Dietas y cambio ambiental global
Dietas y cambio ambiental global
La producción agrícola es el factor más importante en la pérdida de ecosistemas, pues contribuye al cambio climático entre un 16 y 20%
José Sarukhán Kermez ǀǀ El Universal ǀǀ 06 de febrero de 2015
Es bien conocida la frase del epicúreo normando Jean Brillant‐Savarin: “Dime qué comes y te diré quién eres”, que refleja el efecto que la alimentación tiene sobre el organismo de las personas y las características corporales y culturales de los individuos. Sin embargo, esa frase tiene ahora impactos que van mucho más allá de los individuos, pues alcanza una dimensión global que nos afecta a todos: el cambio global: pérdida de ecosistemas y cambio climático.
Un reciente estudio en Nature Climate Change presenta datos que sugieren que si las tendencias de consumo de alimentos —y por lo tanto su producción— se mantienen como en el presente, alcanzarían o sobrepasarían por sí mismas las metas globales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la economía mundial para 2050, y mantener esas metas implicaría tener que de carbonizar los sectores industrial y energético globales.
El estudio, realizado por investigadores de las universidades de Cambridge y de Aberdeen en GB, menciona que con las actuales tendencias de alimentación, a mediados de este siglo el área cultivada del mundo se habrá expandido un 42% más y el uso de fertilizantes habrá aumentado un 45%, en relación a los niveles de fines de la década pasada. Ese incremento estimulará la deforestación para nuevas áreas agrícolas y el impacto de fertilizantes y el metano emitido por el ganado para abastecer de carne a los consumidores, todo lo cual significa un incremento de 80% de los GEI generados por la producción de alimentos.
Mitigar ese impacto implica: a) reducir al menos un 50% el desperdicio global de alimentos ya producidos (que es de un 30‐35%), especialmente los alimentos que tienen una gran huella ecológica, y b) en especial cambiar la dieta humana.
El aumento de área agrícola se debe a la producción del alimento consumido en forma de granos, hortalizas, etc. por nosotros y los animales que comemos, los cuales tienen una baja eficiencia de conversión de alimento en carne, pues se requieren 100 kg de granos para producir 3 kg de carne; entre más carne se consume, se necesita mayor extensión agrícola. La producción agrícola es (y ha sido siempre) el factor más importante en la pérdida de ecosistemas, contribuye al cambio climático (entre 16 y 20%) y contamina suelos y cuerpos de agua, incluido el mar; por ello las dietas que adoptamos tienen una gran influencia en el cambio ambiental global.
Reducir los actuales márgenes de ineficiencia de producción de alimentos ayuda a resolver parte del problema; pero aún así, las demandas alimentarias proyectadas en los modelos usados en el estudio requieren importantes extensiones adicionales de área agrícola, por lo que el impacto en las emisiones adicionales de GEI se mantiene igual, además de las demandas sobre agua y fertilizantes minerales.
El cambio más importante en los modelos de los investigadores británicos proviene de adoptar una dieta saludable, pero reducida en consumo de carne roja y de alimentos industrializados, que usan insumos con gran huella ecológica. No se trata de convertir a la población mundial a una dieta vegetariana; se trata de que, mediante una educación alimentaria eficaz, la gente consuma carne en cantidades sensatas: unos 180 g de carne y media docena de huevos a la semana, y carne de ave diariamente, es una dieta más balanceada, logrando una vida personal más sana y reduciendo el impacto ambiental para tener un planeta también más sano. La educación tiene que empezar en casa y reforzarse en las escuelas, pero requiere de la iniciativa y la rectoría del Estado para operar.
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