Blog

COP21: el devenir de la Humanidad en juego

COP21: «l’avenir de la planete est en jeu»

GLOCALFILIA  ||  La Crónica de Hoy  ||  3 de diciembre 2015

«El devenir del planeta está en juego», una de las frases clímax del presidente francés François Hollande, en la inauguración de la Vigésimoprimera Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). ¡Cierto! Pero, aclaremos, lo que está en juego es el futuro de la Humanidad; el planeta continuará, aunque Homo sapiens no logre los acuerdos que se imponen para asegurar su desarrollo futuro.

Porque, si bien la aspiración explícita de la COP21 consiste en limitar a un máximo de 2 grados Celsius el incremento de la temperatura superficial promedio global, ya no parece posible. Desde que inició el Holoceno, hace doce mil años, la temperatura se mantuvo alrededor de 14.5ºC, con una concentración máxima de 280 partes por millón (ppm) de CO2 (bióxido de carbono) en la atmósfera. Pero de la revolución industrial a la fecha (últimos casi 200 años), vertimos a la atmósfera poco más de un billón de toneladas de gases de efecto invernadero (GEI, principalmente CO2) y estas concentraciones se elevaron a 400ppm, con lo que el efecto invernadero incrementó ya 0.8ºC  la temperatura.

La inercia es colosal. Y aunque conocemos la fórmula técnica para frenar a tiempo, la fórmula política todavía no logramos encontrarla. Para esto es la COP21: ¿cómo descarbonizar la economía, lo más pronto posible? Porque hasta la mismísima Agencia Internacional de Energía reconoce que los combustibles fósiles continuarán siendo la principal fuente de energía al menos hasta 2050. Solamente durante las tres primeras décadas del siglo se verterán otras 750 mil millones de toneladas adicionales de GEI, lo cual implica un incremento de las concentraciones en la atmósfera a alrededor de 550ppm, equivalentes a elevar la temperatura a más o menos 3ºC hacia 2100.

Nuestra civilización global actual reposa en una fuente de energía fósil que se extinguirá más temprano que tarde. La Humanidad olvidó que había logrado construir ciudades magníficas (París, Madrid, Londres, Venecia, Viena, Moscú, etc., etc.) solamente con energías de flujo, todas ellas originadas en la fuente fundamental de energía: el Sol (biomasa para alimentos y fibras, fuerza motriz animal, viento y ríos). Irónicamente, el petróleo y el carbón también fueron biomasa producida con la energía solar pero que, durante millones de años, quedaron bajo tierra y por procesos geológicos se transformaron en combustibles fósiles.*

Los principales responsables del vertido de GEI a la atmósfera están a la vista: los países ricos que primero iniciaron su industrialización (Inglaterra, Estados Unidos de América, Europa Occidental y el Japón). Los acompañan en esta penosa responsabilidad los países de Europa Central y del Este, particularmente Rusia. Pero desde fines del siglo pasado también los industrializados emergentes adhirieron esta responsabilidad histórica (China, India, Brasil, Corea del Sur, México y Sudáfrica, entre otros), pues ya contribuyen con cerca del 40% de las emisiones globales. China, a partir de 2004, es el mayor emisor del mundo; hoy día con una contribución del 24%, dejando ya un poco lejos en segundo lugar a los EEUU con el 14.6%.  La India aporta el 6.5%; Rusia el 5.2%; y el Japón 2.9%; todos estos con más de mil millones de toneladas emitidas por año. Siguen el Brasil con 2.2%; Alemania, 2%; así como Indonesia, México y Canadá con 1.6% cada uno. No con ese imaginario «1%» que esgrimen airadamente rancias organizaciones empresariales mexicanas en su desplegado del miércoles 2 de diciembre en el periódico Reforma.

¡Actualmente las emisiones globales totales rozan ya 50 mil millones de toneladas por año! Lo cual significa que en diez años habremos incrementado concentraciones de GEI en la atmósfera suficientes para 3ºC de incremento en la temperatura promedio superficial global.

Se impone pues una nueva revolución industrial (tercera, o cuarta, según enfoques y análisis históricos). Que de hecho ya arrancó —a pesar de los esfuerzos de los lobbies petroleros para detenerla—, sustentada en compañías y corporaciones que apuestan por nuevas tecnologías  fundadas en fuentes renovables de energía. No gas natural, como quisieran los industriales acereros mexicanos y socios que los acompañan (el expriísta y actual senador petista Bartlett entre ellos), que apostaron todo a ciclos combinados sustentados en gas natural, también combustible fósil, aunque ciertamente menos contaminante que combustóleos y carbón. Pero lo que está en juego es el desarrollo y condiciones de existencia de las generaciones futuras, no intereses sectoriales de corta duración histórica.

En el contexto de este jaloneo, el 2 de diciembre, la Cámara de Senadores aprobó ¡por fin, luego de congelarla diez meses! la Ley de Transición Energética (LTE) que les había enviado la Cámara de Senadores (ver: www.ceiba.org.mx/foro-ley-transicion-energetica/). Gracias a este acuerdo de último minuto, México y el gobierno de EPN no harán el ridículo en la COP21. Nuestro desarrollo futuro, pacífico y civilizado, solamente podrá fundarse en fuentes renovables de energía.

Las «Contribuciones Previstas Nacionalmente Determinadas» (INDC por sus siglas en inglés), que 185 países Partes de la CMNUCC han presentado hasta la fecha como compromiso para contribuir a mitigar el calentamiento global, solamente permiten reducir 25% de lo requerido para evitar más de 2ºC… La biosfera que nos originó y nos abriga está muy «encarbonada». ¡Urge descarbonizar el desarrollo económico global!


*/  Resultado de la transformación de grandes cantidades de plancton y algas depositados durante millones de años en fondos marinos y lacustres, que quedaron enterrados bajo pesadas capas de sedimentos; y también durante el Carbonífero, hace 300 millones de años, cuando  enormes extensiones de bosques quedaron sucesivamente sepultadas, dando origen a grandes depósitos de carbón.

Sorry, the comment form is closed at this time.