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Equidad de género

Julia

 

Equidad de género

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  03 de marzo 2012

La meta a la que aspiramos muchos millones de ciudadanos del planeta es la de ser capaces de construir un mundo libre, sin pobreza, sin desigualdades sociales, con justicia social, con una calidad de vida digna para todos, así como lograr que nuestras conductas como sociedad no alteren los sistemas biofísicos en los que habitamos, dejando así el camino para que el resto de las especies del planeta continúen su evolución sin mayor interferencia humana.

Estos enunciados, que son los del desarrollo sustentable, no podrán concretarse si no ocurren cambios estructurales profundos en las tendencias sociales y económicas que ha seguido el actual tipo de desarrollo; uno de esos cambios ineludibles tiene que ver con la equidad de género. Afortunadamente, en las últimas décadas el tema se ha posicionado en las agendas, tanto nacionales como globales, aunque a veces más por compromiso que por convicción. A pesar de ello, las desigualdades entre los derechos de hombres y mujeres persisten, en algunos casos por costumbre, en otros incluso por normatividad.

Este tema no sólo es un asunto de justicia social y derechos humanos, lo cual en sí mismo ya es motivo suficiente de reivindicación, es además una cuestión clave para el futuro de la humanidad. Dentro de las causas de las crisis económica, social y ambiental que vivimos hay que resaltar las tendencias demográficas y los patrones de consumo y de producción insustentables; la modificación de estos factores requiere inequívocamente de la equidad de género. Me explico.

Está demostrado que la planeación familiar, el acceso a la salud reproductiva y la libre decisión de los derechos sobre la reproducción reducen la mortalidad infantil y materna, la tasa de fecundidad y contribuyen a la superación de la pobreza. Aun cuando el acceso a métodos anticonceptivos se ha incrementado, las desigualdades regionales son abismales; mientras que en América Latina 72 por ciento de las mujeres tiene acceso a estos métodos, en África subsahariana únicamente 22 por ciento de las mujeres lo tiene.

Sin embargo, la planificación familiar no es suficiente si no va acompañada de otras medidas sustantivas como el acceso a la información, la educación, la capacitación y el empleo. Se sabe que a mayor educación menor número de hijos; particularmente las mujeres que completaron los estudios de secundaria tienen, en promedio, un hijo menos que aquellas que sólo terminaron la primaria, e incluso alcanzan una condición de vida mejor. Se estima que por cada año de educación adicional que cubre una persona en los países en desarrollo, se incrementa su ingreso promedio en 10 por ciento.

Aunque hay que reconocer que se ha avanzado notablemente en la cobertura de los estudios de primaria en el mundo, todavía hay 67 millones de niños fuera de este nivel escolar y menos de un cuarto de los escolares termina la secundaria. Las mujeres constituyen dos terceras partes de los 793 millones de analfabetos en el mundo.

Las mujeres bien informadas y con educación pueden ser un factor de transformación de los patrones de consumo hacia formas más adecuadas con el entorno natural. La generación de una nueva cultura sobre la sustentabilidad ambiental se gesta, no sólo desde las escuelas, sino también desde los hogares. El consumo eficiente del agua, de la electricidad, el manejo de los desechos, la elección de productos amigables con el medio ambiente son procesos que pueden modificar los patrones de consumo para disminuir los impactos ambientales y mejorar la salud familiar.

Por otro lado, las mujeres empleadas también tienen menos hijos y mejores condiciones de vida; además, su plena inclusión en el mercado de trabajo fortalece las economías nacionales. Pero lejos de cerrarse la brecha entre hombres y mujeres, la crisis económica ha impactado más a éstas ya que cerca de dos terceras partes de las mujeres asalariadas tienen contrataciones vulnerables vinculadas a industrias fuertemente afectadas por la recesión.

En el medio rural la situación de las mujeres es aún más difícil. En varios países existen leyes y prácticas discriminatorias que impiden a las mujeres, por ejemplo, heredar la tierra o acceder a ella, marginándolas en su capacidad productiva. Se ha estimado que si las mujeres tuvieran las mismas posibilidades de acceso que tienen los hombres a créditos, financiamiento, derecho de propiedad y asistencia técnica, se podría incrementar la productividad en sus parcelas entre 20 y 30 por ciento, lo cual elevaría la producción agrícola en los países en desarrollo entre 2.5 y 4 por ciento y disminuiría la desnutrición entre 12 y 17 por ciento.

En síntesis, una estrategia de atención integral de salud, educativa y de empleo para la población, con especial énfasis en la equidad de género, es condición sine qua non para la construcción del desarrollo sustentable.

Estos temas, entre otros, serán analizados la próxima semana en el Segundo Congreso Internacional "La Experiencia Intelectual de las Mujeres en el Siglo XXI", organizado por Conaculta.

Fuente:  Hemeroteca

 

 

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