Manejo forestal sustentable

Julia

 

Manejo forestal sustentable

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  18 de septiembre 2008

México es un país con un gran potencial forestal debido a la vasta superficie de bosques y selvas que posee y a su enorme diversidad de especies. Esta riqueza natural debería constituir la fuente más importante de ingreso y empleo para la población que habita en los bosques templados y en las selvas tropicales. Ello permitiría mejorar la economía local y regional y el bienestar social, al tiempo de conservar los ecosistemas naturales, ya que la actividad forestal bien manejada no implica la transformación de éstos.

Paradójicamente, el uso de este capital natural no ha cumplido con ninguno de los propósitos mencionados. Por un lado las regiones forestales están habitadas por cerca de 13 millones de personas, quienes en su mayoría viven en condiciones de pobreza, y por el otro, año con año se pierden cientos de miles de hectáreas de vegetación original. Si bien la tasa de deforestación ha disminuido en los últimos años, su valor es aún muy preocupante. La riqueza forestal nacional no sólo no constituye la base del desarrollo rural, sino que además se está destruyendo.

Durante décadas la explotación de los recursos forestales fue realizada por empresas concesionarias que no se preocuparon por evitar el impacto ambiental, ni por generar beneficios a los verdaderos dueños de los bosques y selvas. Fue hasta 1986, con la reforma a la Ley Forestal, que terminó el régimen de concesiones. A partir de entonces se han impulsado programas para que los dueños de los bosques y selvas sean quienes usufructúen sus recursos naturales.

En 1997 se impulsó un programa de subsidios directos a los campesinos y sus asociaciones, el Programa de Desarrollo Forestal, con la finalidad de aumentar la superficie bajo manejo forestal sustentable (contribuyendo a evitar la deforestación); impulsar la productividad de los ecosistemas forestales, y desarrollar las cadenas productivas (mejorando la economía local). En un informe preparado por Leticia Merino y G. Ortiz para la FAO en 2008 se reporta que la producción entre 1995 y 2000 se incrementó de 6.3 millones de metros cúbicos a 9.4 millones. Desafortunadamente, aunque el programa continuó durante la administración 2000-2006, los enfoques cambiaron y la producción volvió a disminuir a 6.4 millones de metros cúbicos.

Uno de los programas más importantes de la actual administración es el ProÁrbol, tanto por los recursos económicos que tiene asignados, como por la relevancia que le ha otorgado el presidente de la República. Es uno de los programas de mayor visibilidad que no tiene precedentes en la política forestal del país.

Sin embargo, el ProÁrbol se conoce en general como un programa de reforestación. Si bien éste es uno de sus componentes más importantes, no es el único. La ambiciosa meta que se ha trazado la Conafor para la reforestación, las acciones de amplia participación social en torno a esta actividad y la proyección internacional que se le ha dado han opacado ante la opinión pública al resto de los componentes del ProÁrbol.

El ProÁrbol debe recuperar su objetivo original y no enfatizar sólo la reforestación. El programa fue creado para impulsar el desarrollo forestal, principalmente en los municipios de mayor índice de marginación. Sin embargo, no por atender a los municipios marginados que tienen masas forestales se le debe asignar al programa la responsabilidad de combatir la pobreza en estas localidades. Esto podrá ocurrir sólo si la Conafor trabaja armónica y conjuntamente con la Sedesol y otras instituciones, cada una en el ámbito de su competencia. La misión principal de la Conafor debe ser la de cuidar que el patrimonio forestal del país no se destruya, sino que se aproveche y se mantenga e incluso se recupere. Es necesario priorizar su actuación en las zonas con masas forestales de gran extensión e importancia por su biodiversidad, servicios ambientales, fragilidad y amenazas.

Si el ProÁrbol, durante los cuatro años restantes de esta administración, concentra sus esfuerzos en fomentar la actividad productiva de las comunidades que poseen selvas y bosques será posible entonces superar el nivel de producción de madera alcanzado en el año 2000, así como incorporar 7.9 millones de hectáreas adicionales al manejo forestal sustentable como se comprometió en el programa sectorial. Ello significaría que más de la mitad de la superficie nacional con potencial forestal estaría bajo manejo forestal sustentable, evitando la amenaza de la deforestación.

También el ProÁrbol deberá proteger y conservar los bosques y selvas que no son comerciales, los cuales representan la mayor parte de la cobertura forestal del país, a través de los diversos mecanismos que contempla el programa como son: el pago por servicios ambientales, el fomento de las Unidades de Manejo para la Conservación de Vida Silvestre y la realización de estudios de Ordenamiento Territorial Comunitarios, entre otros.

Si se mantiene el ritmo de ejecución de este importante programa durante una década más se podría llegar a utilizar todo el potencial forestal del país, proteger el capital natural, mejorar la economía local y contribuir al bienestar social de la población dueña de los recursos forestales.