Agua y agricultura
Agua y agricultura
Julia Carabias Lillo || Reforma || 01 de mayo 2010
En las últimas décadas los conflictos en el mundo por el acceso y uso del agua se han multiplicado de manera alarmante debido al incremento poblacional y al deterioro del recurso hídrico por la contaminación, sobreexplotación y deforestación. La relación entre el agua y la agricultura es un tema sumamente controvertido. La agricultura depende del agua y del suelo para producir alimentos, y aunque ambos son recursos renovables, también son limitados. Si estos recursos se utilizaran de manera sustentable, es decir, sin alterar el ciclo hidrológico ni las funciones de los ecosistemas que los producen, podrían estar disponibles por siempre, pero si continúa su sobreexplotación y contaminación, su disponibilidad inexorablemente disminuirá.
En el año 2050 la producción de alimentos en el planeta tendrá, por lo menos, que duplicarse para satisfacer la demanda de una población posiblemente cercana a los 10 mil millones de habitantes. Sin embargo, de persistir las tendencias de deterioro actuales de ninguna manera se alcanzará dicha meta. Resulta inminente modificar la estrategia actual de producción de alimentos y de conservación y consumo del agua a fin de evitar mayores conflictos y posibles guerras.
México debe resolver diversos aspectos estructurales de fondo para que la producción de alimentos sea sustentable; entre otros, los relacionados con el ciclo hidrológico. Resulta pertinente llevar a la discusión estos temas en el contexto de la convocatoria que ha realizado la Conagua para la elaboración de la Agenda del Agua 2030. Con el afán de aportar algunos elementos a este debate señalo algunos problemas que, para su solución, requieren la toma de decisiones difíciles e inaplazables.
1) Del total de agua que se consume en el país (superficial y subterránea), 77 por ciento se destina a la agricultura, lo cual equivale a 5.8 veces el volumen utilizado para el abastecimiento público. Esta cantidad no sólo es excesiva, sino que además se desperdicia entre 40 y 60 por ciento de este volumen por deficiencias en la tecnología e infraestructura de riego.
2) Un 69 por ciento del agua que se extrae de los acuíferos (cuerpos de agua subterráneos) se destina a la agricultura y más de la cuarta parte de éstos se encuentran sobreexplotados o en alto riesgo de estarlo.
3) El uso indiscriminado y excesivo de agroquímicos en la producción de alimentos contamina los cuerpos de agua.
4) La agricultura aún sigue deforestando áreas de selva y bosques, lo que implica tanto la pérdida de la biodiversidad y del suelo como la alteración del ciclo hidrológico y, por lo tanto, la disminución de la disponibilidad de agua.
La deforestación, así como el desperdicio, la sobreexplotación y la contaminación del agua son factores que deben modificarse en los sistemas productivos agrícolas de manera que el incuestionable incremento de la producción de alimentos no conlleve una crisis ambiental.
Con el fin de impedir el derroche de agua de riego, durante años el gobierno ha impulsado mejoras a los sistemas de irrigación. Si bien esta medida es necesaria, no resuelve el problema pues no atiende el asunto de la sobreexplotación de los acuíferos. Lo que comúnmente ocurre es que una mayor eficiencia en el uso de agua para riego debido a la tecnificación no redunda en la disminución del volumen de agua extraído de los acuíferos, sino que el agua ahorrada se utiliza para incrementar la cantidad de superficie de riego o para producir cultivos aún más demandantes en agua, lo cual es inaceptable. El ahorro de agua por la tecnificación debe conducir a una disminución en la extracción de agua del acuífero para evitar la sobreexplotación. Por eso, no basta con esta medida tecnológica sino que se requiere, además, de una revisión del régimen de concesiones.
Asimismo, para evitar el desperdicio de agua de uso agropecuario es indispensable realizar una profunda revisión de dos subsidios económicos opuestos a la conservación del ciclo hidrológico. Por un lado, el agua utilizada en la agricultura está exenta del pago de derechos y, por el otro, la electricidad para el bombeo de agua de los pozos está fuertemente subsidiada.
No cabe duda de que se trata de un tema altamente controvertido e impopular. Cuando se ha intentado discutirlo, la resistencia por parte de algunos sectores campesinos ha sido de tal magnitud que cancela el análisis convirtiendo el tema en un tabú. Es impostergable un debate profundo sobre las ventajas y desventajas del pago de derechos del agua para uso agropecuario. El Congreso de la Unión deberá involucrarse para encontrar una solución equilibrada entre los requisitos ambientales y las necesidades sociales y económicas. Si la agricultura requiere de subsidios, éstos deben otorgarse en otro segmento de la cadena productiva y de ninguna forma en el insumo más frágil e importante para la vida como lo es el agua.
PD. Si la solidaridad, la entereza y la bondad tuvieran un rostro, sería el que tuvo Rosa Karakowsky de Woldenberg.
Fuente: Hemeroteca