Comida y diversión chatarras

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Comida y diversión chatarras

José Sarukhán Kermez  ǀǀ  El Universal  ǀǀ  13 de junio de 2014

Comida y diversión. Dos actividades que debieran tener una enorme influencia en el bienestar físico y mental de la gente, especialmente de niños y niñas. Solamente alguien sin capacidad de juicio honesto, o bien que tenga propósitos de lucro irrestrictos puede negar ahora que la obesidad y el sobrepeso que afecta a la mayoría de los mexicanos, especialmente a edades tempranas, tiene efectos por demás nocivos. Por otro lado, estamos inundados en los medios de los problemas de acoso escolar (¿por qué diablos tenemos que usar el anglicismo bullying como si el problema viniese importado de otro país?). El acoso en la escuela no es nuevo y no se ha limitado a la educación básica. Recordemos las “novatadas” (afortunadamente desaparecidas) en la educación superior, donde a los recién ingresados (“los perros”) se les infligía todo tipo de violencia física, incluso con daño corporal, y se les rapaba como en los mejores tiempos del nazismo.

No hay duda que ninguno de los dos problemas anteriores resulta directamente de un sólo factor: hay varios elementos que se combinan en producir los problemas que vemos. De lo que no puede haber duda es que los alimentos de alto valor calórico juegan un papel preponderante en causar sobrepeso y obesidad y que el tipo de diversión (videojuegos), los programas de televisión y el cine violentos ayudan a generar comportamientos de violencia o cercanos a ella.

Donde se han hecho estudios al respecto, las estadísticas son muy convincentes: cerca del 90% de los niños de EU utilizan videojuegos de los cuales el 90% tienen diversos grados de violencia, cuyo único objetivo es matar a alguien con una variedad de armas. En ese país se han hecho numerosos estudios al respecto, entre los cuales algunos concluyen que los videojuegos no ejercen una “influencia importante” sobre sus usuarios; pero un creciente número de estudios sostiene que los juegos violentos generan un comportamiento más hostil y agresivo en asuntos de la vida real en quienes los usan.

Un estudio reciente se realizó en Singapur (Gentile, A. et al. JAMA Pediatr. 2014; 168 (5): 450‐457) por 3 años en más de tres mil niños y niñas de entre 8 y 13 años, que produjo dos resultados importantes: las actitudes y fantasías de hostilidad tendieron a disminuir con la edad cuando niños y niñas actuaban con más madurez ante situaciones conflictivas, en lugar de violentarse. Pero el otro resultado significativo fue que quienes pasaban más horas usando videojuegos violentos tenían mayor comportamiento y tendencias violentas y agresivas que quienes gastaban menos tiempo en esa actividad. Los primeros contestaban con más frecuencia que estaba bien pegarles a sus compañeros, incluso si eran molestados por accidente. A más horas de videojuegos mayor fantasías de agresión.

Otro estudio conducido por la Universidad Brigham Young encontró que el uso de palabras soeces y obscenas en ciertos programas de televisión y videojuegos aumentaban la probabilidad de un comportamiento físicamente agresivo y antisocial en 223 estudiantes de educación básica.

Es claro que al igual que con los problemas de obesidad, varios factores del entorno hogareño y social fuera de casa, pueden influir en el aumento del acoso escolar entre niños y niñas. Se requiere mayor cuidado de los padres sobre el entretenimiento de sus hij@s, porque la gama de entretenimientos ahora es muy diferente a la que los padres experimentaron; es indispensable un entrenamiento adecuado, en el corto plazo por parte de profesores y directores de escuelas; y, ¿por qué no? control real de los centros de videojuegos para que no puedan acceder menores de 15 años.

No se necesitan más leyes: la Ley General de Educación tiene numerosos artículos relacionados con la seguridad y la no violencia en los planteles. Tampoco podemos convertir a las escuelas, que son ámbitos de convivencia y educación, en algo cercano a centros correccionales para menores. Todos: padres de familia, maestr@s, autoridades educativas y los diferentes órdenes de gobierno debemos asumir esta responsabilidad, que es eminentemente social. No hay mayor prioridad que la educación: recordemos que los maestros preparan a todos los futuros profesionistas del país.