Los mares también existen

Julia

 

Los mares también existen

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  07 de agosto 2010

A pesar del distanciamiento que una buena parte de la población mundial tiene con la naturaleza, sobre todo, la urbana, existe un creciente reconocimiento colectivo sobre la importancia de la biodiversidad en el desarrollo de las naciones y, aunque menos comprendida, en la estabilidad biofísica del planeta. Sin embargo, la percepción sobre la biodiversidad está sesgada hacia el ámbito terrestre, y las referencias a los ecosistemas naturales suelen ser, generalmente, a las selvas, bosques, desiertos y humedales. Asimismo, cuando se documenta el deterioro ambiental que los humanos provocamos, los indicadores utilizados son los de la deforestación, la erosión o la contaminación del aire y del suelo.

No es frecuente que los mares aparezcan en el escenario aun cuando ocupan 70 por ciento de la superficie del planeta y de ellos surgió la vida en la tierra. Peor aún, persiste la errónea idea de que los mares se encuentran en buenas condiciones ambientales, son infinitos y son fuente inagotable de alimentos. Nada más lejano de la realidad.

Debido al flujo continuo de agua en los mares, resulta difícil identificar claras barreras naturales entre los diferentes y múltiples ecosistemas marinos. La organización WWF ha propuesto 43 ecorregiones, clasificación que ha sido adoptada por muchas instituciones, la cual da un panorama de la heterogeneidad marina.

En total, hasta la fecha se han descubierto alrededor de 1.75 millones de especies, terrestres y acuáticas. De ellas, 27 mil 977 corresponden a los peces. Sin embargo, mediante diferentes métodos científicos, se estima que en el planeta viven entre 5 y 30 millones de especies. Es decir, apenas conocemos una pequeña parte de la vida en el planeta y, en particular, muy poco sobre la biodiversidad marina. Más aún, en el mar existen numerosas zonas inexploradas y muchos ecosistemas que, por su inaccesibilidad, son casi desconocidos.

La falta de información es notable. Las evaluaciones y textos comparativos sobre el número de especies de los diferentes taxa se concentran en los mamíferos, aves, reptiles, anfibios y plantas superiores; los peces raramente son mencionados. No obstante el rezago, las investigaciones avanzan con rapidez y el descubrimiento de nuevas especies de peces marinos es cotidiano. Existe una iniciativa mundial conformada por una red de investigadores llamada Censo de la Vida Marina, la cual presentará en octubre próximo el inventario más completo que haya existido sobre la vida marina.

Los mares, a diferencia de la percepción colectiva, se encuentran profundamente deteriorados. La sobreexplotación pesquera ha abatido múltiples poblaciones de peces con fuertes impactos, no sólo sobre la viabilidad de las especies explotadas, sino también sobre su entorno. El daño se incrementa debido a la contaminación del agua, sobre todo en las zonas costeras, producto de las descargas de aguas negras y de fertilizantes provenientes del continente, así como al depósito de sedimentos que acarrean los ríos en su desembocadura a consecuencia de la erosión por la deforestación de los ecosistemas terrestres. El cambio climático es otro factor que está afectando la distribución y abundancia de las especies marinas y, muy particularmente, a los arrecifes de coral.

La falta de conocimiento de la biodiversidad marina se refleja en las incipientes capacidades que tienen los países para la gestión de los ecosistemas marinos. Por lo general, las instituciones de gobiernos están fragmentadas y orientadas hacia la administración de las pesquerías; se carece de una visión multi- disciplinaria e integral para abordar la complejidad de la problemática de los temas marinos y costeros; las políticas nacionales y la legislación en esta materia son débiles; y no ayudan ni la limitada vigilancia ni la tímida aplicación de la ley.

Incluso los acuerdos internacionales para la atención de los ecosistemas marinos están dispersos. El tema está presente en la Convención sobre Diversidad Biológica, en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, en el Programa de Acción Mundial para la Protección de los Ecosistemas Marinos de las Actividades de Origen Terrestre, en el Código de Conducta para la Pesca Responsable de la FAO, pero, a pesar de la diversidad de estos instrumentos, los compromisos son difusos, más bien son exhortos, y avanzan muy lentamente.

El estado de salud de los ecosistemas marinos y el abatimiento de sus poblaciones constituyen un riesgo para el desarrollo e incluso para la propia vida marina que no es posible seguir eludiendo ni en el ámbito local ni en el global. Es indispensable la adopción de un nuevo enfoque que aborde la visión integral del medio marino, con todas sus interacciones costeras y terrestres al igual que sus dimensiones sociales, ambientales y económicas, y dejar, así, de ver el mar como un mero proveedor de pescado para consumo humano.

Fuente: Hemeroteca