ProÁrbol cuestionado

Julia

 

ProÁrbol cuestionado

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  22 de enero 2009

A partir de una información periodística publicada en el diario El Universal, se ha desatado una retahíla de cuestionamientos al ProÁrbol, particularmente a su componente de reforestación, que ha sembrado mucha confusión y desánimo. La polémica se está basando en información imprecisa, o incluso errónea, conduciendo a propuestas extremas como la del Partido Verde de cancelar el programa. La importancia del tema requiere un debate público, serio, analítico e informado. Expongo algunas reflexiones con el ánimo de contribuir a este debate.

1. Considero que el ProÁrbol es el mejor programa integral de política forestal que ha tenido la administración pública. Incluye en sus líneas de acción la conservación y restauración de ecosistemas forestales, así como la producción, productividad y competitividad forestal y el fortalecimiento de las capacidades de las organizaciones sociales. Por ello, es mucho más que un programa de reforestación, como generalmente se le reduce, aunque el énfasis público se ha colocado en este componente.

2. El ProÁrbol cuenta con el apoyo directo del presidente de la República y con recursos financieros sin precedentes que ascienden a casi 5 mil 500 millones de pesos, de los cuales sólo 17 por ciento se aplican en la reforestación. Los apoyos están dirigidos directamente a los dueños legítimos de los ecosistemas forestales y benefician a millones de mexicanos.

3. Desde principios del siglo XX han existido programas o acciones gubernamentales de reforestación. En el gobierno del presidente Cárdenas fue Miguel Ángel de Quevedo quien dio el primer fuerte impulso a esta acción, creando cientos de viveros y reforestando con Eucalyptus áreas degradadas alrededor de algunas ciudades. En las décadas posteriores la reforestación tuvo menor atención y careció de un propósito ambiental. Resurgió nuevamente en 1992 con el programa de Solidaridad Forestal orientado a zonas urbanas y periurbanas. Hasta ese momento se habían utilizado, mayoritariamente, especies exóticas. A partir de 1998 la reforestación adquirió un enfoque ambiental y se ha priorizado, desde entonces, la restauración de tierras degradadas con especies nativas. Entre 1998 y 2000 se produjeron 283 millones de plantas anuales, 70 por ciento de la cuales correspondían, por primera vez, a especies nativas. Durante el periodo de 2001 a 2006 el programa de reforestación sufrió una baja de atención, pero volvió a recuperarse con el ProÁrbol y mantiene actualmente su enfoque ambiental.

4. La falta de continuidad de los programas de reforestación no ha permitido consolidar una verdadera política de restauración ambiental de largo plazo en el país. Las capacidades humanas y materiales que se adquirían en una administración se perdían en la siguiente.

5. La restauración es una tarea altamente compleja por muy diversas razones: insuficiente conocimiento científico sobre el funcionamiento de los ecosistemas que se deben restaurar; escasez de recursos humanos capacitados en la materia; condiciones adversas en las que se encuentran los terrenos degradados; lluvias y temperaturas erráticas año con año; tiempo en que se realiza la plantación; falta de cuidado de la planta por parte del dueño de la tierra para evitar que se seque, se la coma el ganado o compita con las malezas, entre muchas otras. A pesar de estos obstáculos, es indispensable seguir impulsando la reforestación hasta lograr consolidar las capacidades nacionales y recuperar los más de 16 millones de hectáreas degradadas.

6. La reforestación nunca compensará a la deforestación y supone un error compararlas. La deforestación acaba con los ecosistemas naturales, su biodiversidad y servicios ambientales. La reforestación, en el mejor de los casos, sólo puede recuperar algunos de estos componentes, nunca el ecosistema original. Sin duda, conservar los ecosistemas naturales es una tarea prioritaria, pero restaurar parte de las funciones y componentes de los ecosistemas degradados es imprescindible. Ambas estrategias son necesarias y complementarias.

7. El Programa de Reforestación de ProÁrbol, ejecutado durante 2007, fue evaluado recientemente por el Colegio de Postgraduados. La evaluación se realizó por medio de encuestas a los beneficiarios y verificación directa de una muestra aleatoria tomada del total de los predios apoyados por ProÁrbol. Los resultados más destacados demuestran que la mayoría de las plantaciones corresponden a áreas degradadas; la supervivencia de plantas sembradas fue de 57.6 por ciento; en el 72 por ciento de los predios se cumplió con la densidad de plantas recomendadas; el 94 por ciento corresponde a especies nativas; y en el 98.2 por ciento las especies utilizadas fueron adecuadas.

Esta información contrasta con la que se ha vertido, recientemente, en los medios de comunicación. Muchos de quienes han opinado la desconocen y, sin embargo, han descalificado al ProÁrbol. Sería muy sano que Conafor convocara a una reflexión pública con toda la información generada, para evaluar sus logros y obstáculos, e incorporar las lecciones aprendidas y experiencias que muchas organizaciones e instituciones pueden aportar. Quizás así logremos ir construyendo una política forestal de largo plazo, con consensos y credibilidad.