Ética y sustentabilidad

Ecología, ética y sustentabilidad

GLOCALFILIA  ||  La Crónica de Hoy  || 20 de mayo 2016

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Uno de los resultados explícitos más relevantes, pero poco conocidos, de la Cumbre de Río+20 en 2012, fue el reconocimiento de que actualmente somos más insustentables. Veinte años después de la Conferencia sobre medio ambiente humano y desarrollo que tuvo lugar en la misma ciudad —cuando se firmaron la Agenda 21 y los Convenios internacionales de cambio climático, de biodiversidad y de lucha contra la desertificación—; y más de cuarenta después de la Conferencia de Estocolmo en 1972, llevamos décadas intentando a todas las escalas, —internacional, nacional, regional y local— frenar el deterioro ambiental y la devastación de ecosistemas y hábitats que Homo sapiens conduce con nuestra civilización del Holoceno.

Las fuerzas conductoras de esta situación ambiental, que alcanza todos los rincones de la biosfera, son muy poderosas: los modos dominantes de consumo y producción; el crecimiento económico; la globalización de la economía; el crecimiento urbano; y, especialmente, la dinámica demográfica. Homo sapiens ya suma alrededor de 7 mil 300 millones de habitantes en toda la Tierra y hacia 2050 sumaremos alrededor de 9 mil 500 millones. Se requerirán muchos más alimentos, energía y agua para satisfacer las necesidades de nuestra aldea global de crecimiento exponencial.

Actualmente, uno de cada tres seres humanos vive en pobreza extrema. La desigualdad se intensifica —como lo demuestra claramente Thomas Piketty— y la pobreza se acrecienta mientras un puñado de unos cuantos cientos de familias poseen la mitad de la riqueza global; y deciden qué hacer con ella…

¿Qué hacer ante desafíos de este tamaño? ¿Cómo frenar las tendencias? Ya que no tenemos el poder para dar un golpe de timón definitivo, los involucrados promovemos que los conocimientos científicos se comprometan con los intereses públicos de las mayorías, que constituyan la conciencia crítica de las políticas públicas y corporativas; traducimos estos conocimientos de tal forma que sean comprensibles para los tomadores de decisiones y aplicables en la formulación de políticas públicas y privadas; nos entrometemos en todos los frentes posibles para difundir la mala nueva de que estamos en línea de choque contra la Naturaleza y la humanidad misma, pero que podemos modificar el camino. Lo logramos en muchos de los espacios creados y desarrollados en la Organización de las Naciones Unidas, en muchos otros organismos internacionales y en instituciones nacionales sociales, públicas y privadas. Es lo que se ha logrado, a partir de Estocolmo 1972, con la creación de ministerios de medio ambiente y desarrollo sustentable, con la proliferación de organizaciones de la sociedad civil comprometidas con los derechos humanos y la preservación del medio ambiente, con la acción directa a escala local de municipios y comunidades, así como con el jaloneo que sostenemos con empresas y corporaciones —desde dentro, sí, gracias a la presión de lo «políticamente correcto» que se ejerce desde organismos internacionales multilaterales, particularmente el Global Compact.

¿Es suficiente para cambiar al mundo? No. Pero hasta la fecha no contamos con más. Nuestro optimismo, difícil de sostener, descansa en que cada vez somos más, en todo el mundo y de todas las edades, que comprometemos nuestros esfuerzos en el sentido de frenar las tendencias de degradación de ecosistemas y de la biosfera así como, por supuesto, de frenar las tendencias que acrecientan la pobreza y la desigualdad. Mayor optimismo cuando cada vez hay más jóvenes encaminados en este sentido. Es lo que denominamos «empujar al mundo en la dirección correcta».

Pero, comparados con esta gran humanidad global que lucha todos los días —antes que otra cosa— por mantener un empleo, asegurar un ingreso y vencer la amenaza de la pobreza, en realidad somos muy pocos. Y muy diversos, pues provenimos y actuamos en diferentes contextos sociales.

A la vista de esta diversidad, el profesor Víctor Toledo —investigador del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM— publica un artículo acerca de en qué frentes vale la pena, más, menos, o de plano no, desplegar esfuerzos para empujar al mundo en la dirección correcta. Pero en vez de mantenerse en el terreno de debate de ideas con base en evidencias de lo logrado, se asume como juez calificador de la honestidad intelectual y la calidad moral de muchos de los más sobresalientes científicos mexicanos (José Sarukhán, Julia Carabias, Mario Molina, Exequiel Ezcurra, Gerardo Ceballos, etc.), u ONG como el World Wildlife Fund (WWF), quienes actúan en una gran diversidad de frentes, sean sociales, comunitarios, públicos o privados. La eficacia de un despliegue de esfuerzos a todas las escalas está a la vista de todo el mundo. Pero Víctor, quizás por su inexperiencia de nunca haber actuado en los sectores público y privado, no puede darse cuenta que existen muchas más ventanas de oportunidad para promover las ideas fuerza de la sustentabilidad del desarrollo, que las que él ha descubierto, desde su purísimo cubículo universitario, hasta la fecha…

 



Respuesta en mi muro Facebook al artículo de Víctor Manuel Toledo Manzur

Como miembro del Centro Interdisciplinario de Biodiversidad y Ambiente (CeiBA), comento sobre el artículo «CIENCIA, ÉTICA Y ECOLOGÍA», publicado por Victor Toledo Manzur en la Jornada del 10 de mayo 2016.

Me parece una opinión sobre un asunto de interés público pero claramente sesgada. (1) No es cierto que «toda» la ciencia en los países desarrollados se haya volcado a favor de los intereses del capital; la mayor parte de los científicos y centros de investigación orientan sus esfuerzos para aplicaciones de interés público (sin hablar de la investigación fundamental). (2) Es inexacto que prominentes ecólogos mexicanos orienten sus esfuerzos para «lavar» la imagen de los grandes capitales. Aunque se entiende que para un ecólogo social tan sobresaliente como VMTM, el carecer de experiencia en responsabilidades de función pública impida comprender ciertas ventanas de oportunidad, que hay que aprovechar si se desea empujar al mundo en la dirección correcta (tal y como se hace en órganos de las Naciones Unidas). (3) No veo por qué no aprovechar fondos que ofrecen algunos grandes capitales para la conservación, siempre y cuando no estén condicionados en contra de intereses públicos. (4) Vale la pena debatir sobre la eficacia de actuar en más o menos frentes, y en cuáles, a favor de la sustentabilidad del desarrollo, pero me parece incorrecto asumirse como juez calificador de la honestidad e integridad moral de los ecólogos a quienes VMTM señala.



Respuesta de Exequiel Ezcurra

La Jornada, 17 de mayo 2016

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En el artículo publicado el martes 10 de mayo, Víctor Toledo sugiere que, al participar como jurado del Premio Volkswagen a la conservación o al brindar asesoría científica al Programa del agua de la fundación Coca Cola, estoy cometiendo una seria falta ética. En ese sentido, quisiera aclarar algunos puntos: jamás he recibido pago alguno ni de la Volkswagen ni de la fundación Coca Cola como retribución por mis opiniones. Es más, una parte significativa de los costos de viaje que me representa participar en estos cuerpos colegiados son pagados de mi bolsillo.

Así como le regalo parte de mi tiempo a las organizaciones que cita Toledo, lo hago con muchísimas otras, como la Comunidad de Cabo Pulmo, la etnia Tohono-O’odham (Pápagos), el Premio Internacional Tyler, los pescadores de la Laguna de San Ignacio, o la revista Este País, entre numerosas más, y miembros de mi laboratorio apoyan a las comunidades Comcaac (Seri) y Yoreme (Mayo) en el noroeste de México.

Elige selectivamente dos organizaciones particulares de una larga lista de consejos filantrópicos en los que participamos, y Toledo concluye que los científicos que él cuestiona carecemos de escrúpulos, ética, moral y conciencia. Lamento diferir: él puede creer que asesorar a organizaciones filantrópicas financiadas por empresas es incorrecto, pero el suyo es un juicio ideológico, una pregunta política que tiene que ver con el qué hacer como miembros de la sociedad civil frente al surgimiento de las fundaciones empresariales.

Podemos diferir en esto y discutirlo de manera abierta y transparente, pero poner en tela de juicio la honestidad e integridad moral de científicos mexicanos que han contribuido de manera muy significativa al desarrollo de las ciencias ambientales en el país y tacharlos de inmorales e inescrupulosos sin siquiera haber hecho el intento de entrevistarlos es desatinado y rasga dolorosamente el tejido social de nuestra comunidad científica.

Exequiel Ezcurra, director UC Mexus –Instituto para México y los Estados Unidos–, investigador nacional SNI III



Respuesta de Víctor Toledo a la respuesta de Exequiel Ezcurra

La Jornada, 17 de mayo 2016

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El mundo que el profesor Exequiel Ezcurra refleja en su carta me temo ya no existe más. Hoy la destrucción ecológica y ambiental que realizan las corporaciones en México es simplemente brutal, con la especial actuación de las dos que él asesora (Volkswagen y Coca Cola). Existen registros de 300 conflictos provocados por agresiones corporativas o gubernamentales. Sorprende que a pesar de su sagacidad científica el profesor Ezcurra siga creyendo ingenuamente que su papel es simplemente el de asesorar a organizaciones filantrópicas.

¿No resulta incongruente que siga siendo parte del jurado de los premios Volkswagen, la fabricante de autos que engañó a 11 millones de consumidores haciéndoles creer que les vendía autos con eficientes dispositivos contra la contaminación? ¿Puede un verdadero hombre de ciencia colaborar con una empresa fraudulenta y mentirosa?, ¿por amor al planeta?

En el caso de Coca Cola, ¿cómo ser parte de su consejo técnico mientras con Pepsi, Danone y Nestlé posee el monopolio del agua embotellada, la cual extrae gracias a generosas concesiones de 48 acuíferos para venderla a precios que van hasta 10 mil veces su costo real, además de fabricar bebidas para la obesidad y malnutrición, generar millones de toneladas de basura plástica, e impulsar un programa de reforestación y captación de agua sin fundamentos científicos?

Sobre que mi artículo rasga dolorosamente el tejido social de nuestra comunidad científica, la pregunta es ¿cuál de todas? Pues unas son las comunidades que están en los frentes de resistencia ciudadana o en la construcción de proyectos alternativos, y otras las de investigadores que desde sus cubículos, sus puestos en los gobiernos u organismos internacionales, o como asesores de empresas o consultoras se dedican no sólo a limpiar imagen, sino a convalidar proyectos ecocidas.

Si al profesor le sorprende e incomoda mi artículo, es porque lo sigue ponderando desde una ideología, posición política y principios éticos que hoy ya no pueden sostenerse. Lo invito a leer mis próximos artículos.

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