La realidad del pepino de mar
La realidad del pepino de mar
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Miércoles 24 de mayo, 2017
Gobierno «Alicia» frente al espejo
Una vez más, se aproxima la temporada de pepino de mar. Los funcionarios de la Comisión Nacional de Pesca y Acuacultura en la península de Yucatán declaran una y otra vez, orondos y satisfechos, que ahora sí se va a hacer una captura sustentable de este recurso. El mismo día que aparece esta declaración en el diario, sale también una nota anunciando la detención de un cargamento del equinodermo, capturado irregularmente, fuera de temporada y sin permiso.
Del lado del espejo en que se encuentran los funcionarios de la Conapesca, las cosas resultan alentadoras: se emitirá únicamente un número relativamente reducido de permisos de captura de pepino de mar (unos quinientos), y los pescadores que los obtengan se limitarán a capturar solamente los ejemplares suficientes para cubrir las cuotas autorizadas, durante el tiempo permitido.
De este lado del espejo, donde el país se ve como es, y no como los señores del gobierno quieren que se vea, las cosas son diferentes, al menos en lo que atañe a este codiciado recurso natural: se captura pepino de mar a lo largo de todo el año, en diferentes puntos de la costa de Yucatán. Se “sancocha”, se seca y se traslada de manera furtiva para su comercialización, a ojos vistas de las comunidades pesqueras: todos lo saben y en todos los puertos se habla de ello. De cuando en cuando, alguna de las policías (federal, estatal o municipal) captura un cargamento, aparece la nota en los medios y el caso pasa tan desapercibido como las notas relacionadas con accidentes automovilísticos, robos hormiga, o conflictos domésticos: otro parrafito de nota roja.
La cosa es mucho más seria: la captura de pepino de mar opera de forma muy semejante a la de otras actividades del crimen organizado, como el narcotráfico y el robo de combustible, pero con el agravante de que se trata de un recurso natural vulnerable, cuyas existencias pueden abatirse muy fácilmente hasta repercutir en el funcionamiento de las zonas más someras de la porción peninsular del Golfo de México.
Desde que se abrió esta pesquería en la región de la península de Yucatán, las autoridades responsables del tema han sido del todo incapaces de controlarla. La captura se realiza indistintamente de manera furtiva o autorizada, y dentro y fuera de las temporadas formalmente establecidas, el producto se procesa en sitios frecuentemente clandestinos, y casi siempre ajenos a toda normatividad ambiental; el traslado y la comercialización se realizan en las narices de las autoridades responsables de la vigilancia, que suelen conducirse en una suerte de “dejar hacer”, cuando no en franca complicidad.
El discurso oficial es, sin embargo, consistente: “es una pesquería sustentable, los permisos se entregan oportunamente a pescadores organizados y el Instituto Nacional de Pesca determina oportuna y objetivamente la existencia del recurso, para determinar cuotas de captura y temporadas de veda”. Mientras tanto, los pescadores –furtivos o no– capturan pepino cada vez que pueden y donde pueden. Al hacerlo capturan también peces, langostas, cangrejos y caracoles; lo que se cruce por su camino, para su consumo o para comercializarlos, sin permiso y con artes de pesca no necesariamente apropiadas o permisibles.
Es entendible el interés por poner en el mercado internacional un recurso que ofrece tantos ingresos como los del pepino de mar; son de tal magnitud, que es de dudarse que una simple prohibición pudiera terminar con su captura desmedida y sin control. Eso no justifica la retahíla de declaraciones mendaces de la autoridad responsable. La verdad, sería mejor que nos dijeran que es una decisión de Estado condenar al pepino de mar a una tragedia de los comunes y acabar, de una vez por todas, con sus poblaciones en el Golfo de México, como se ha hecho en otras partes del mundo.
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2017-05-24/La-realidad-del-pepino-de-mar
Mérida, Yucatán
roblesdeb1@hotmail.com
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