Disminuye la fauna: un hecho
Disminuye la fauna: un hecho
Julia Carabias Lillo || Reforma || 02 de agosto 2014
Para medir el impacto negativo que las actividades humanas han provocado sobre la pérdida de la biodiversidad se utilizan generalmente dos indicadores: la deforestación y la extinción de especies. Para el caso de la deforestación, se han implementado, por parte de diferentes actores (ONU, universidades, naciones), mecanismos de monitoreo periódicos (por ejemplo, el Inventario Nacional Forestal en México o la Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales de la FAO) que se convierten en un referente para evaluar los resultados de las políticas públicas y de las conductas sociales.
La medición de la deforestación, sin duda alguna indispensable, no es suficiente para entender realmente la pérdida de la biodiversidad, ya que lo que se cuantifica es la presencia o ausencia de la cobertura vegetal, lo cual, en muchos casos, ya no contiene a las comunidades animales que habitaban originalmente en dichas comunidades vegetales.
Un grupo de investigadores de diferentes universidades del mundo, Rodolfo Dirzo, Hillary Young, Mauro Galetti, Gerardo Ceballos, Nick J.B. Isaac y Ben Collen (el primero y el cuarto mexicanos), publicó en una de las revistas científicas más importantes, Science (vol. 345, 25 julio 2014), una evaluación del estado actual de la fauna a nivel global que pone de manifiesto su estado crítico y señala que la dimensión del asunto es comparable, en cuanto a su tasa y magnitud, a las cinco extinciones masivas ocurridas hace millones de años.
Lo novedoso del artículo, que ha tenido un gran eco, es que resalta, además de la extinción de especies, la gravedad de la pérdida de poblaciones locales y la disminución en la abundancia de individuos de esas poblaciones, lo cual las coloca en un estatus de riesgo y amenaza de desaparecer; todo ello como consecuencia de las actividades humanas. Este proceso lo han acuñado como "defaunación" y el artículo lo titularon "Defaunación en el Antropoceno".
Se estima -señalan- que existen entre 5 millones y 9 millones de especies animales en el planeta y que de ellas se extinguen anualmente entre 11 mil y 58 mil. Añaden que en las últimas cuatro décadas, la abundancia de individuos en las especies de vertebrados ha declinado en 28% colocando rápidamente a muchas de ellas, como al elefante, camino a la extinción. Una situación semejante se presenta entre las especies de invertebrados. Estas tendencias ocurren de manera más intensa en los trópicos.
La pérdida de la biodiversidad animal y la disminución del número de individuos provocan cambios mayores en el funcionamiento de los ecosistemas y, por ende, alteran los beneficios que estos ecosistemas ofrecen a la sociedad. Por ejemplo, la disminución de insectos afecta la polinización de la cual depende la producción de alimentos; o bien, la disminución del número de pequeños vertebrados modifica la cadena trófica en los ecosistemas y favorece el incremento de otros animales que se convierten en plagas por la falta de predadores. Estos fenómenos, cada vez más comunes, perjudican la producción de alimentos y otros servicios ambientales, además de la propia evolución de la vida.
Queda claro así que la extinción de especies es un factor fundamental de impacto evolutivo y, que, por su parte, la defaunación refleja los cambios en la composición de especies y en los grupos funcionales de las comunidades. Ambos indicadores se complementan y permiten explicar mejor los problemas que emergen por la pérdida de la biodiversidad. Este estudio puede convertirse en una importante contribución para llamar la atención de los tomadores de decisiones y otros grupos de la sociedad sobre las consecuencias de este cambio global.
En este sentido, abonan a favor para cambiar las tendencias de deterioro las metas que se están discutiendo durante la construcción de los Objetivos de Desarrollo Sustentable, particularmente las que se refieren a: "para el 2020 tomar acciones urgentes y significativas para detener la pérdida de la biodiversidad y proteger y prevenir la extinción de especies amenazadas", así como "para el 2030 terminar con la cacería y tráfico de especies de flora y fauna protegidas y terminar con la demanda y abasto de productos ilegales de la flora y fauna silvestres".
Medir y entender la defaunación, y sumarla a la medición de la deforestación, permitirá diseñar, fortalecer y evaluar las acciones necesarias para evitar llegar al punto de no retorno al que vertiginosamente nos acercamos. Pero, los años 2020 y 2030, ¿no estarán demasiado lejos?
Fuente: Hemeroteca