Ecoturismo y conservación
Ecoturismo y conservación
Julia Carabias Lillo || Reforma || 02 de abril 2009
Una de las ramas de la producción que más ha crecido en el mundo, en las últimas dos décadas, ha sido la del turismo. La Organización Mundial de Turismo estimó que en 2004 esta actividad generó cerca del 10.4 por ciento del PIB mundial y 215 millones de empleos (8 por ciento del total mundial). El número de turistas creció, entre 1950 y 2004, de 25 millones a 760 millones. En la actualidad se reconocen diversos tipos de turismo: cultural, de playa y sol, de negocios, de salud, político, de naturaleza, entre otros.
Dentro de estas categorías, el turismo de naturaleza es el que más se ha incrementado. Mientras que la industria del turismo mundial en conjunto creció, en la década de los noventa, en 9 por ciento, la categoría de naturaleza lo hizo entre 20 y 30 por ciento.
Al turismo de naturaleza, a su vez, se le divide en turismo de aventura, aquel que ofrece al público la producción de adrenalina, por ejemplo, rapel, navegación en ríos con rápidos, parapente o paracaidismo; y ecoturismo, definido como un viaje responsable en áreas naturales, gracias al cual se puede conservar el medio ambiente y mejorar las condiciones de vida de la población local.
Para que una actividad sea considerada ecoturística debe contar, al menos, con tres requisitos: 1) que promueva la conservación de los espacios naturales; 2) que sea una opción productiva que involucre directamente a los dueños de la tierra; y 3) que contribuya a la educación de quienes la realizan.
¿Por qué es tan importante el ecoturismo? Se trata no sólo de una actividad económica de gran potencial sino, sobre todo, que cuando se realiza adecuadamente es una alternativa productiva compatible entre la conservación de los ecosistemas naturales y la generación de empleos e ingresos adicionales para la población local. Ello implica un beneficio ambiental, social y económico.
Los espacios naturales que el ecoturista busca son los mejor conservados y eso suele estar asociado a sitos aislados y a poblaciones en condiciones de marginación. El ecoturismo confiere un valor económico a estos espacios y, con ello, los dueños de la tierra pueden encontrar su sustento de vida. De lo contrario, al carecer de valor sus ecosistemas naturales, la alternativa que les queda es tumbarlos para sembrar o producir ganado.
Recientemente se ha hecho un gran abuso del concepto de ecoturismo y muchas infraestructuras hoteleras se autodenominan así con fines propagandísticos. No obstante, no cumplen con los requisitos mencionados, ya sea porque no hay un compromiso de conservación de la naturaleza o porque el negocio no está vinculado a los dueños de la tierra. No es raro que gente ajena a las localidades con potencial ecoturístico compre terrenos para construir infraestructura hotelera y usufructuar la riqueza natural que les rodea, pero que no les pertenece y no sólo no hacen nada por conservarla, sino que si se destruye no les interesa y se cambian de sitio. En estos casos, los verdaderos dueños no reciben ningún beneficio por la actividad o, a lo sumo, algún empleo. Estos negocios no se comprometen ni con el bienestar de la gente dueña de los recursos ni con la conservación, por lo cual no deberían llamarse ecoturísticos.
Por otro lado, si el ecoturismo no se realiza correctamente puede generar impactos ambientales negativos sobre los ecosistemas mejor conservados del país. Los riesgos son múltiples, pero salvables. Entre ellos se pueden mencionar los relacionados con la construcción de caminos e infraestructura, con la disposición de desechos sólidos y de aguas negras, con el manejo del agua, con la generación de energía, con el incremento de la presión sobre la fauna y flora, entre otros. Por ello, el ecoturismo debe ser obligatoriamente de baja densidad.
Lamentablemente México, uno de los países de mayor riqueza natural y con una diversidad de ecosistemas sólo comparable con China, prácticamente no ha desarrollado el ecoturismo, salvo en algunos ejemplos aislados.
Se trata de una gran opción para las áreas naturales protegidas (ANP). Gracias al ecoturismo, los dueños de la tierra, quienes por la regulación de las ANP tienen limitada la forma de uso de los ecosistemas naturales, encuentran en éste una alternativa económica rentable y compatible con la conservación. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas ha iniciado el impulso de esta actividad y existen diversas ANP que pueden ser visitadas. Una elección altamente recomendable para esta Semana Santa.
El ecoturismo es una actividad que requiere fomentarse y crecer, pero debe siempre ir acompañada de una normativa específica que refleje las peculiaridades de cada ANP para evitar posibles impactos ambientales.
Aprovechar el enorme potencial que el ecoturismo tiene en el país implica además de normar para evitar los impactos ambientales, impulsar una verdadera política de fomento, con una visión de largo plazo, que cumpla con los requisitos mencionados y ofrezca certidumbre a las inversiones. Debido a que es una gran opción para la conservación del patrimonio natural y para el desarrollo de regiones marginadas, bien vale la pena el fomento, incluso subsidiado, para arrancar procesos ecoturísticos ordenados en las distintas regiones del país.