Crisis y medio ambiente
Crisis y medio ambiente
Julia Carabias Lillo || Reforma || 19 de febrero 2009
La crisis económica actual, a la que los economistas han calificado como la más severa de la historia reciente, impactará el desarrollo de las naciones en los próximos años, aunque su magnitud e intensidad no están claras. Mucho se ha analizado y pronosticado con relación a los impactos económicos y sociales, sin embargo, en contraste, muy poco se ha reflexionado acerca de los riesgos de esta crisis sobre el medio ambiente.
En 1992, cuando se hizo evidente que el crecimiento económico y la equidad social no eran suficientes para lograr un adecuado desarrollo para las presentes y futuras generaciones, sino que faltaba incorporar la dimensión ambiental para que éste fuera duradero, fue cuando prácticamente todas las naciones del mundo suscribieron la Declaración de Principios de la Cumbre de Medio Ambiente y Desarrollo en Río de Janeiro y adoptaron el concepto de desarrollo sustentable. Diecisiete años después, el crecimiento económico sigue impactando severamente al medio ambiente en todo el planeta y ningún país se puede ufanar de haber realizado los cambios de fondo necesarios en las formas de producción y de consumo que permitan el desarrollo sustentable.
Con la crisis actual se corre el gran riesgo de acentuar el daño ambiental. Los países han adoptado diferentes acciones para enfrentarla o, al menos, aminorar sus impactos sociales, pero no es claro que se estén tomando las medidas necesarias para evitar que el crecimiento sea, una vez más, en detrimento de la naturaleza, y que el deterioro ambiental vuelva a considerarse el menor mal necesario para superar la crisis, como ha ocurrido una y otra vez.
Por ejemplo, el gobierno de México ha incrementado el gasto público que se ejercerá durante el primer trimestre del año para reactivar la economía. Ello implicará la realización de múltiples obras y acciones que podrían no contar con los requisitos legales de impacto ambiental evaluados y autorizados. El peligro es que en aras del necesario crecimiento económico, la protección del ingreso familiar y la generación de empleos se flexibilice la aplicación de la regulación ambiental, se toleren o, incluso, fomenten acciones que puedan producir impactos, se otorguen subsidios que favorezcan la deforestación, o incrementen la presión sobre el uso de los recursos naturales y, por lo tanto, la sobreexplotación de los mismos, o bien generen una mayor contaminación.
Desde hace varios años se viene insistiendo, y la Cumbre de Desarrollo Sustentable en Johannesburgo lo ratificó, que resulta impostergable incrementar los esfuerzos para incorporar la sustentabilidad ambiental al desarrollo. La crisis actual debe tomarse como una oportunidad para relanzar un desarrollo diferente en el cual se aproveche, de manera sustentable, el potencial natural de las naciones y sea precisamente ésta la base para la generación de nuevos empleos y el incremento de los ingresos familiares. El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en su discurso en la Conferencia de Cambio Climático realizada en Poznan, en diciembre de 2008, declaró que "las dos grandes crisis que afronta el mundo, la climática y la económica son una oportunidad. Con la creación de empleos verdes se puede estimular a la economía y al mismo tiempo mitigar los efectos del cambio climático".
Existen numerosos ejemplos de sistemas productivos que, además de generar ingresos y empleos, conservan la naturaleza. Lamentablemente, son experiencias que, aunque crecen con rapidez, no están plenamente incorporadas en las economías de los países ni generalizadas. Entre ellas se pueden mencionar el manejo forestal sustentable y la certificación de la madera, el manejo de la vida silvestre, el ecoturismo, la pesca responsable, la reconversión productiva de sistemas agropecuarios ineficientes y dañinos ambientalmente por los sistemas agrosilvopastoriles o agroforestales más amigables con la naturaleza, la diversificación de la producción de alimentos en las unidades familiares, el pago por servicios ambientales, la agricultura orgánica, el fortalecimiento de las cadenas productivas, entre otras.
Por un lado, el gobierno está aplicando subsidios para aminorar la crisis y, por el otro, cuenta con programas para el fomento de todas las actividades productivas sustentables anteriormente mencionadas. Sería una gran oportunidad que los subsidios se apliquen precisamente en estas actividades productivas que son muy demandantes de mano de obra, y que se implementen en regiones prioritarias de alto interés por su riqueza natural y por sus condiciones de marginación. Ello permitiría, no sólo aminorar los crudos estragos de la presente crisis sobre la población más vulnerable sino, también, crear una base productiva sólida y sustentable que se mantenga en el largo plazo, y no que sea únicamente una respuesta efímera a la crisis. Un desarrollo regional basado en estos criterios permitiría que, una vez superada la crisis, se hubiera fortalecido la base productiva sustentable regional y con ello superado la pobreza.
Para ello, sería indispensable instrumentar un proceso de planificación regional estrechamente coordinado entre las instituciones productivas y las de conservación de los recursos naturales, así como entre los tres órdenes de gobierno y los diferentes actores involucrados.
Podríamos aprender de esta crisis para actuar mejor y aprovechar la oportunidad para cambiar hacia un rumbo de sustentabilidad ambiental, evitando así que la naturaleza nos cobre, de una vez y para siempre, todas las facturas que le debemos.