La ideología de género
La ideología de género
Edgar J. González Gaudiano || La Jornada Veracruz || Lunes 19 de septiembre, 2016
El nuevo tabú católico
A raíz del «Frente Nacional por la Familia» promovido por la jerarquía católica del país, ha comenzado a difundirse la peyorativa noción de «ideología de género», como eslogan para cuestionar las propuestas igualitarias en favor de los grupos vulnerables por su orientación sexual. Este neologismo me ha llamado la atención porque califica de ideología a todo un conjunto de reivindicaciones sociales y políticas, que han sido alcanzadas en numerosos países.
Con la aparición de este nuevo elemento discursivo me propuse revisar qué es lo que desde las posturas de esta Iglesia se estaba entendiendo por este asunto, y me encontré que la página Catholic.net señala que la ideología de género «Es una ideología (es decir, es un sistema de pensamiento cerrado) que defiende que las diferencias entre el hombre y la mujer, a pesar de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija, sino que son unas construcciones meramente culturales y convencionales, hechas según los roles y estereotipos que cada sociedad asigna a los sexos».
Se menciona asimismo que el concepto se sostiene en los estudios teológicos del entonces Cardenal Joseph Aloisius Ratzinger –después proclamado Benedicto XVI–, quien afirma que: «La ideología de género es la última rebelión de la creatura contra su condición de creatura. Con el ateísmo, el hombre moderno pretendió negar la existencia de una instancia exterior que le dice algo sobre la verdad de sí mismo, sobre lo bueno y sobre lo malo. Con el materialismo, el hombre moderno intentó negar sus propias exigencias y su propia libertad, que nacen de su condición espiritual. Ahora, con la ideología de género el hombre moderno pretende librarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo; una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un dios para sí mismo».
Esas declaraciones no tienen desperdicio porque emplean el concepto de ideología como falsa creencia y como sistema cerrado, que responde bien a las influyentes ideas del filósofo australiano Kenneth Minogue, recientemente fallecido y muy reputado entre los sectores conservadores y neoconservadores, para quien la ideología ofrece iluminar la relación opresor-oprimido, reduciendo la realidad a la existencia de sectores y grupos con determinados intereses antagónicos. En su libro La mente servil afirma que: «A veces tendemos a creer que la pasión por la libertad es el motor constitutivo de todos los seres humanos. Este juicio no puede sobrevivir la más elemental inspección de la Historia». Y agrupa en el mismo saco como herederos del marxismo y del fascismo tanto a los Ocuppy Wall Street como a ISIS y Al Qaeda, a la dictadura de Corea del Norte y al castrismo de Cuba.
«Un movimiento ideológico –dice Minogue– es una colección de personas, muchas de la cuales son incapaces de cocinar un pastel, reparar un auto, mantener una amistad o un matrimonio, o incluso resolver una raíz cuadrada, pero que sin embargo creen que saben cómo manejar el mundo. La universidad, en la que es posible combinar la pretensión teórica con la incompetencia más amplia, se ha convertido en el hábitat natural del ideólogo».
No tengo espacio aquí para profundizar las implicaciones de esta verdadera ideología de signo derechista, conservadora, que ha contribuido a sistematizar el pensamiento de un movimiento de reacción mundial ante las diversas expresiones que cuestionan, cada vez con más argumentos, la profunda y creciente desigualdad social existente. Forman parte de estos cambios la aparición de políticos como Donald Trump y la expansión progresiva de movimientos xenofóbicos en Europa, como el Frente Nacional Francés, Amanecer Dorado en Grecia o el FPÖ, en Suecia, que aprovechan la persistente crisis económica que afecta sobre todo a las clases medias europeas para reclutar adeptos.
La reacción de la Iglesia católica mexicana en contra de reivindicaciones sociales y políticas que considera amenazan sus dogmas de fe, forma parte de este giro regresivo en momentos de una clara debilidad del Estado frente a la incremental presión de los grupos de interés económico y político, ante la proximidad de la sucesión en el gobierno federal. En realidad lo que está en juego no son los principios doctrinarios de un credo en particular, sino el mantenimiento de estructuras de poder económico y político en los que la Iglesia católica de nuestro país ha formado parte sustantiva desde antaño.
Es evidente que en este rio revuelto, auspiciado por las erráticas políticas de Peña Nieto, el sector más retrógrado de la derecha mexicana esta vez encabezado por conspicuos representantes del alto clero católico en franca violación de la Constitución, quisiera revertir lo que pese a todo se ha podido avanzar en las últimas tres décadas en materia de educación sexual y el reconocimiento social de la población LGBTTTI como personas plenas de derechos.
De ahí la reactivación de los ataques en contra de los contenidos sobre sexualidad en los libros de texto gratuitos y el bloqueo a reformar el concepto de familia en la Constitución, aunque 17 millones de familias mexicanas (60%) no respondan a la norma «tradicional» de contar con padre y madre. Todo esa campaña mediante una escalada marchista y mediática, aunque para ello se tenga que infundir temor y desasosiego entre la población poco informada, con base en mentiras y embustes de presunto cuño integrista.
¡Qué poca profesión de fe!
* Investigador del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana
edgargonzalezgaudiano.blogspot.mx
Fuente: http://www.jornadaveracruz.com.mx/Post.aspx?id=160919_083328_880