Biosfera y crecimiento
Biosfera y límites de crecimiento
GLOCALFILIA || La Crónica de Hoy || 5 de noviembre 2015
En 1970, la revista especializada Scientific American publicó un volumen especial intitulado «La Biosfera». El enfoque es sencillo: flujo de energía y materiales. Los diversos artículos del volumen abordan los ciclos del agua, del oxígeno, del carbono, del nitrógeno y otros minerales; también el flujo de la energía solar sobre la Tierra a escala planetaria y el ciclo de parte de esta energía en la biosfera. Los últimos tres artículos resultan todavía hoy apasionantes: producción humana de alimentos, producción humana de energía y producción humana de materiales, como procesos dentro del sistema biosfera.
Dos años después, en el contexto de «Los límites del crecimiento» publicado por el Club de Roma, tuvo lugar la Conferencia de Estocolmo (primera Cumbre de medio ambiente humano y desarrollo), que estableció las bases de la moderna gestión ambiental. Quince años más tarde, en 1987, se publicó el paradigma del desarrollo sustentable. Y en 1992 tuvo lugar la gran Cumbre de Río, donde se establecieron los más importantes instrumentos ambientales de gobernanza global: Agenda 21, biodiversidad, cambio climático y desertificación.
La Cumbre de Río+20, en junio 2012, (20 años después de Río y 40 años después de Estocolmo) partió de una conclusión ominosa: «en 2012 somos más insustentables que en Río 1992» [y que en Estocolmo 1972]. Sin embargo, se obtuvieron algunos resultados interesantes y optimistas: la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sustentable (que sustituyen a los Objetivos del Desarrollo del Milenio).
Luego de cuatro décadas de batallas a favor de la preservación del patrimonio natural de la humanidad: ¿somos más insustentables, no obstante todos estos esfuerzos? Pues sí, porque la economía global continúa creciendo, los flujos de energía y materiales per cápita continúan creciendo y la población humana también. Observamos una tasa de explotación de recursos terrestres que se incrementa exponencialmente. El gran sistema económico humano global crece y crece y cada vez necesita mayor cantidad de energía, agua y materiales para mantenerse en funcionamiento. Ello implica más cambio de uso de suelo, más pérdida de ecosistemas, más residuos y desechos, más contaminación, más emisiones de gases de efecto invernadero, más pérdida de capital natural. Por su tamaño (población) y glotonería en energía y materiales (PIB), el sistema humano global constituye una fuente de entropía, creciente, en el sistema biosfera.
Pero también en estos cuarenta años se abrieron y multiplicaron los espacios para el análisis, el desarrollo institucional, el diseño de instrumentos y el desarrollo de masas críticas de especialistas en la comprensión de la causalidad y la fenomenología del cambio ambiental, así como en el desarrollo de estrategias de gestión ambientalmente sustentable.
La cuestión es que la inercia del sistema humano global es inmensa y el deterioro ambiental va más rápido que las capacidades para remediarlo. Los 45 años transcurridos desde la publicación de «La Biosfera» por Scientific American (1970), indican que la integración de conocimientos científicos en la formulación de políticas públicas toma décadas.
En este contexto, desde su creación el 1º de enero 2007, el Centro de Resiliencia de Estocolmo (SRC por sus siglas en inglés: www.stockholmresilience.org/), se ha constituido como uno de los más destacados think tanks verdes del mundo. Como su nombre lo indica, centra sus esfuerzos en desarrollar conocimientos y capacidades de resiliencia a escala de la biosfera. Uno de los más conocidos productos del SRC es la publicación en 2009 de Rockström et al (revistas Nature y Ecology and Society) «Un espacio seguro para la humanidad», en la que analiza el grado de transgresión de umbrales planetarios de ciertos procesos básicos de la biosfera (ver Glocalfilia 30/07/15). El SRC y Rockström han logrado facilitar la difusión y comprensión pública de los principios de «La Biosfera» de 1970, lo que quizás permita alfabetizar ambientalmente a los hacedores de políticas públicas.
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