Acuerdo de París: esperanzas vs esfuerzos
COP21: entre grandes esperanzas y pequeños esfuerzos, inicia la nueva revolución industrial
GLOCALFILIA || La Crónica de Hoy || jueves 17 de diciembre 2015.
Por Germán González Dávila
Tres años de cabildeos multilaterales, la magia de la diplomacia francesa y un momentum internacional que resultó apropiado para grandes decisiones, lograron que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptara un muy ambicioso y más esperanzador «Acuerdo de París». No obstante, estas grandes esperanzas contrastan con los pequeños esfuerzos puestos sobre la mesa por los países Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Explicación:
Con el «Acuerdo de París» (http://unfccc.int/2860.php), la comunidad de naciones asume que el calentamiento global está en curso y que hay que detenerlo antes que alcance +2 Centígrados, respecto de la temperatura superficial promedio global pre-industrial (de 1750 a la fecha) —aunque a la fecha ya se incrementó +0.8ºC; nos quedan sólo +1.2ºC. El objetivo central y de largo plazo reconoce que mantener el calentamiento por debajo de los +2ºC es indispensable para asegurar el desarrollo humano futuro. En tal sentido, hace un llamado a invertir todos los esfuerzos posibles para, incluso, no sobrepasar los 1.5ºC de calentamiento.
Se trata de descarbonizar la economía. Es decir, la comunidad internacional decide abandonar, paulatinamente, la época de industrialización basada en fuentes de energía fósil (que actualmente provee el 80% de la energía mundial), para avanzar, progresiva pero lo más rápidamente posible, a un modelo de industrialización basado en fuentes renovables de energía (ojo: no gas natural).
Es un acuerdo equilibrado porque recoge las preocupaciones de todas las Partes, de los más a los menos desarrollados y más vulnerables. Reconoce la noción de justicia climática, pues acepta responsabilidades comunes de todos los países de la Tierra, pero diferenciadas, en función de la contribución histórica de cada país al calentamiento global, así como de las necesidades y capacidades actuales diferentes de cada uno. Más aún, prevé crear un mecanismo de compensación por pérdidas, para los países en desarrollo que resulten más afectados (como los pequeños estados insulares, que perderán territorio por la elevación del nivel del mar; o los que viven de la renta petrolera, que se contarán entre los perdedores históricos del cambio).
Por consiguiente, los países más desarrollados deberán financiar la ayuda al desarrollo de los menos desarrollados y más vulnerables, constituyendo una bolsa que deberá alcanzar la suma de 100 mil millones de dólares en 2020 y que, en 2025, deberá revisarse al alza.
Hasta aquí las grandes esperanzas.
Porque los compromisos de mitigación —reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)— que los países indican en sus Contribuciones Previstas Nacionalmente Determinadas (CPND, o INDC en inglés: www4.unfccc.int/submissions/indc/Submission%20Pages/submissions.aspx) mantienen al mundo en su ruta hacia más de 3ºC de calentamiento global, lo cual implica impactos mayores para la disponibilidad de agua y la producción alimentaria, así como mayores desastres hidrometeorológicos extremos. Lo que los países han puesto, hasta la fecha, en sus CPND equivale solamente al 25% de lo necesario para lograr la ruta hacia menos de +2ºC.
Afortunadamente, hay un candado en el «Acuerdo»: las revisiones quinquenales de los compromisos asumidos en las CPND. Cada Parte signataria del «Acuerdo» debe revisar, al alza cada cinco años, sus reducciones de emisiones de GEI, considerando que éstas contribuyan, efectivamente, a que la sumatoria global de reducciones permita al mundo evitar un incremento superior a los +2ºC. Y, aunque no existan previsiones de penalización, los mecanismos adoptados permitirán «sacar a balcón», persistentemente, a los países que se hagan patos. Las organizaciones de la sociedad civil encuentran en este contexto la posibilidad de realizar cabalmente su función crítica, así como de empujar más fuerte, en la dirección correcta, a los tomadores de decisiones.
Así, el «Acuerdo de París» tiene dientes, pero de leche, tendrá que madurarlos pronto y darles filo, si de veras la comunidad de naciones (ONU) desea evitar un calentamiento que ponga en alto riesgo el desarrollo humano de las generaciones futuras. La nueva revolución industrial, aunque tardía y a tumbos, llega para quedarse.
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