Agua y conservación
Agua y conservación
Julia Carabias Lillo || Reforma || 18 de abril 2009
Para Alejandro López, amigo y compañero entrañable, que luchó hasta el último minuto de su vida para proteger los bosques y el agua del Parque Nacional Izta-Popo.
En las últimas semanas, el tema del agua atrajo nuevamente la atención de los medios de comunicación y suscitó la preocupación de millones de habitantes del Distrito Federal así como de municipios conurbados del estado de México, quienes sufrieron el desabasto de agua en sus colonias. La suspensión se realizó para dar mantenimiento a la infraestructura del Sistema Cutzamala que abastece a la Ciudad de México y que requería la sustitución de equipos y de tramos de tubería dañados por el paso del tiempo. Las obras se llevaron a cabo durante la Semana Santa, cuando la demanda de agua disminuye debido a la salida de miles de capitalinos y las presas que integran el sistema están en sus niveles más bajos.
Este episodio se convierte en otra llamada de atención que no es posible dejar pasar, y obliga a insistir en la necesidad de un análisis de fondo y de una política en consecuencia para resolver de raíz los problemas del agua en México.
Desafortunadamente, la percepción de la ciudadanía y las orientaciones de las políticas hidráulicas, desde hace décadas, han sido que los problemas del agua se resuelven con tecnología, en particular con ingeniería hidráulica. Si bien no hay duda de que esto es indispensable, no es la solución de largo plazo. La crisis del agua que hoy vivimos no se resolverá únicamente por medio de la ingeniería; se podrá retrasar o mitigar, pero con ello no se atiende el fondo del problema. La disponibilidad del agua está disminuyendo y hay que tener claro que el líquido no se origina en los tubos.
La cuestión central es que el agua, como recurso integrante de la naturaleza, es finita y se altera con la transformación de los ecosistemas naturales. Estos ecosistemas proveen servicios ambientales a la sociedad, en el caso que nos compete servicios hidrológicos, como son la generación de lluvias; la filtración de agua que recarga los acuíferos; los escurrimientos que fluyen por los cauces de los arroyos y ríos; la retención del suelo que evita la erosión; el transporte de nutrientes que alimentan los ecosistemas acuáticos y llegan a las lagunas costeras y al mar nutriendo a las pesquerías, entre otros.
Con el propósito de que la sociedad pueda disponer del agua necesaria para su desarrollo y no se convierta en un factor limitante, es imprescindible garantizar la renovabilidad del recurso hídrico y la integridad de los ecosistemas y de los servicios ambientales que prestan.
En el caso particular de la Cuenca del Cutzamala la deforestación ha sido desmedida, y una buena parte de los cerros se encuentra sin vegetación desde hace décadas. De manera lamentable, el proceso de deterioro continúa sobre los escasos macizos forestales que quedan.
La importancia de los ecosistemas naturales que integran las cuencas fue reconocida desde inicios del siglo pasado y, por ello, Miguel Ángel de Quevedo impulsó los decretos del presidente Cárdenas que promovían la creación de muchas zonas protectoras forestales y parques nacionales en las partes altas de las cuencas, precisamente con la finalidad de proteger el ciclo hidrológico. Desafortunadamente estos decretos, salvo algunas excepciones, fueron sólo de papel y no lograron su objetivo de conservación.
La recuperación de la vegetación de las partes altas de las cuencas es absolutamente imprescindible y urgente así como su conversión en zonas de restauración ecológica, contempladas en la ley, al igual que constituirse como una prioridad del programa nacional de reforestación. Asimismo, las áreas que aún cuentan con vegetación deberán tener algún régimen de protección, ya sea como área natural protegida u otros instrumentos como el pago por servicios ambientales que beneficia a los dueños de la tierra.
El problema del agua en la Ciudad de México requiere, además, la recuperación de la Cuenca del Cutzamala y de las cuencas internas que recargan los acuíferos del Valle de México; que todos los habitantes sean conscientes y contribuyan a economizar el agua; que los organismos operadores eliminen las fugas de la red de distribución; que se dé tratamiento a las descargas y se recicle este líquido.
Se trata de un esfuerzo ineludible de la sociedad y el gobierno para enfrentar la crisis del agua. Urge una política hídrica de largo plazo, coordinada con los diferentes sectores involucrados, que integre todos los componentes de la cuenca, no sólo el elemento agua sino, también, el uso del suelo y la conservación de los ecosistemas naturales.
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