Socio-ecología y decrecimiento

¿Es necesario crecer indefinidamente?

GLOCALFILIA  ||  La Crónica de Hoy  ||  16 de febrero 2017

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La historia del movimiento ambientalista mundial inicia durante la década de los 1960, coincidente con los movimientos sociales (estudiantiles) que tuvieron lugar en Europa, Estados Unidos, Japón y América Latina, ante el agotamiento del modelo económico de crecimiento impuesto durante la postguerra. En 1972, el Club de Roma publica «Los límites del crecimiento» («Alto al crecimiento» en versión francesa) (éste y las reediciones de 1974 y 2004 se conocen como «reportes Meadows», por su autor coordinador). El mismo año tiene lugar, en Estocolmo, Suecia, la primera Cumbre de las Naciones Unidas sobre medio ambiente humano y desarrollo. La UNESCO crea el programa Hombre y Biosfera, surge el Programa de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA) e inicia la emergencia de ministerios ambientales en países industrializados y luego en países en desarrollo.

Durante la década de los 1970 y la siguiente se desarrolla un debate entre ecólogos y economistas alrededor de las nociones de eco-desarrollo y de crecimiento económico. Para la mayoría resulta claro que el crecimiento es indispensable. La población humana global crece aceleradamente. En 1960 alcanzamos 3 mil millones, 4 mil millones en 1975 y 5 mil millones en 1987. Es necesario producir cada vez más alimentos, ciudades, bienes y servicios. Es indispensable crecer. El pensamiento social y económico de la época está convencido que el mundo es muy grande y que los bienes terrenales alcanzan para todos estos seres humanos —y más. El problema —se afirma— es de distribución, inequitativa debido a los intereses en juego en la economía y los mercados.

Los partidarios del crecimiento económico ganan el debate frente al eco-desarrollo (desarrollo humano dentro de los límites que imponen los ecosistemas) y, en 1987, se publica el Reporte Brundtland, «Nuestro destino común», que marca la emergencia del paradigma del desarrollo sustentable, que lleva consigo y conserva cuidadosamente la necesidad de un crecimiento económico ilimitado.

La población global continúa creciendo. Concluimos el siglo XX siendo 6 mil millones y actualmente nos acercamos a los 7 mil 500 millones en el planeta. Es necesario producir cada vez más alimentos y más bienes y servicios. El crecimiento económico parece indispensable o, al menos, inescapable porque, ¿cómo saldar la deuda de la pobreza y el desempleo sin crecimiento? Aunque, en este cada vez más inequitativo mundo, resulta claro que el crecimiento es a favor de las grandes fortunas.

Durante esta historia de casi cinco décadas la preocupación original se mantiene: los recursos de la Tierra, los bienes terrenales, son finitos y es materialmente imposible que la humanidad crezca indefinidamente. Los partidarios de los «reportes Meadows» defienden un «crecimiento cero», a fin de evitar el agotamiento de los recursos naturales (tierras cultivables, mares productivos, agua dulce, bosques, servicios de los ecosistemas y de la biodiversidad, energías de stock, metales y sumideros de emisiones y desechos) cada vez más escasos.

Pero se desarrolla, también, la convicción de que lo necesario es el decrecimiento. Que la población humana global debe reducirse y el crecimiento físico de la economía también. Las cuentas económicas nacionales, el PIB, solamente toman en cuenta los bienes y servicios producidos por año, pero no los desechos, los residuos sólidos, las aguas usadas o las emisiones contaminantes, parte integral del crecimiento económico industrial. No se cuantifica el agotamiento de recursos naturales ni la degradación por contaminación y destrucción de hábitats, no se cuantifican los materiales que se disipan y pierden definitivamente, tampoco la energía que se pierde en forma de calor y mucho menos la contribución humana al desbalance termodinámico de la biosfera.

Se trata de un debate estratégico en la coyuntura civilizatoria de Homo sapiens hoy día. Está en juego su desarrollo futuro. Cambio climático, extinción de biodiversidad, contaminación por químicos, metales pesados y materiales (plásticos notablemente), pérdida de suelos productivos, agotamiento de especies marinas de interés alimentario, estrés hídrico, saturación de ecosistemas con nitrógeno y fósforo. La crisis ambiental global va de la mano y se acrecienta al ritmo del crecimiento económico. Las respuestas están en la socio-ecología, la economía ecológica, la desmaterialización del crecimiento, la biomimesis, las eco-tecnologías, la economía del conocimiento y en una ética de la equidad. Se requiere un nuevo paradigma del bienestar humano más allá del desarrollo sustentable.

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