Evolución – revolución
Evolución – revolución
Julia Carabias Lillo || Reforma || 14 de noviembre 2009
Charles Robert Darwin, padre de la teoría de la selección natural, nació en Inglaterra, en 1809, hace 200 años. Odiaba la escuela y era, desde adolescente, un empedernido coleccionista y apasionado cazador. Su padre, primero lo presionó a estudiar medicina, carrera que aborreció y pronto abandonó; después, preocupado de que su hijo fuera un holgazán, lo enroló en una carrera clerical en Cambridge. Allí, gracias a la influencia de sus profesores de geología, de su tutor el botánico Henslow, y de las obras de Humboldt, decidió concentrarse en la historia natural. Debido a sus cualidades, Henslow lo propuso ante el Almirantazgo británico para ser el acompañante del capitán del Beagle, Fitz Roy, en su siguiente viaje a Tierra de Fuego. Esta misión formaba parte del interés de la corona victoriana, una vez terminadas las guerras napoleónicas, de consolidar sus colonias y disponer de rutas más cortas y seguras. El viaje del Beagle (1831-1836) cambió la vida de Darwin y el rumbo de la ciencia.
En cuanta localidad se detenía el Beagle, Darwin recolectaba su flora y fauna y realizaba numerosas observaciones geológicas. Los especímenes, etiquetados, los enviaba a su tutor, quien los difundía entre las sociedades científicas. Así, mientras viajaba, Darwin fue haciéndose de una fama que él mismo desconocía. Paradójicamente, la colección de los pinzones de las Islas Galápagos, aves que años después utilizó para fundamentar su teoría, carecía de datos precisos y las diferencias que estas especies presentaban entre cada isla no fueron claramente percibidas por Darwin, a pesar de que el gobernador de Galápagos le había hecho notar el caso de la variación de las tortugas gigantes. Especies distintas, aunque casi idénticas, en cada isla, es lo que hace a las Islas Galápagos un santuario de la evolución.
Al volver a Inglaterra, Darwin se convirtió en un destacado científico. Después de publicar, en 1839, su diario del Beagle, se abocó a analizar las colecciones de este viaje y fue consolidando en su mente la idea del cambio de las especies, de su extinción y repoblación. El análisis de los pinzones de Galápagos, de la colección de Fitz Roy, lo cual provocó una ruptura irreconciliable con el capitán, le confirmó la idea de las trasmutaciones. Sin embargo, no lograba encontrar el factor causal del cambio.
En 1844 Darwin terminó su manuscrito sobre la selección natural, pero guardó sus ideas durante décadas, en parte debido a que seguía en la búsqueda de una explicación a su teoría, publicando decenas de ensayos sobre la variación de las especies, y en parte porque temía que el rechazo de la Iglesia afectara su ascendente carrera. Vivía una vida dual, por un lado entre clérigos y científicos conservadores, de quienes se alejaba cada vez más; por el otro, en la clandestinidad de sus herejías evolucionistas, que rompían con la estructura creacionista de un diseño divino, las cuales lo atormentaban y menguaban su salud.
Paulatinamente, Darwin se fue acercando a los científicos liberales y laicos de Londres (Huxley, Hooker, Lubbock, Lyell), quienes al conocer que Wallace llegaba a las mismas conclusiones que Darwin lo convencieron de dar a conocer su teoría conjuntamente con Wallace. Finalmente, hace 150 años, el 24 de noviembre de 1859, Darwin publicó El origen de las especies, en donde explica la adaptación, la variación y el origen de las especies mediante la selección natural. Esta obra revolucionó el pensamiento de la época y transformó el curso de las ciencias naturales. Las reacciones, como era de esperarse, fueron muchas y muy variadas.
En 1868 decidió enfrentar la obra que había esquivado, aplicar la teoría de la evolución a la especie humana. Así, en 1871, Darwin publicó El origen del hombre. Nuevamente se reabrieron la controversia y el escándalo entre las mentes victorianas.
Darwin, aunque agnóstico, siempre fue precavido al plantear sus puntos de vista religiosos. Recibió muchos reconocimientos de científicos, políticos liberales y eclesiásticos, pero la corona sólo reaccionó hasta después de su muerte, cuando los sentimientos imperiales y patrióticos se expresaron y la Cámara de los Comunes aceptó que fuera enterrado, junto a Newton, en la abadía de Westminster.
Durante muchas décadas las ideas de Darwin y sus seguidores fueron perseguidas. En el centenario de su nacimiento, los científicos del mundo reivindicaron sus ideas, pero durante la primera mitad del siglo XX éstas fueron mal utilizadas, por ejemplo, por el hitlerismo o por los americanos fundamentalistas. En la conmemoración de los 100 años de El origen de las especies, los biólogos y ecólogos eminentes de la época lograron reposicionar la teoría de Darwin, y hoy, a 200 años de su nacimiento, Darwin sigue siendo un referente. Por ello, el Colegio Nacional y la UNAM están conmemorando el bicentenario de Darwin (del 12 al 19 de noviembre).
P.D. Aunque nos sorprenda, aún existen muchas personas que cuestionan la evolución y consideran a Darwin un demonio.
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