v27apr2016_905_withlegend.jpg).

El desafío central (si dejamos de lado la avaricia humana y la colosal inercia de los intereses petroleros que dominan al mundo) consiste en lograr una migración global, en menos de tres décadas, a fuentes renovables de energía y bajas o nulas en carbono. Es decir, el «Acuerdo de París» no podrá lograrse si no dejamos los combustibles fósiles bajo tierra y prescindimos de ellos en el corto plazo. El desafío es inmenso, pues actualmente el 80 por ciento de la energía utilizada por la civilización Homo sapiens proviene de los combustibles fósiles.

Coincidiendo con el análisis de Jeffrey D. Sachs (www.project-syndicate.org/print/clean-energy-implementation-politics-by-jeffrey-d-sachs-2016-04/spanish), las políticas usuales impiden resolver el problema, al menos por cuatro grandes razones. Primero porque el sistema energético está constituido por partes interconectadas e interdependientes entre sí: plantas generadoras, ductos, transporte oceánico, líneas de transmisión, presas, ferrocarriles, autopistas, transporte urbano, inmuebles, equipamiento electrodoméstico, etcétera. Un complejo conjunto de infraestructuras, equipos y mecanismos que funcionan como un todo y que no puede cambiarse poco a poco; se requiere una reingeniería de fondo para que las partes puedan continuar funcionando sin colapsar.

Segundo porque aún se mantienen importantes incertidumbres tecnológicas y de mercado para la transición hacia un sistema energético bajo en carbono. ¿Qué tanto mitigará el transporte híbrido o eléctrico, si la electricidad proviene de plantas alimentadas con combustibles fósiles? ¿Qué tan eficaz podrá resultar la captura de carbono de estas plantas generadoras? ¿Volverá la energía nuclear? ¿Qué tan rápidamente estarán disponibles y a precios competitivos de mercado las tecnologías alternativas?

Tercero porque persisten inmensos intereses creados en toda la industria productora de combustibles fósiles, que se resisten poderosamente al cambio. Países que dependen de la renta petrolera abaratan su precio en mercados internacionales, propiciando el mantenimiento de su uso como fuentes básicas de energía. ¡Incluso, los republicanos estadounidenses, llegan a la estupidez de votar la inexistencia del cambio climático antropogénico!

En cuarto lugar, porque para lograr una solución global es indispensable una cooperación internacional sin precedentes, mucho más allá de declaraciones como el «Acuerdo de París». Las energías hidráulicas y eólicas generalmente se encuentran lejos de los sitios donde se utilizarán, ya transformadas en energía eléctrica. Otro tanto sucede con la energía solar, particularmente la térmica (que es el futuro). Se requieren pues soluciones estratégicas en horizontes de 30 a 50 años; mientras que los tiempos de los políticos que dependen de procesos electorales no van más allá de 3 a 5 años.

Finalmente, se encuentra la crítica definitiva a los patrones dominantes del proceso económico, derivada de la segunda ley de la termodinámica. Pero esto lo veremos en una siguiente entrega…

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