La crisis hídrica (6ª y última parte)
La gran adaptación
Desde fines del siglo pasado se habla frecuentemente de nuevos máximos de temperatura en el planeta, pero en 2022 la alerta se extendió en varios países y regiones a la crisis del agua. O más bien se confirmó dicha alerta, que se viene anunciando desde hace décadas. Se trata de un fenómeno global, que está afectando a las zonas más secas del mundo, pero que también está tocando a otras que hasta ahora no tenían problemas graves.
Escrito por: Enrique Provencio D., 19 de agosto
La sexta ronda de informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) precisó las estimaciones para las próximas décadas sobre el estrés hídrico, y confirmó que en algunas grandes áreas, entre las que está la mayor parte de México, las lluvias podrían reducirse hasta más del 40 por ciento, bajo el escenario tendencial de aumento de la temperatura y la variabilidad climática https://bit.ly/3CceTcp . Otros ejercicios estiman que el estrés hídrico, bajo el mismo escenario, podría multiplicarse por un factor que va de 1.4 a 2.8 https://bit.ly/3AsMr4H .
Este no es, desagraciadamente, un año atípico de mala suerte para muchos países, ciudades o regiones. Sería un error escudarse en la idea de que como siempre han existido las sequías y los ciclos climáticos, pronto volverán los periodos buenos y tendremos un alivio. O, como se dice en Monterrey, por ejemplo, que pronto habrá un huracán o una tormenta tropical que llenará las presas en unos cuantos días y que todo volverá a la normalidad.
Lo cierto, como apuntan los grupos globales de investigación, como el IPCC, es que nos veremos obligados a lo que ya podríamos nombrar como la “gran adaptación”, para enfrentar la nueva normalidad climática. Y no se trata solo de la reducción del agua disponible para los diferentes usos, sino de la combinación de efectos o consecuencias cruzadas, entre sequías, incendios forestales y otras. En el estado de California, para acudir a uno de los casos más mencionados, las lluvias de los años recientes, con los datos anuales filtrados, son las más bajas de los últimos 120 años https://bit.ly/3QxxeVn.
En México, como ya se apuntó en las primeras entregas de esta serie, la insuficiencia de agua abastecida diariamente es una constante para la mitad de la población: los recortes, racionamientos, los tandeos, el acarreo en botes o el abasto por pipas son una vivencia cotidiana. La crisis que se enfrenta en la Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM) a partir de abril del presente año encendió las alarmas porque en esos municipios ya se había logrado que toda la población tuviera suministro constante y a buena presión, y porque cuenta con uno de los organismos operadores de los servicios de agua potable y drenaje más profesionales, eficientes y consolidados de México y América Latina, como lo han documentado Ismael Aguilar y Aldo Ramírez https://bit.ly/3wdyhlp .
Para el Valle de México, CONAGUA redujo temporalmente la dotación del Sistema Cutzamala en 1 metro cúbico por segundo (de 13.2 a 13.2) por insuficiencia de lluvias, anticipando problemas si las próximas semanas no se recuperan adecuadamente las presas de ese sistema https://bit.ly/3QBgIDR . Es una reducción manejable, por ahora y mientras se pueda sostener el caudal suministrado, pero no es el caso de la ZMM, donde el suministro ha bajado un 20 por ciento en esta crisis, provocando una conmoción social por los cortes al servicio.
De manera súbita se cobró conocimiento de la gran vulnerabilidad de la ZMM por la insuficiencia de las fuentes de agua, algo que se supo históricamente y que prácticamente se había olvidado en los últimos 20 años, en la actual generación, por así decirlo. Sin embargo, hubo alertas y llamadas de atención, sobre todo porque en la última década el sistema de agua estuvo en sus límites, como bien recuerdan Aguilar y Ramírez. Las medidas que ahora se ven como urgentes ya estaban planteadas hace más de 10 años y por razones diversas se pospusieron.
Hoy, en plena emergencia, se hace más difícil enfrentar las carencias inmediatas y a la vez emprender las iniciativas de largo alcance, pero no parece haber otra salida. Mientras tantos, la tensión generada es evidente: conflictos entre estados y municipios que resisten decisiones para compartir el agua, roces entre Nuevo León con el Gobierno Federal, inconformidades entre grupos sociales y zonas urbanas, señalamientos agresivos a los grandes consumidores industriales, y sobre todo un reclamo creciente en las colonias que más padecen los cortes al suministro, entre otras tantas manifestaciones de la inestabilidad generada, que, desafortunadamente, puede agravarse si la sequía se prolonga.
En plena crisis del agua en la ZMM ha resurgido toda una batería de propuestas para enfrentar la insuficiencia del suministro, y, sobre todo, se ha cobrado conciencia de la necesidad de pensar las soluciones no solo a largo plazo, sino bajo un esquema que contemple tanto las acciones de oferta, como también los cambios en el consumo de todos los usuarios. Quizá no esté quedando tan claro, sin embargo, que para las próximas décadas aumentará la vulnerabilidad y que por tanto se impone un viraje más intenso en las prácticas de uso, en el reconocimiento de los costos completos del agua, en la implantación de otra actitud ante los riesgos hídricos.
Las lecciones de esta crisis incumben al país entero, pues incluso en las regiones más lluviosas prevalecen añejos problemas de acceso y de calidad del agua, además de malos servicios y de organismos operadores ineficientes. Estamos, sin duda, ante una nueva oportunidad de replantear nuestras políticas, y también nuestra relación social con el agua.
CeIBA | Enrique Provencio
[…] La crisis hídrica (6ª parte y última) […]