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Controlar emisiones o crecer. ¿Un dilema?

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Controlar emisiones o crecer. ¿Un dilema?

José Sarukhán Kermez  ǀǀ  El Universal ǀǀ  22 de noviembre de 2013

Ni siquiera los más acerbos incrédulos acerca del calentamiento global cuestionan ya el hecho de que es real y que se debe a los niveles actuales de consumo de combustibles fósiles. Siguen existiendo fundamentalistas que —por ignorancia, más que por otra cosa— piensan que el calentamiento de la atmósfera debe resultar de algún fenómeno natural en el sistema solar. Lo que la mayor parte de la gente informada se pregunta es qué tan posible será realizar reducciones de la envergadura que se requiere para encarar la seriedad del problema de cambio climático (CC) sin que esto resulte en una destrucción de la economía. La resistencia de los países industrializados a tomar decisiones al respecto, incluyendo las actuales rondas de pláticas en Varsovia, reside en el argumento de que dichas reducciones afectarían la economía de sus países a tal grado que los haría perder competitividad, generaría desempleo generalizado y una depresión económica de gran magnitud, con todas las serias secuelas de esta cadena de eventos.

Paul Krugman, el premio Nobel de Economía, en un muy leído artículo suyo en The New York Times (nyti.ms/bBl7V8) trata justamente esta falsa disyuntiva de manera muy clara y, creo yo, convincente. Según él, un buen número de economistas especializados en problemas del CC coincide en que un programa basado en leyes de mercado para encarar las emisiones de CO2, que les imponga un precio a esas emisiones, podría generar buenos resultados con un costo importante pero no prohibitivo; existen suficientes evidencias de que los tipos de control con base en medidas de mercado funcionan. Las diferencias de opinión entre los economistas ambientales y quienes promueven que debe haber ya acciones concretas, tiempos y metas definidas para reducir las emisiones significativamente, residen más bien en qué tan pronto —y con qué intensidad— hay que empezar a actuar. Otro punto de controversia es que la contaminación de la atmósfera global con CO2 es considerada por muchos como un crimen que debe evitarse, y no como algo que puede hacerse siempre y cuando se pague por ello, como podrían entenderse los mecanismos de “límite e intercambio” (cap and trade).

Krugman puntualiza el hecho real de que no hay resultados creíbles provenientes de investigación económica seria que sugieran que embarcarse en acciones drásticas respecto a CC esté fuera de la capacidad económica actual del mundo y que los modelos existentes en todo caso sobreestiman —no subestiman— los costos de acciones para aminorar el CC, concluyendo que podemos, globalmente, afrontar acciones serias al respecto. Ciertamente esto tiene costos, pero tenemos que compararlos a los costos de la inacción.

Por otro lado, las predicciones de los peores escenarios en los modelos climáticos han resultado ser serias subestimaciones de lo que en realidad está pasando con el calentamiento global, la posible elevación del nivel del mar, la acidificación del agua marina y sus devastadores efectos en la vida marina, el deshielo de los polos, etcétera. La mayoría de los modelos ahora predicen una elevación promedio de 5°C para fines de este siglo. Esto equivaldría a que Cuernavaca tuviese la temperatura promedio anual de Villahermosa.

Sin entrar al detalle de los cálculos, comparando los costos de la inacción (alrededor de 5% del PIB mundial para fines del siglo) con los de tomar acciones (2% del PIB mundial), resulta claro que conviene tomar acciones ahora y cuanto antes.

Sin embargo, esa aparentemente simple aritmética no es tan sencilla de adoptar. Hay varias razones para ello que explicaré en mi próxima entrega, para terminar con el tema del CC y la forma en que una verdadera economía verde puede contribuir a hacer que las acciones serias de mitigación del CC sean no sólo perfectamente compatibles sino indispensables para asegurar una vida económica sana para las futuras generaciones de todos los países. Hasta entonces, estimados lectores.

 

 

 

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