OGM, ¿privados o públicos?
Transgénicos según intereses privados o públicos
GLOCALFILIA || La Crónica de Hoy || 28 de julio 2016
A fines de junio, cien científicos premios Nobel difundieron una Carta abierta a favor del uso de los transgénicos u organismos genéticamente modificados (OGM) (www.ceiba.org.mx/gchm-arroz-dorado-nobels-greenpeace/), en un contexto de controversia alrededor de la utilización del «arroz dorado», OGM diseñado para sintetizar beta carotenos (precursor de la vitamina A) en el endospermo del arroz, a fin de proveer este nutriente esencial a poblaciones con deficiencia crónica. Ingo Potrykus del Instituto de Ciencias Vegetales del Instituto Federal Suizo de Tecnología, junto con Peter Beyer de la Universidad de Friburgo, creadores de este OGM, renunciaron a la patente para que el arroz dorado pueda ser utilizado en misiones humanitarias. El protocolo científico fue publicado por la revista Science en 2000.
En su Carta, los cien Nobel explican por qué los OGM son «seguros, verdes y especialmente importantes para los pequeños agricultores». Los transgénicos podrían «resolver el problema del hambre». Por lo que ponen en alerta a la sociedad ante las posiciones fundamentalistas y desinformadas en contra de los OGM, particularmente la ONG internacional Greenpeace, cuyas posiciones en contra del desarrollo y utilización de transgénicos podrían estar incurriendo en «un crimen contra la humanidad».
Por su parte, Greenpeace y demás detractores de los OGM, insisten en que «la seguridad a largo plazo de los alimentos transgénicos para los humanos y los animales sigue siendo desconocida y no existe un consenso científico sobre su seguridad, por lo que creemos que el principio de precaución se debe aplicar a todos los cultivos transgénicos».
En general, estos son los términos del debate sobre transgénicos: a favor o en contra, de manera absoluta. ¿Es cierto que los OGM nos salvarán del hambre, o lo cierto es que nos conducirán a los infiernos? ¿Es correcta esta dicotomía? ¿Blanco, negro; o tonos de grises?
Recordemos que, durante la década 1960, cuando el desarrollo de la «revolución verde», que triunfó en el mundo como estrategia para incrementar la productividad de colosales monocultivos, los gobiernos de los países desarrollados decidieron dejar en manos privadas el desarrollo de aplicaciones biotecnológicas para la transferencia directa de genes entre especies. ¿Qué podíamos esperar, entonces? ¿Qué las empresas que invirtieran en esta biotecnología lo hicieran para resolver el problema del hambre en el mundo? ¡Error! Las empresas privadas produjeron semillas «mejoradas» para soportar las condiciones en inmensos monocultivos y resistir los agroquímicos implicados en su producción. Por supuesto, las grandes empresas venden estas semillas en paquete con agroquímicos. Y les inoculan el gene «terminator» (gene que produce esterilidad del macho, polen estéril) para que los agricultores tengan que comprar, año tras año, estos paquetes de semillas «mejoradas». En pocas palabras, las empresas privadas producen OGM en función de interese privados, para ganar dinero, nada más.
Entre tanto, ¿dónde están las aplicaciones de la biotecnología transgénica en función de intereses públicos? Se descuidó, se dejó de lado, aunque por supuesto existan esfuerzos en institutos de investigación y casos de éxito como el arroz transgénico resistente a menos humedad, que los chinos llevan comiendo más de veinte años. Es el caso del arroz dorado; de los pocos, poquísimos esfuerzos orientados en función del interés público. ¿No has imaginado, estimado lector, la posibilidad de que se creen variedades de cereales (trigo, maíz, arroz…) con mayor contenido de aminoácidos esenciales?
Por último, aunque no menos importante, existen dos vertientes para aplicar el principio precautorio ante el desarrollo y aplicaciones de los transgénicos: uno en función de la protección de la biodiversidad; otro en función de la salud humana. En la siguiente entrega abordaremos esta dicotomía.
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