Corregir el rumbo
Corregir el rumbo
Julia Carabias Lillo || Reforma || 21 de febrero 2008
No obstante la amplia información que se ha difundido sobre el tema del cambio climático, particularmente durante 2007, aún existe confusión en el público en general en cuanto a su real significado. El concepto del estado del tiempo con frecuencia se confunde con el de cambio climático. El primero se refiere a las condiciones atmosféricas que prevalecen en un sitio geográfico y en un lapso de tiempo determinado; se describe por medio de la temperatura, la lluvia, el viento, la nubosidad, entre otros parámetros. Por causas naturales, el tiempo cambia a lo largo del día, entre los días, entre los meses y existe una cierta repetición de estas variaciones año con año. Los promedios de varios años de estas variaciones definen el tipo de clima de un sitio dado. Así pues, el estado del tiempo es puntual, mientras que el clima está determinado a lo largo del tiempo.
El clima de un sitio también puede presentar variaciones entre los años y así ocurrir eventos extremos por causas naturales que se convierten en periodos de altas o bajas temperaturas, prolongadas sequías o intensas lluvias. Esto ha acontecido siempre, es natural, no se encuentra bajo el control humano y lo estudia la ciencia de la meteorología.
A lo largo de la historia del planeta han ocurrido profundos cambios del clima. Regiones que poseían climas templados se convirtieron en tropicales en las épocas interglaciares o bien, los trópicos, en espacios templados o fríos durante las glaciaciones. Estos cambios han sido naturales y se han producido durante cientos de miles de años, lo cual ha dado tiempo a la adaptación de los ecosistemas y sus especies.
Sin embargo, en la actualidad, el cambio climático no es producto de causas naturales, ni ocurre en muy largos periodos de tiempo que permitan la evolución y adaptación de la vida. Actualmente, el cambio climático es un fenómeno producto de la interferencia humana en el funcionamiento de la atmósfera, está ocurriendo en tan sólo unas pocas décadas y no da oportunidad a la adaptación natural de la vida en el planeta.
El cambio climático se produce, en primer lugar, por la quema de combustibles fósiles principalmente para el transporte, la actividad industrial y la generación de energía y, en segundo lugar, por la quema de la vegetación producto de la deforestación de los ecosistemas naturales para las actividades agropecuarias, desarrollo urbano y servicios. Estas quemas liberan bióxido de carbono a la atmósfera y se ha comprobado que las altas concentraciones de este gas, junto con las de otros gases llamados gases de efecto invernadero (GEI), muy por encima de las condiciones normales de la atmósfera, absorben la radiación solar y calientan la superficie de la tierra. Las concentraciones de bióxido de carbono pasaron de 280 partes por millón (ppm), antes de la revolución industrial, a más de 380 ppm en la actualidad, o 430 ppm si se consideran todos los gases efecto invernadero, lo que representa la más alta concentración de los últimos 650 mil años.
El incremento de los impactos del cambio climático podría evitarse si somos capaces de estabilizar las concentraciones de GEI en la atmósfera, es decir, evitar su aumento, lo cual implica reducir las emisiones que se generan actualmente.
La mayor responsabilidad en esta tarea la tienen los países desarrollados (listados en el llamado Anexo I de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), quienes emiten el 41.4 por ciento de los GEI. Es por ello que, bajo el principio enunciado en la convención acerca de la responsabilidad común pero diferenciada en función del grado de desarrollo de cada nación, estos países, en conjunto, deben reducir sus emisiones para el año 2012 en 5.2 por ciento por debajo de los volúmenes que emitían en 1990. Este compromiso quedó establecido en el Protocolo de Kioto firmado en 1997 y que, finalmente, con gran retraso, debido al rechazo y militancia activa de Estados Unidos en su contra, entró en vigor en 2005.
Una vez que los países del Anexo I han decidido adoptar medidas serias para reducir sus emisiones, toca a los países en vías de desarrollo que no pertenecen al Anexo I, quienes en conjunto emitimos el 58.6 por ciento de los GEI, contribuir a mitigar el problema. El compromiso de los países desarrollados de reducir emisiones no aplica para los países en vías de desarrollo, considerando que estos últimos deben seguir creciendo para alcanzar el bienestar social. Sin embargo, es evidente que no debemos repetir el mismo camino y errores que los países desarrollados. Es necesario, desde ahora, corregir el rumbo que ha seguido el crecimiento económico para lograr que éste ocurra con menos emisiones de GEI. Es decir, no frenar el crecimiento económico pero incorporar patrones de consumo y de producción más eficientes en cuanto al uso de energía y del suelo. De eso se trata el desarrollo sustentable.
México ha dado un paso muy importante y ejemplar en esta dirección. Es el único país no Anexo I que ha elaborado una Estrategia Nacional de Cambio Climático integral, coherente y agresiva. Queda ahora el reto de aplicarla.
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