Alimentos y medio ambiente
Alimentos y medio ambiente
Julia Carabias Lillo || Reforma || 10 de julio 2008
El alza acelerada de los productos agrícolas y de los alimentos, ocurrida en los últimos meses, afecta de manera diferente a los distintos sectores de la población. Mientras que para unos puede ser un beneficio, como es el caso de algunos agricultores que producen para el mercado, para otros tiene graves consecuencias, particularmente, quienes siendo de bajos ingresos tienen que comprar su alimento o bien quienes producen sus alimentos pero no son autosuficientes y deben complementar sus propias necesidades en el mercado.
Las causas estructurales y coyunturales del incremento de los precios de los alimentos son analizados por Nora Lustig en un excelente artículo de la revista Nexos del mes de julio. Entre los factores estructurales menciona "el aumento sistemático de la demanda de alimentos ocasionada por el crecimiento del ingreso por habitante, la población y tasa de urbanización a nivel mundial, a una oferta poco flexible debido a las restricciones en materia de tierras y agua, la baja inversión en infraestructura en el sector rural y en tecnología agrícola, así como de cambios climáticos… agravada por la política de subsidios a biocombustibles". Entre los factores coyunturales se refiere a la "reasignación del capital financiero y las respuestas defensivas a nivel nacional".
En México las respuestas a esta crisis se han orientado en varias direcciones. Entre ellas, destacan las acciones urgentes iniciadas por Sedesol con la implementación de programas de asistencia social, a fin de evitar que el alza de precios afecte a las familias más desprotegidas. Por otro lado, se sugiere la necesidad de reactivar el campo para incrementar la producción y aprovechar el aumento de los precios.
En esta ecuación, que combina parte de la política social con la política económica, queda ausente una variable: la ambiental. De no incorporarse ésta, aunque llegaran a cumplirse los objetivos de incrementar la producción de alimentos y evitar el crecimiento de la pobreza, los costos ambientales agravarían el deterioro de nuestro ya de por sí afectado capital natural. El reto se complica, ya que tiene que ver con la responsabilidad de que las medidas del presente no afecten a las posibilidades de desarrollo de las generaciones futuras, tesis central del desarrollo sustentable.
Enfrentar la crisis alimentaria nos obliga a ser mucho más creativos que en el pasado y a no cometer los mismos errores que han causado el profundo deterioro ambiental producto de la deforestación, la sobreexplotación de los acuíferos, la contaminación del suelo y el agua, y la erosión. Una gran cantidad de componentes del modelo tecnológico agrícola de los últimos 50 años están agotados. Es urgente buscar otras opciones e implementar de manera extensiva las experiencias exitosas.
Algunos elementos que deben orientar la búsqueda de opciones son los siguientes: 1) detener el crecimiento de la frontera agropecuaria a costa de los ecosistemas forestales, 2) transformar tierra ocupada por la ganadería, ineficiente y extensiva, en tierras para la producción agrícola y recuperación forestal (más de la mitad de territorio nacional está dedicado a la ganadería), 3) regular el uso de agroquímicos y hacer efectiva la prohibición de los que son dañinos para la salud humana y para los ecosistemas, 4) sustituir los proyectos de construcción de grandes obras hidráulicas por la microhidráulica, 5) detener la sobreexplotación de acuíferos, 6) proteger las semillas seleccionadas por los campesinos durante décadas para evitar ser desplazadas por las mejoradas, 7) reconocer la heterogeneidad ambiental del territorio nacional en lugar de aplicar políticas homogeneizadoras que ignoran la diversidad de condiciones agroecológicas, 8) promover la reconversión productiva fomentando los sistemas agroforestales y silvopastoriles, 9) eliminar el uso del fuego agropecuario que genera incendios forestales y emisiones de gases efecto invernadero, 10) implementar el ordenamiento ecológico del territorio para planear la producción según las aptitudes del territorio nacional, 11) reducir la vulnerabilidad ante sequías e inundaciones.
La crisis alimentaria mundial nos obliga a repensar en la seguridad alimentaria nacional, no sólo en términos económicos, sociales y políticos, sino también ambientales y, sobre ello, se ha reflexionado muy poco. Esta crisis abre una gran oportunidad para aprovechar las ventajas competitivas que nos brinda la enorme diversidad de especies que habitan en el territorio nacional y las tradiciones de uso de los recursos naturales que, por siglos, han desarrollado las culturas indígenas y campesinas del país. Hay que recordar que un poco más de 15 por ciento de las especies que se consumen como alimento en el mundo tienen su origen en México y Mesoamérica, como son el cacao, el maíz, el frijol, el jitomate; las distintas variedades de calabazas y chayotes, los diversos chiles; el cacahuate, entre muchas otras.
Ojalá seamos capaces los mexicanos de diseñar una política alimentaria novedosa, económicamente viable, socialmente justa, ambientalmente sustentable y diversificada, y que aproveche plenamente todo el potencial de nuestro rico y diverso capital natural nacional.
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