Cuidar el trópico húmedo
Cuidar el trópico húmedo
Julia Carabias Lillo || Reforma || 03 de abril 2008
El trópico húmedo de México ocupa sólo el 9 por ciento del territorio nacional. En este pequeño espacio se encuentran las mayores diversidades biológicas del país, la mayor producción de agua dulce y una gran riqueza cultural. No obstante, lejos de valorar la importancia que para México significa esta riqueza natural y cultural, nos hemos dedicado a destruirla.
En el trópico húmedo mexicano se establecen varios tipos de selva según el grado de humedad. Las selvas de las regiones más húmedas tienen árboles que llegan a medir hasta 70 metros de altura y nunca pierden su follaje gracias a que la lluvia sobrepasa los 2 mil 500 milímetros anuales. Este tipo de selva se denomina de alta perennifolia y en ellas se concentra la mayor biodiversidad de las selvas tropicales.
La selva alta perennifolia ocupaba originalmente más de 10 millones de hectáreas en el país. Hoy, de ella, sólo queda el 14 por ciento. Se ha reducido a 1.4 millones de hectáreas, principalmente, a causa de la expansión de la ganadería durante los últimos 40 años. Los remanentes se concentran principalmente en la Selva Lacandona de Chiapas y en los Chimalapas de Oaxaca. Afortunadamente, casi 40 por ciento de esta superficie ha sido decretado como áreas naturales protegidas (ANP). La Reserva de la Biosfera Montes Azules en la Selva Lacandona de Chiapas, cuya superficie rebasa las 330 mil hectáreas, es la mayor de éstas.
La deforestación anual de estas selvas sigue siendo, desgraciadamente, por lo menos del doble del promedio nacional. Pierden cada año 2 por ciento de su superficie. Sin embargo, si consideramos que la deforestación se concentra en las áreas que no están protegidas, entonces la tasa anual fuera de las ANP puede ser casi de 4 por ciento anual, tal y como está ocurriendo en la región del Marqués de Comillas en Chiapas. A este ritmo de deforestación, dentro de 25 años, México contará con este tipo de selva tan sólo dentro de las ANP.
Lo más lamentable es que la trasformación de esta región en actividades productivas, principalmente agropecuarias, no ha servido para su desarrollo. Según datos de Semarnat, en el trópico húmedo habitan 9 millones de personas en casi 32 mil 500 localidades y, a pesar de la riqueza natural existente, en más de 90 por ciento de estas localidades viven 4.4 millones de personas en estado de marginación alta o muy alta.
El trópico húmedo mexicano requiere una política nacional coordinada entre todos los sectores involucrados, cuyo objetivo deberá ser el desarrollo regional sustentable que concilie la conservación de la vegetación primaria que aún existe con el fomento de actividades productivas adecuadas a las condiciones particulares del trópico, y de esta forma lograr el bienestar social de sus habitantes. Desde la perspectiva ambiental esto implicaría incorporar, al menos, tres líneas de acción:
1. Conservar todos los remanentes de vegetación primaria que aún existen mediante: fortalecer las áreas naturales protegidas existentes; decretar nuevas ANP en zonas estratégicas por su biodiversidad y servicios ambientales; establecer acuerdos comunitarios para la protección; otorgar compensación económica a los propietarios que mantienen estas áreas, como es el pago por servicios ambientales; fomentar actividades productivas que no impliquen la transformación de la selva, como el manejo forestal sustentable, el manejo de la flora y fauna silvestres o el ecoturismo.
2. Modificar los sistemas agropecuarios ineficientes hacia prácticas productivas que utilicen menos superficie y sean más rentables, por ejemplo: intensificar la ganadería por medio del manejo de los potreros, la mejora de forrajes y la siembra de árboles y arbustos; controlar el uso de agroquímicos que contaminan el suelo y el agua y afectan a los humanos, la flora y fauna; no sembrar cultivos anuales en pendientes ya que provocan erosión y los rendimientos son muy bajos; eliminar el uso del fuego, que es la principal causa de los incendios forestales.
3. Restaurar la vegetación o introducir plantaciones forestales en zonas no aptas para los cultivos y potreros, así como restaurar zonas incendiadas y todas las riberas de los ríos y arroyos.
La implementación de estas acciones requiere: 1) inventariar las superficies que deben conservarse, restaurarse y reconvertirse productivamente; 2) evaluar los costos de su implementación; 3) programar metas específicas cada año para alcanzar el objetivo; 4) armonizar y coordinar todas las políticas de gobierno vinculadas a estas acciones; y 5) establecer mecanismos de monitoreo, evaluación y escrutinio público.
Una política de este tipo para el trópico húmedo, además de las ventajas nacionales de conservar nuestro patrimonio natural y mejorar el bienestar social, permitiría contribuir a la mitigación del cambio climático, ya que, por un lado, se reducirían las emisiones de bióxido de carbono al eliminar las quemas y, por el otro, se incrementarían los sumideros que absorben este gas al incorporar nuevas masas arboladas. Aún más, estas acciones pueden obtener recursos económicos provenientes de los mecanismos de desarrollo limpio del Protocolo de Kioto que, junto con los recursos nacionales, permitirían en pocos años lograr el objetivo de restaurar importantes áreas del trópico húmedo mexicano.