Mentiras y verdades
Mentiras y verdades
Julia Carabias Lillo || Reforma || 05 de julio 2014
Los conflictos recientes en la Selva Lacandona reactivaron el cúmulo de mentiras y difamaciones. Poco a poco se ha ido demostrando la falsedad de las injurias, aunque quedan algunos temas por abordarse como es el caso de las estaciones de campo de la Reserva de la Biosfera Montes Azules que actualmente administra Natura y Ecosistemas Mexicanos A.C. en convenio con la Comunidad Lacandona (dueños de los terrenos) y con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). Las acusaciones afirman que dichas estaciones son hoteles y negocios y que fueron arrebatadas a los lacandones o a la UNAM. A continuación una larga historia brevemente narrada.
Cuando se decretó la Reserva de la Biosfera Montes Azules en 1978, gracias al empuje del destacado investigador Gonzalo Halffter, Javier de la Maza organizó un viaje de investigación con la Sociedad Mexicana de Lepidopterología (estudiosos de mariposas) en la parte sur de la reserva y comprobaron la enorme biodiversidad existente en la región sur. Pronto se sumaron otros investigadores de la UNAM y de otras instituciones.
Era la época en que se colonizó la región Marqués de Comillas, ubicada frente a la reserva cruzando el río Lacantún. Los pobladores utilizaban ambas márgenes del río para cultivar maíz, aunque una de ellas pertenecía a la reserva y los dueños eran (y son) los lacandones. Ante la amenaza de deforestación en Montes Azules, De la Maza, quien trabajaba en la entonces Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, promovió un acuerdo con la Comunidad Lacandona para la construcción de una estación de campo como base operativa para las investigaciones y para el control de las invasiones. Así nació la Estación Chajul, pero no llegó a operar, De la Maza renunció al gobierno y quedó abandonada.
En 1989, De la Maza, con la participación en ese tiempo de Rodrigo Medellín, de la UNAM, y con financiamiento de diversas fundaciones y el refrendo del acuerdo con los lacandones, rehabilitaron las instalaciones. La Estación ha funcionado de manera ininterrumpida por 25 años. Sus trabajadores, altamente calificados, son ejidatarios de Marqués de Comillas y lacandones. Otro acuerdo se estableció con los ejidos colindantes para retirarse y respetar la reserva, lo que se ha cumplido cabalmente. En ese entonces, las áreas naturales protegidas no eran del interés del gobierno y la sociedad ocupaba esos vacíos para detener la destrucción de la biodiversidad. El éxito de la Estación Chajul para evitar las invasiones de la parte sur de la reserva fue rotundo y por ello, en 2003, se construyó otra en la desembocadura del río Tzendales.
Las estaciones funcionan como base operativa para la vigilancia que realiza la Profepa, las acciones de conservación de la Conanp; son un espacio de encuentro para establecer acuerdos entre los actores involucrados; son la base de los técnicos que fomentan proyectos productivos sustentables con las comunidades; son un sitio, inigualable, para la capacitación de profesionistas y de campesinos y para actividades de educación ambiental. Montes Azules es el ecosistema protegido más importante de selva del país, con infraestructura para alojar a quienes realizan investigaciones para conocer el funcionamiento de estos ecosistemas y su biodiversidad.
Se estima que al año en las estaciones se realizan cerca de 20 reuniones entre autoridades y campesinos; se reciben a más 500 niños de las escuelas de los ejidos colindantes; se llevan a cabo entre 5 y 7 talleres de capacitación para campesinos, estudiantes o profesionistas; se hospedan, durante decenas de noches, a profesores y estudiantes de la UNAM, UAM, UANL y UNACH; son visitadas por centenas de personas, principalmente de los ejidos colindantes.
Las estaciones son espacios de interés público porque se dedican a la conservación, vigilancia e investigación. Aunque no son espacios abiertos al público, pueden visitarse si se solicita con antelación. Por iniciativa de las estaciones, los lacandones reciben una aportación económica por el servicio que, en sus terrenos, se presta a la sociedad mexicana; es una modalidad de pago por servicios ambientales. Las estaciones cuentan con donativos de fundaciones, no reciben dinero del gobierno federal ni estatal. Su función es transparente y abierta, y han sido la casa de centenas de estudiantes que aprenden en la realidad del campo mexicano.
Las difamaciones acerca de que las estaciones son hoteles pretenden descalificar su verdadera función porque estorba para perpetrar ilícitos.
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