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Los bueyes y los pastizales

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Los bueyes y los pastizales

Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Miércoles 21 de diciembre, 2016

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
Por una ganadería sustentable

La mayor parte de los investigadores que tratan de dar luz acerca de las causas de la disminución de las superficies cubiertas por selvas (monte alto), en las zonas tropicales de México –incluido, por supuesto, el estado de Yucatán– coincide en aseverar que la causa número uno es el cambio de uso de suelo. Parece, pues, que las razones de la deforestación no se encuentran tanto en la agricultura tradicional de roza, tumba y quema; que de hecho, para permanecer como actividad productiva, requiere de la resiliencia del monte alto (es decir, necesita que, una vez terminado el ciclo de la milpa, se deje “descansar” la tierra, y se restaure alguna forma de monte secundario, parecida a la selva original).

Tampoco parecen hallarse en el desarrollo industrial, dado que se requiere de una sólida infraestructura de servicios para asentarse y prosperar, crece sobre un territorio relativamente restringido, cercano a centros urbanos dotados de diversas vías de comunicación (portuarias, férreas, o de carreteras), de modo que se le pueda dotar de insumos y mano de obra, y que puedan extraerse eficazmente sus productos.

En algunas regiones costeras, que cuentan con atractivos importantes para los visitantes que buscan sol y playa, deportes acuáticos, o “contacto con la naturaleza”, el crecimiento de la infraestructura turística es un motor importante de los cambios en el uso del suelo y, por tanto, causa de la fragmentación de los ecosistemas y la deforestación. Esto, que puede ser cierto para la costa del Caribe mexicano, no lo es tanto para los ecosistemas terrestres de Yucatán.

¿Por qué, entonces, se ha perdido alrededor de 80 por ciento de las selvas bajas y medianas de nuestra porción de la península? Quizá la causa primera se encuentre en la bonanza del monocultivo henequenero, que cuando se consideró “oro verde” dio cuenta de la mayor parte de la conversión de las selvas en áreas agroindustriales. Otra parte de la explicación puede encontrarse en el auge de la extracción maderera, que dio lugar incluso al establecimiento de centros de población expresamente dedicados a esa actividad, como Zoh Laguna en Campeche, o Colonia Yucatán, en el oriente de nuestro estado. Pero ambos casos dejaron hace tiempo de ejercer una influencia relevante en los destinos de uso de las tierras yucatecas: el henequén es hoy un cultivo relativamente limitado, y la extracción de madera, al menos a nivel industrial, es virtualmente inexistente. Sin embargo, la pérdida de las selvas continúa.

La actividad productiva que todavía crece a costa de las superficies forestadas es la ganadería. Una ganadería que no resulta espectacularmente productiva, y que solamente apuesta, para crecer, al incremento de la superficie de sus pastizales. Esta dinámica de la actividad pecuaria desembocará sin remedio en el empobrecimiento económico del sector, y en el empobrecimiento de la calidad del ambiente de la que depende la calidad de la vida de todos nosotros. Por eso merece la pena preguntarse si se puede aspirar a una ganadería ambientalmente sustentable. O nos ponemos en serio a establecer prácticas pecuarias que permitan incrementar la productividad de los hatos sin que crezca la superficie de los pastizales, o nos estamos condenando a un futuro más seco, más caliente, menos biodiverso, y menos productivo. No queda mucho tiempo para cambiar el rumbo, y la restauración del monte perdido es cada vez más cara, más difícil, y más desesperanzadora.

roblesdeb1@hotmail.com

Chetumal, Quintana Roo

Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2016-12-21/Los-bueyes-y-los-pastizales

 

 

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