Minería, recursos naturales agotables
Metales, la otra frontera del crecimiento
GLOCALFILIA || La Crónica de Hoy || 20 de enero 2017
Se supone que el sistema económico está constituido por capital construido, capital humano y capital natural, aunque en realidad el sistema de todos los ecosistemas de la Tierra, la biosfera, contiene al sistema económico como uno de sus componentes. Por más que se crea que sólo con crecimiento al infinito puede asegurarse el desarrollo humano, la verdad es que existen límites físicos que nunca podrá transgredir la civilización de Homo sapiens en el planeta. El cambio climático y las tasas de extinción de biodiversidad demuestran que hemos empezado a transgredir umbrales planetarios de los recursos naturales renovables.
Una conferencia en la Escuela de Minas, en París, presentada por el mediático especialista Philippe Bihouix, nos ha puesto a considerar que también estamos tocando límites de otros bienes terrenales no renovables: los metales. Recursos minerales de interés estratégico para nuestra civilización industrial. Menos mediáticos que el calentamiento global y la encrucijada energética, muchos se hacen raros y se posicionan como uno de los desafíos mayores del siglo XXI.
Los metales forman parte del stock limitado de recursos naturales no renovables. En el curso de la historia, la humanidad los ha aprovechado primero, en su estado nativo, en los yacimientos más accesibles y fáciles de explotar, mediante fuerza de trabajo humano y tracción animal; luego, gracias a tecnologías cada vez más sofisticadas, en yacimientos cada vez más difíciles de acceder y explotar.
El consumo de estos recursos de stock se encuentra estrechamente correlacionada con el nivel de desarrollo de las sociedades que los explotan, de tal modo que las tres cuartas partes de los metales extraídos anualmente benefician solamente a una quinta parte de la población mundial. Durante los últimos 20 años, la producción de los principales metales se duplicó, estimulada sobre todo por la demanda de China e India; concomitantemente, se triplicó la diversidad de metales utilizados en la industria. Aparte de los más abundantes (hierro, aluminio, silicio, magnesio, manganeso y titanio), la mayor parte de los metales es poco abundante (incluidos el cobre y el níquel), o mucho menos abundante (metales preciosos y tierras raras).
El crecimiento exponencial de la demanda global de metales implica que alrededor del 10% de la energía primaria mundial sea utilizada en su extracción y su refinación; y la unidad de energía por unidad de producto se incrementa de manera inversamente proporcional a la concentración de metales en los minerales que los contienen. Lo cual conduce a un círculo vicioso: las fuentes fósiles de energía son cada vez menos accesibles y requieren cada vez más materias primas para obtenerse, en tanto que las materias primas fuentes de metales, son cada vez menos concentradas y requieren cada vez más energía para obtenerse. Paradójicamente, los metales representan el 20% de los mercados internacionales de materias primas.
Además, siendo la explotación de metales fuerte consumidora de petróleo, genera poco más del 5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, utiliza masivamente productos químicos contaminantes e impacta de manera colosal los ecosistemas locales donde se encuentran las explotaciones mineras.
Aunque importante, la generalización del reciclaje de metales no hará más que retardar el agotamiento de muchos de ellos, ya que las pérdidas por disipación (segunda ley de la termodinámica) son inevitables. La sustitución de metales raros por otros más abundantes en la corteza terrestre, deberá ser estudiada en profundidad; pero solamente la posibilidad de moderar nuestra adicción a bienes de consumo que los utilizan masivamente (teléfonos celulares, tabletas, computadoras, pantallas digitales, autos cada vez más ligeros y un sinnúmero de otros productos, así como de gadgets no indispensables), permitirá resolver el desafío antes de colapsos en diversas líneas industriales.
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