Francisco y el ambiente

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Francisco y el ambiente

José Sarukhán Kermez  ǀǀ  El Universal  ǀǀ  03 de abril de 2015

 

Desde hace tiempo, la Iglesia Católica ha defendido su posición de apoyo a los esfuerzos de los científicos para estudiar las causas y los efectos del cambio climático y ha insistido que los gobiernos y las empresas tomen acciones serias al respecto.

En una acción que será sin duda ejemplar, y podrá marcar un importante hito en nuestro tiempo, el Servicio Católico de Noticias (http://bit.ly/19FFf57) ha anunciado que el papa Francisco está dando los últimos toques a una encíclica sobre el ambiente que se planea publicar a inicios del verano, y que ubica a la ecología “como el tema definitivo en lo que se refiere a asuntos de defensa de la vida, de los pobres y de las familias”. En palabras del papa Francisco “necesitamos ver —con los ojos de la fe— la relación entre el ambiente natural y la dignidad de la persona humana”. El cardenal Peter Turkson coordina el esfuerzo con la ayuda de la Academia Pontificia y ha insistido que el documento no es “una agenda limitada para pintar de verde a la Iglesia… es una visión de cuidado y protección que incluye a la persona humana y al ambiente humano en toda su dimensión”.

El texto de la nota en el servicio de noticias puede resultar ambiguo en el uso de términos como la defensa de la vida, pues puede leerse como una propuesta en contra del derecho a decidir en casos de aborto, o al concepto de una familia solamente de unión heterosexual, que además de discutibles, representan elementos del todo ajenos a la protección del ambiente. El lenguaje creacionista también aparece explícitamente en la nota y resulta difícil de aceptar a estas alturas de nuestro conocimiento acerca del proceso de evolución. Este argumento reenfatiza el “lugar especial de la humanidad” como si fuese una entidad separada de la naturaleza, y privilegiada por un acto sobrenatural, y diferente del ensamblaje del mundo natural, lo que derrota el intento del papa Francisco y su inmediato antecesor (Benedicto XVI) para salvar a la naturaleza. Mientras sigamos pensando que no somos una especie producto del proceso de evolución y que compartimos genes con todos los organismos con los que convivimos en este planeta, será difícil hacer penetrar en los humanos la idea de la necesidad imperiosa de la protección de esa naturaleza de la que somos parte.

Entiendo que el concepto de evolución orgánica a través de la selección natural, que implica —si es tomado en serio— la no necesidad de una intervención sobrenatural para la existencia de la vida en la Tierra y su evolución por millones de años, puede ser demasiado para ser aceptado por cualquiera de las religiones institucionalizadas. Por ello es aún más de valorar el hecho de que un documento formal de la Iglesia Católica — como una encíclica— abogue explícitamente por acciones claras para encarar el reto más serio que la humanidad ha tenido en su breve presencia sobre la Tierra. Igualmente, el hecho de que, en diversos foros, el papa Francisco haya denunciado la “cultura del desperdicio” que impera en muchos países ricos, así como su exigencia de que la comunidad internacional atienda “las causas estructurales de la pobreza y el hambre, alcance mejores resultados en la protección del ambiente, asegure trabajos dignos y productivos para todos”.

Las iglesias todas deben ser un instrumento efectivo de cambio comportamental profundo de sus fieles, en el sentido de su responsabilidad ética con el ambiente del que dependen ellos y las futuras generaciones con las que tienen, también, una responsabilidad ética.