Los niños en la Lacandona
Los niños en la Lacandona
Julia Carabias Lillo || Reforma || 05 de marzo 2009
El día de hoy, 38 niños procedentes de todos los estados de la República se encuentran recorriendo, conociendo y disfrutando la selva más virgen, extensa y biodiversa del país: la Selva Lacandona de Chiapas. Ellos son los ganadores del V Concurso de Dibujo "Que Viva la Selva Lacandona" organizado por Fundación Azteca, por Natura y Ecosistemas Mexicanos A.C. y por el gobierno del estado de Chiapas. El premio del concurso consiste en una excursión, de cinco días, a la Estación Chajul en el corazón de la Reserva de la Biosfera Montes Azules.
Este concurso surgió hace seis años ante la preocupación de que la Selva Lacandona era conocida, en el país y en el mundo, sólo como un área de conflicto y su deterioro ambiental se estaba incrementando a velocidades alarmantes. Gracias a una campaña masiva que TV Azteca ha realizado durante siete años consecutivos, la Selva Lacandona empieza a conocerse como la selva tropical húmeda más importante del país que debe ser conservada. Se trata de la superficie más extensa de este tipo de selva que resta en Mesoamérica. Sus cerca de 420 mil hectáreas en buen estado de conservación representan el 50 por ciento de lo que de ésta queda en México. Es, además, una de las fábricas de agua más significativas del país ya que en ella se produce alrededor de 30 por ciento del agua del río Usumacinta, que junto con el Grijalva forman la principal cuenca hidrográfica de México. Este ecosistema, a pesar de representar sólo 0.2 por ciento del territorio nacional, alberga al 20 por ciento de las especies mexicanas. La riqueza de la Selva Lacandona además de natural es también cultural lo que se expresa en sus actuales etnias y en los numerosos vestigios arqueológicos mayas.
Los ecosistemas bien conservados de esta región, afortunadamente, se encuentran bajo el régimen jurídico de áreas naturales protegidas: las reservas de la biosfera Montes Azules (la más extensa con una superficie de 331 mil hectáreas) y Lacantún; el Parque Nacional Palenque; los monumentos naturales de Yaxchilán y Bonampak; el área de protección Chan-kin; las áreas de protección de flora y fauna de Naha y Metzabok; y un área de protección comunal, La Cojolita.
El concurso de dibujo, conforme pasan los años, ha tenido un interés creciente. Este año concursaron cerca de 13 mil niños de todo el país. De entre ellos, después de una primera selección, un jurado a nivel nacional eligió un dibujo ganador por cada estado. Asimismo, Natura y Ecosistemas Mexicanos realizó un concurso de dibujo y cuento entre las escuelas de los ejidos colindantes con la Reserva de la Biosfera de Montes Azules, y los ganadores se han unido al grupo procedente de todo el país.
Durante su excursión, los niños recorren los ríos y senderos de la selva guiados y cuidados por un grupo de profesionales de Natura con el apoyo de 10 estudiantes de la Facultad de Ciencias de la UNAM (gracias, chavos). En muchas ocasiones el niño toma la decisión de concursar con el consentimiento de sus padres, pero cuando éstos reciben la llamada de Fundación Azteca comunicando que su hijo o hija ha sido seleccionado y que la visita a la Selva Lacandona es un hecho, surge una crisis familiar, ¿mi hijo en la Selva Lacandona con desconocidos? Durante los primeros años la autorización de los padres era difícil y era necesario hablar con cada familia para convencerla de que los niños irían muy protegidos y apapachados. Con el tiempo se ha incrementado la confianza, ¿será que, en efecto, la Selva Lacandona está dejando de ser conocida sólo por sus conflictos?
La despedida en el aeropuerto es el momento más tenso para todos, porque los niños se van cantando y lo padres se quedan llorando. Para muchos niños es su primer viaje en avión; para la mayoría, la primera vez que estarán lejos de su familia. No falta quien, durante la primera noche, necesita consuelo por la nostalgia familiar, lo cual no dura más allá de unos momentos ya que al escuchar el primer rugido nocturno de los monos aulladores, olvida su pena. Ante una lluvia intensa, los niños del desierto no salen de su pasmo, pues una copiosa lluvia de una tarde-noche en la selva equivale a todo un año de lluvia en sus lugares de origen.
Al término de estas jornadas, los niños regresan a sus casas habiendo conocido decenas de especies de animales y centenas de plantas inimaginables, con gran cantidad de información y, sobre todo, con el privilegio de haber escuchado los sonidos de la selva y olido su aroma; probado sus plantas comestibles; sentido el calor, la humedad, la lluvia y los moscos; nadado en los ríos con cocodrilos; experimentado tormentas tropicales; con nuevos amigos; convivido en un gran colectivo de personas de diferentes regiones del país, niveles sociales, religiones, costumbres, intereses, profesiones.
La experiencia individual y colectiva es única para niños y adultos, y está llena de vivencias y anécdotas que esperamos los marquen para el resto de sus vidas. Pero, sobre todo, deseamos que al haber conocido la maravilla natural más importante de México, desde pequeños y para siempre se sientan comprometidos con la naturaleza para que, en un futuro, dondequiera que se encuentren, sus decisiones se vean permeadas por la conservación de nuestro patrimonio natural.
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