Los incendios de Coahuila
Los incendios de Coahuila
Julia Carabias Lillo || Reforma || 30 de abril 2011
A los brigadistas combatientes de incendios forestales.
Los incendios de Coahuila traen a la memoria las espeluznantes vivencias de 1998 cuando, durante casi seis meses, más 14 mil incendios afectaron 850 mil hectáreas del territorio nacional. A pesar de las decenas de miles de combatientes, de los aviones y helicópteros y de enormes cantidades de dinero, no fue posible vencer el fuego. Aquel año fue uno de los más secos registrados en la historia de México y del mundo y no fue sino hasta muy avanzado el mes de junio, con el inicio de las lluvias, que se sofocaron los incendios, entre ellos, el de Chimalapas.
Lamentablemente, los incendios de Coahuila se agregan a la estadística de los más grandes ocurridos en el país. Además del mencionado de Chimalapas, hay que recordar los de Quintana Roo, en 1950 y 1990.
A la fecha han sido afectadas más de 250 mil hectáreas, en su mayoría de matorrales desérticos, que albergan una importante biodiversidad y un gran número de especies endémicas. También se han incendiado bosques templados de serranías y cañadas de la región norte de Coahuila. Ambos tipos de vegetación son de suma importancia por su biodiversidad y es un error menospreciar a los matorrales por no ser comunidades arbóreas.
El 17 de marzo iniciaron los primeros incendios y, según reporta la Comisión Nacional Forestal (Conafor), se debieron a tormentas eléctricas en seco. Fueron detectados en la madrugada gracias al sistema satelital de alerta temprana. La llegada de los primeros brigadistas ocurrió durante el día, pero debido a las condiciones extremas de baja humedad, altas temperaturas, vegetación seca y fuertes vientos, el fuego avanzó miles de hectáreas cada día. Los refuerzos aéreos y terrestres, tanto de personas como de equipamiento, quedaron superados por las llamas y el incendio salió de control.
En el combate han participado cerca de 900 brigadistas, aunque su reclutamiento ha sido muy complejo debido a que en estas regiones de Coahuila habitan muy pocas personas. Fue necesario trasladar desde Durango a más de 300 campesinos forestales capacitados para combatir el fuego.
Los brigadistas realizan una labor inimaginable para quien no ha vivido de cerca un incendio; arriesgan la vida en medio de las llamas, a temperaturas insoportables, durante larguísimas jornadas y con poca agua y alimento, a distancias lejanas de los caminos de acceso y escalando topografías abruptas. En 1998, el piloto de un hidroavión canadiense contratado para apoyar el combate de los incendios comentó la ventaja que tenía México frente a Canadá en esta tarea gracias a que, donde la aeronave descargaba el agua, se encontraban decenas de brigadistas en tierra para apagar o controlar el fuego. Aún recordamos agradecidos a ese piloto quien, mediante una maniobra sumamente peligrosa, salvó la vida de 30 brigadistas de Zempoala que habían quedado atrapados entre dos fuegos. Sin embargo, en muchos sitios de difícil acceso, no siempre puede haber brigadistas en tierra.
En días pasados, cuando parecía que disminuía la intensidad de los incendios en Coahuila, surgieron otros frentes en la frontera con Nuevo León. Muchos de los terrenos incendiados son ranchos registrados como unidades de manejo para la conservación de la vida silvestre (UMA), los cuales han sustituido el ganado vacuno por el manejo de algunas poblaciones silvestres de mamíferos destinados a las actividades cinegéticas. Lamentablemente, las condiciones de inseguridad en la región en los últimos dos años han provocado, en ésta y otras zonas destinadas a las UMA en el norte del país, el abandono de los ranchos y, por lo tanto, el manejo del hábitat. Por estas razones, la prevención y control de los incendios se complica adicionalmente a las condiciones adversas climatológicas de este año.
La UMA de Sierra del Burro, dedicada a la recuperación de las poblaciones de oso negro (Ursus americanus), fue fuertemente afectada por los incendios. Esta especie había llegado casi a su exterminio debido a la cacería furtiva, a la destrucción del hábitat y a que algunos ganaderos envenenaban a los osos que atacaban al ganado. Sin embargo, los habitantes de esta serranía controlaron el sobrepastoreo del ganado y, distribuyendo agua de manera homogénea, incrementaron el hábitat y las poblaciones de oso negro. Desafortunadamente, en unos pocos días, el fuego menguó profundamente los esfuerzos de años.
En cuanto finalicen los incendios forestales en la zona habrá que tomar medidas muy urgentes. El gobierno federal deberá decretar zonas de restauración ecológica, figura establecida en la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, y elaborar programas de restauración para ser implementados junto con los dueños de la tierra. Además, será necesario establecer mecanismos de coordinación con los propietarios de los ranchos para prevenir y combatir los incendios y evitar que estas catástrofes se repitan. La violencia e inseguridad de la región no deberán detener estas acciones.