La investigación ecológica
La investigación ecológica
Julia Carabias Lillo || Reforma || 24 de diciembre 2011
La gestación y consolidación de las políticas ambientales nacionales no puede entenderse al margen de la evolución de la ciencia de la ecología en nuestro país. La generación de conocimiento que explica los fenómenos del funcionamiento de la naturaleza y su vinculación con los procesos sociales ha sido indispensable para el diseño de dichas políticas y sus instrumentos, tales como el ordenamiento ecológico, la evaluación de impacto ambiental, las áreas naturales protegidas, el manejo de la vida silvestre, la valoración de los servicios ambientales, la restauración ambiental, entre muchos otros. Además, la disponibilidad de una sólida base de datos científicos es el mejor soporte tanto para la toma de decisiones de largo plazo, como para la resolución de conflictos en torno al uso de los recursos naturales.
En la década de los años setenta se gestaron los primeros grupos de investigación ecológica del país en torno a algunos científicos cuyas áreas de especialidad en la ecología eran complementarias. Entre ellos cabe destacar a Alfredo Barrera (especialista en biogeografía), José Sarukhán (en dinámica de poblaciones), Arturo Gómez-Pompa (en manejo de recursos naturales), Gonzalo Halffter (en conservación de la biodiversidad y biogeografía) y Efraín Hernández X. (en agronomía con una visión ecológica). Pocos años después, México logró consolidar una masa crítica de ecólogos que paulatinamente fueron construyendo instituciones académicas, gubernamentales y no gubernamentales que han marcado el rumbo del país en materia ambiental.
Entre ellos cabe destacar los grupos de diferentes disciplinas, que desarrollan investigación con un horizonte de largo plazo para entender la dinámica espacial y temporal de los procesos naturales y que se han agrupado en la Red Mexicana de Investigaciones Ecológicas a Largo Plazo. Se trata de una sección de la red mundial LTER (Long Term Ecological Research) cuyos objetivos son los de estandarizar metodologías que permitan comparar resultados; formar recursos humanos capaces de analizar los procesos complejos de la interacción sociedad-naturaleza; generar bases de datos de largo plazo; usar nuevas tecnologías de información y hacer esta última disponible para los tomadores de decisiones.
En el libro La investigación ecológica a largo plazo en México coordinado por Enrique Jardel, Manuel Mass y Víctor Hugo Rivera, editado por la Universidad de Guadalajara y Red Mex-LTER y presentado en la FIL 2011, se describe el objetivo de dicha red y la labor de quienes la conforman. Los investigadores pertenecen a diferentes institutos y universidades y desarrollan sus trabajos en una amplia gama de los muy diversos ecosistemas mexicanos, como son, los terrestres de las reservas de la Biósfera de los Tuxtlas, Mapimí, Manantlán y Chamela; los pastizales y los ecosistemas del Altiplano; el Lago de Alchichica; los ecosistemas costeros de Jalisco, Colima y de la Península de Yucatán, y los arrecifes de coral del Pacífico.
Algunos factores clave para el desarrollo de estas investigaciones han sido: la existencia de áreas naturales protegidas que ofrecen mayor seguridad para el análisis de ecosistemas sin perturbaciones en el largo plazo; la presencia de estaciones de campo; el involucramiento de instituciones académicas; y la disponibilidad de recursos financieros.
Dentro de las principales áreas temáticas que conforman la agenda de la Red Mex-LTER se pueden mencionar los estudios de productividad primaria en ecosistemas naturales; de la dinámica del agua, del carbono y de los nutrientes; de la biodiversidad y sus procesos de perturbación tanto humanos como naturales; del cambio climático; de manejo y monitoreo de ecosistemas, entre otros. Algunos proyectos han logrado mantenerse de manera continua durante más de 30 años, lo cual ha permitido acopiar información de gran valor científico, no solo para México sino para la ciencia universal.
Otro caso ejemplar en el contexto de proyectos de largo plazo es el caso de la Estación Chajul, la cual gracias a sus más de 20 años de operación continua en la Reserva de la Biosfera Montes Azules, además de producir conocimiento científico, ha acumulado una experiencia inigualable en el manejo y conservación de las áreas naturales protegidas y contribuido a la creación y fortalecimiento del sistema nacional de estas áreas. En contraste, un caso para lamentar fue la interrupción de más de 40 años de trabajo del Instituto de Historia Natural de Chiapas, único en su tipo en el estado, el cual, a pesar de haber aportado un valioso cúmulo de conocimiento sobre la biodiversidad regional y formado decenas de especialistas durante décadas, fue derogado por una mala decisión del ejecutivo estatal.
La continuidad de los procesos de investigación y de sus instituciones es un gran activo nacional que hemos valorado poco; no tenemos en el país los mecanismos suficientes para garantizar su permanencia en el largo plazo.
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