Ciudadanía y cambio climático
Ciudadanía y cambio climático
Julia Carabias Lillo || Reforma || 03 de abril 2010
El sábado 27 de marzo, entre las 8:30 y 9:30 pm, cerca de 124 países y 4 mil ciudades del mundo participaron en una acción ciudadana convocada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) y respaldada por la Organización de las Naciones Unidas: La Hora del Planeta. Durante esa hora se apagaron las luces de los principales monumentos de las grandes ciudades, las de muchas empresas, comercios y de miles de viviendas, al mismo tiempo que en las plazas públicas se concentraron millones de personas. El propósito de esta acción no era el ahorro de energía sino contribuir a la toma de conciencia sobre el inevitable problema global del cambio climático.
Las evidencias científicas han dejado de manifiesto que el cambio climático está provocando: pérdida de biodiversidad por extinción de especies; problemas de seguridad alimentaria por la disminución de importantes cultivos agrícolas y de la productividad pecuaria; incremento del estrés hídrico por disminución de la disponibilidad de agua; incremento de los incendios forestales y de la frecuencia e intensidad de los huracanes y tormentas tropicales; trastornos de salud pública, sobre todo en la población más desprotegida, entre otras afectaciones graves.
Se trata de un asunto global y su solución debe ser, igualmente, global. No será posible detener y revertir este fenómeno sin un acuerdo internacional contundente y de gran envergadura que comprometa a los gobiernos a actuar urgentemente. Por ello la trascendencia de la próxima Conferencia de las Partes (COP 16) que se realizará en Cancún a finales de noviembre y principios de diciembre de este año.
Pero además de la inexorable urgencia de dicho acuerdo, la acción ciudadana y el involucramiento individual son factores indispensables para: disminuir el consumo de energía y evitar el cambio de uso de suelo; demandar productos que provengan de procesos de producción más limpios y que generen menos gases efecto invernadero (GEI); presionar a los gobiernos, locales y nacionales, para comprometerse y cumplir, sin cortapisas, con la reducción de los GEI y la inversión de los recursos económicos necesarios para lograr la adaptación a este inminente fenómeno.
Sin embargo, ni los individuos ni las empresas son conscientes de su papel y ven al cambio climático como un asunto que rebasa sus capacidades, trasladando la responsabilidad a los gobiernos. La toma de conciencia social e individual sobre este fenómeno antropogénico es crucial. Se necesita difundir información confiable, accesible y fácilmente comprensible de las consecuencias que la acción individual tiene en la generación de emisiones con el fin de propiciar un cambio de actitud en los consumidores y que éstos sean capaces de modificar hábitos arraigados que responden a costumbres sociales y que se limitan a satisfacer las necesidades y expectativas de vida sin considerar los efectos futuros. Es necesario reconocer que para amplios sectores de la sociedad, los más pobres, es un asunto de sobrevivencia resolver día a día las necesidades inmediatas, sin posibilidades de elección. Pero para el segmento de población, el que más energía consume, el cambio de patrones de consumo no sólo es viable sino obligatorio.
Algunas de las medidas que los individuos, sobre todo de las ciudades, pueden realizar y, aunque obvias, no se llevan a cabo plenamente son las siguientes: aprovechar la luz natural sin encender luz eléctrica y apagarla cuando no se ocupan las habitaciones u oficinas; cambiar los focos incandescentes por focos fluorescentes ahorradores; desconectar los cargadores de celulares, cámaras fotográficas u otros dispositivos portátiles cuando no se usan; pintar con colores claros paredes y techos para incrementar la luminosidad de los interiores; disminuir el uso del automóvil, caminando o compartiéndolo con familiares y vecinos; evitar frenar o acelerar con brusquedad ya que ello aumenta la producción de gases contaminantes y consume más gasolina; no dejar el tanque de gasolina sin tapón, pues se pierde combustible por evaporación; mantener las llantas a la presión indicada, lo cual mejora el consumo de gasolina; utilizar la mínima cantidad de agua caliente al bañarse y no usarla para lavar platos o ropa; minimizar las envolturas en las compras; usar con moderación el aire acondicionado y los calefactores; sellar ventanas y puertas para evitar pérdida de calor o ventilar las habitaciones en la temporada de altas temperaturas; al adquirir nuevos electrodomésticos elegir los de bajo consumo energético; en caso de comprar un nuevo automóvil, escoger uno de 4 cilindros, entre muchas otras.
Las acciones ciudadanas son muy significativas y, aunque no lo parezca, la suma de los esfuerzos individuales, familiares y comunitarios, sin restar ni sustituir las responsabilidades de los gobiernos, contribuyen a la solución del cambio climático, el mayor reto de la humanidad para el siglo XXI.
Fuente: Hemeroteca