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San Felipe, lejos de ser Holbox

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San Felipe, lejos de ser Holbox

Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Miércoles 16 de agosto, 2017

José Luis Fajardo Escoffié

Señales de alarma en municipio

Aunque no suelo discrepar con lo que dice la doctora Julia Fraga, sobre todo tratándose de un puerto que ella conoce tan bien como el de San Felipe, esta vez creo que sí debo fijar una postura un tanto distinta. Cuando Julia, hará cosa de una semana, propuso en entrevista con este diario, que San Felipe tiene mucho que aprender de Holbox, y que ambas comunidades presentan varias semejanzas importantes, dejó de lado, creo yo, algunas diferencias de fondo que hacen que la comparación no funcione del todo bien.

Cierto, las dos comunidades basaron su economía, desde sus inicios, en la actividad pesquera, pero San Felipe siempre tuvo un peso mayor que el de Holbox como puerto pesquero. Ambas comunidades forman parte de áreas protegidas; la primera, de la Reserva de la Biósfera Ría Lagartos, y la segunda del área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam. A la luz de su condición de comunidades inmersas en áreas sujetas a protección por parte del gobierno federal, y enfrentadas al probable colapso de la actividad pesquera, las dos comunidades han emprendido búsquedas distintas para diversificar sus actividades económicas, y vale la pena enfatizar estas diferencias.

Mientras que en San Felipe el desarrollo de una industria turística es todavía incipiente, y se basa en los esfuerzos de pequeños inversionistas locales, en Holbox el desarrollo del turismo se ha ido acelerando año con año, de manera más febril en función de que se anuncian restricciones a su crecimiento, hasta llegar a la situación actual, ya de sobra descrita en otras oportunidades, que puede calificarse como un suicidio por gula (sabrán de qué hablo quienes hayan visto la película de 1973, La Gran Comilona, de Marco Ferreri). Holbox no ha crecido por el esfuerzo de sus residentes originarios: ha crecido con base en la inversión de industriales del exterior, principalmente yucatecos, aunque los hay de otros lugares, a quienes preocupa muy poco el largo plazo, y más bien se interesan en exprimir hasta las heces, cuanto antes, los recursos de un sitio que el turismo todavía demanda (esto cambiará muy pronto, a medida que crezca el deterioro).

En San Felipe las cosas están aún muy lejos de alcanzar este extremo. Sin embargo, Julia Fraga tiene toda la razón al levantar una señal de alarma, aunque el turismo no va a crecer en San Felipe a la velocidad con que lo ha hecho en Holbox, dadas las características ambientales y la ubicación del puerto, lo cierto es que sí es una apuesta viable de crecimiento económico. La alarma surge cuando se cae en cuenta de que San Felipe, como la mayor parte de los municipios del estado, carece de un programa de ordenamiento ecológico local, y su cabecera no cuenta con un programa de desarrollo urbano que le permita ordenar su crecimiento.

Aunque es cierto que el estar inserto en un área protegida, y estar rodeado casi enteramente por áreas de zona federal marítimo terrestre, las opciones de crecimiento de la comunidad portuaria son limitadas, y debería estar considerando la posibilidad de generar un nuevo centro de población, con su propio fundo legal, al sur del municipio, fuera de los límites de la reserva. Pero también es cierto que el desarrollo del puerto, y su viraje hacia la prestación de servicios turísticos, tendrían que darse con base en criterios de ordenamiento de los que ahora carece, y tendría que acontecer a la luz de una clara certidumbre jurídica acerca de la propiedad del suelo, cosa que hoy es todavía una lejana aspiración.

Por otra parte, diversificar no es renunciar a lo existente y no hay por qué pensar que San Felipe no puede conservar más su lugar como puerto pesquero de importancia local en Yucatán. Para lograrlo, tendría que ordenar al sector pesquero local, promover e incentivar el uso de buenas prácticas pesqueras y, sobre todo, establecer, de una vez por todas, el refugio pesquero de San Felipe, anhelado por muchos de sus habitantes, aunque sometido a la resistencia de otros tantos.

Algo muy similar podría decirse acerca de Río Lagartos. En ambos casos, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, y particularmente la Dirección de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos, debería estar empeñada en encarar los retos que implica ordenar el crecimiento de las comunidades incluidas en su polígono, vinculando las actividades productivas y de prestación de servicios con las tareas de conservación del área. Da la impresión, no obstante, de que ahora, así como en Holbox, ya se han dado por vencidas.

Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2017-03-22/Hay-que-bajarle-al-volumen

Chetumal, Quintana Roo
roblesdeb1@hotmail.com

 

 

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