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Vivir con la naturaleza

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Vivir con la naturaleza

José Sarukhán Kermez  ǀǀ  El Universal  ǀǀ  17 de enero de 2014

La creciente concentración de seres humanos en grandes centros urbanos que se ha disparado a partir de mediados del siglo pasado y que sin duda continuará en las décadas venideras, conlleva consecuencias serias respecto a la desconexión de los urbanitas y la naturaleza. Una naturaleza de la cual no solamente provenimos como seres humanos, sino de la que dependemos totalmente para nuestra supervivencia. Esto tiene consecuencias serias ya que impide, a quienes nacen y viven en las grandes urbes, conocer los impactos que los tipos y el nivel de sus demandas diarias (recursos como alimentos y energía) tienen sobre las zonas agrícolas, pecuarias o forestales y los ecosistemas naturales del país.

Existen otras consecuencias sobre la salud de los urbanitas dependiendo del grado de su contacto con la naturaleza. Varios estudios recientes en Europa muestran, en el lado positivo de esos efectos, que estar en contacto frecuente con espacios verdes en una ciudad tiene un efecto positivo y duradero en el sentimiento de bienestar de los habitantes de las ciudades; de hecho, vivir en espacios de áreas verdes tiene un efecto más duradero en el sentimiento de bienestar que una mejoría en el nivel de sus salarios.

Un estudio aparecido en la revista Environmental Science and Technology y que cubre cinco mil hogares del Reino Unido durante 17 años, revela que la gente que vive en áreas urbanas con amplios espacios verdes o están cerca de ellos, mostraba menores signos de depresión o ansiedad que quienes viven en núcleos urbanos sin las anteriores características. Es bien conocido que la gente menos estresada toma mejores decisiones para resolver problemas y en general tiene mejores capacidades de comunicación que aquellos que carecen de estas condiciones.

De igual manera, el Sistema Nacional de Salud del Reino Unido ha calculado que el país podría ahorrarse en el orden de dos mil millones de libras anuales si todos los ciudadanos tuviesen acceso a espacios verdes. Otros estudios han encontrado una relación entre la falta de contacto con espacios verdes y el ambiente natural y una mayor incidencia de casos de alergias y de asma.

El número de niños urbanos que pueden jugar en zonas de bosque es cada vez más pequeño porque sus padres no los llevan a las áreas boscosas circundantes a las ciudades debido a que no las conocen adecuadamente o porque piensan que no son seguras. El distanciamiento de la naturaleza sigue progresando cada vez más entre las nuevas generaciones, y como resultado se ha creado en nuestras sociedades modernas, en palabras de Richard Louv, un escritor estadounidense y estudioso del bienestar infantil (autor de The Nature Principle: reconnecting with life), una especie de “síndrome de déficit de la naturaleza” que afecta en especial, pero no exclusivamente, a las nuevas generaciones de niños; Louv afirma que enfrentamos la necesidad de adquirir “vitamina N” (de Naturaleza) para reforzar nuestra salud física y mental. Tenemos que incorporar íntegramente a nuestra percepción del mundo en el que vivimos, el hecho de que toda la vida está enraizada en la naturaleza.

Debemos recapacitar seriamente lo que estamos haciendo (o dejando de hacer) para que la gran metrópoli en la que vivimos ofrezca a los millones de niños y adultos las oportunidades de convivir, al menos por un tiempo en su vida diaria, en parques y áreas verdes que les permita tener un contacto que ayude a aminorar el estrés y los efectos de experiencias cotidianas de agobio por la aglomeraciones humanas o el transporte desgastante de horas de tedio demoledor de la creatividad y la lucidez mental. Hay suficiente evidencia para que la planeación urbana de este conglomerado metropolitano de la Ciudad de México incluya, de manera central, los beneficios que se obtienen de los espacios verdes dignos y atractivos como factor de enorme importancia, no sólo psicológica sino también económica y de salud pública. Ese será el tema de mi próxima entrega en este espacio. Hasta entonces, estimados lectores.

 

 

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