Breve recuento
Breve recuento
Julia Carabias Lillo || Reforma || 11 de junio 2011
El Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra el 5 de junio de cada año, cumplirá 40 años el próximo 2012. Esta conmemoración surge de la primera reunión mundial sobre medio ambiente organizada por la ONU: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, llevada a cabo en 1972 en Estocolmo. De esta Conferencia emanó la recomendación de establecer, en todos los países, instituciones y marcos jurídicos para atender los temas ambientales y, además, se creó el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
A partir de entonces el tema ambiental ocupó espacios crecientes en las políticas nacionales, de manera desigual, según el país, pero con una visión muy limitada sobre el tema; el énfasis estaba puesto en los impactos de la contaminación atmosférica y del agua sobre la salud humana, sobre todo en las grandes ciudades.
En 1983, el secretario general de la ONU instauró la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo con la finalidad de definir las medidas necesarias para que la creciente población mundial pudiera resolver sus necesidades de desarrollo frente al incremento del deterioro del planeta. Fue así que se elaboró en 1987 el Informe "Nuestro Futuro Común", en el cual se acuñó el concepto de desarrollo sustentable.
La discusión alrededor de este informe alimentó de manera muy sustantiva el proceso de organización de la siguiente reunión global: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, realizada en Río de Janeiro en junio de 1992, veinte años después de Estocolmo, mejor conocida como la Cumbre de la Tierra. En esa Cumbre cerca de 180 jefes de Estado adoptaron el compromiso del desarrollo sustentable en la Declaración de Río y en la Agenda XXI, así como la Convención sobre Diversidad Biológica, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático y los principios sobre desarrollo sustentable de los bosques.
La movilización mundial que se dio en torno a la Cumbre de Río no había tenido precedente; desa- fortunadamente el tema no pudo mantener el mismo nivel de atención global y mucho menos superarlo. La actividad de los años siguientes fue intensa para la adopción e implementación de las convenciones y aun cuando se creó un órgano para el seguimiento de los acuerdos y para profundizar en el análisis y elaboración de propuestas, la Comisión de Desarrollo Sustentable, éste realmente no ha cumplido con su cometido. Al paso del tiempo, el tema ambiental se fue desdibujando como un asunto central del desarrollo y quedó acotado nuevamente a las esferas especializadas que, aunque cada vez más sólidas, no han dejado de ser sectoriales perdiendo la visión integral del desarrollo sustentable en sus tres dimensiones: la ambiental, la social y la económica. Las políticas sobre estas dimensiones avanzan de manera desintegrada sin lograr el objetivo del desarrollo sustentable.
En el año 2000, la Asamblea General de la ONU adoptó los Objetivos del Milenio; uno de los ocho objetivos es "garantizar la sustentabilidad del medio ambiente". Este nuevo ímpetu revitalizó el tema y encauzó el proceso de preparación de la tercera cumbre, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sustentable, realizada en Johannesburgo en 2002. La posibilidad de avanzar en esta ocasión en la integración de las políticas sociales, ambientales y económicas y comprometer acciones más concretas para su implementación generó muchas expectativas; no obstante, pronto se desvanecieron. Después del 9/11 el terrorismo, las armas de destrucción masiva y la guerra de Irak acapararon la atención global y Bush impuso los frenos necesarios para abortar el éxito de la Cumbre hacia la sustentabilidad del desarrollo.
El entonces secretario general reconoció, en el contexto de la Cumbre, que la implementación de los compromisos en la última década no había sido exitosa y que las tendencias generales con respecto al desarrollo sustentable estaban peor que en 1992.
Así transcurrió el resto de la década. Al menos el tema del cambio climático, aunque con dificultades, logró posicionarse. No corrieron la misma suerte los demás asuntos de la agenda de la sustentabilidad del desarrollo: detener la pérdida de la biodiversidad y la degradación de la tierra; mejorar el acceso sustentable al agua, en calidad y cantidad; garantizar la seguridad alimentaria y fomentar la agricultura sustentable y la pesca responsable; valorar los servicios ambientales; construir una economía baja en consumo de carbono; disminuir la pobreza y las desigualdades sociales, entre muchos otros.
El próximo 5 de junio se celebrará la cuarta cumbre, nuevamente en Río de Janeiro, por lo cual se le conoce como Río+20. Surge una vez más la esperanza de poder movilizar a los jefes de Estado y a la sociedad, como ocurrió en Río en 1992 y dar, ahora sí, los pasos sustantivos, concretos y definitivos para el desarrollo sustentable. No queda mucho tiempo e ignorar esta responsabilidad es un atropello para los derechos de las futuras generaciones.
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