Dónde jugarán los niños
Dónde jugarán los niños
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Miércoles 26 de abril, 2017
Infancia y naturaleza
Hasta hace algunos días, el asunto del Parque Kalia parecía una pequeñez, de esas que suelen acontecer en Mérida, cuando algún grupo de interés aprovecha cualquier oportunidad para denostar y descalificar cualquier acción del gobernante local en turno. El asunto, a mis ojos, merecía que al alcalde y a su equipo se les otorgara el beneficio de la duda: el diseño del parque podía gustarnos o no, pero se atendía, a su mejor parecer, la necesidad de mejorar las condiciones de ambiente público urbano de un área de la ciudad. Por qué al norte, y por qué en una zona donde hay una fiebre de construcción y de desarrollo de empresas de servicios, lo dejo para que lo discutan economistas y sociólogos.
Ahora ha dejado de ser trivial. La decisión de poner en el parque una especie de “parche” de pasto artificial, de plástico, va más allá de toda intención de respuesta a las recientes críticas sobre lo hecho en ese parquecito. Justificarlo diciendo que responde al interés de cuidar de la salud de nuestros hijos es, por decir lo menos, aberrante. Más allá de toda idea de ordenamiento urbano, más allá de toda propuesta de diseño, está la idea de una vida saludable de los niños en su entorno.
Parece que en la mente de los tomadores de decisiones de la ciudad de Mérida, el concepto de la salud gira alrededor de una idea que dicta que es más sano estar más separados de la naturaleza, como si ésta fuese “la otra cosa”, el “enemigo”, lo que nos puede hacer daño. En las mentes de quienes concibieron el Parque Kalia, la naturaleza es una cosa sucia y debemos proteger a nuestros hijos de todo contacto con ella.
Dejemos de lado por un momento la idea de que un parque con porciones de pasto de plástico poco contribuye a la estrategia nacional de adaptación al cambio climático. Lo que aquí está en juego, a mi juicio, es precisamente la idea que aportamos a nuestros hijos y nietos acerca de los lugares donde se puede jugar y aprender (porque jugar, es, al final de toda cuenta, aprender). Parece seguir imperando la idea de que la educación de los hijos debe atravesar por las propuestas de “no toques”, “no pruebes”. El chiste es que lleguen limpios a casa, que no haya que bañarlos de nuevo, que no experimenten cosas que no podemos explicar porque no conocemos y nos atemorizan.
Empeñados en hacer de la naturaleza “lo otro”, lo ajeno y peligroso, aislamos a nuestros niños de todo contacto con lo que pueda parecer silvestre, a la vez que nos escandalizamos preocupados por las horas que pasan frente a la pantalla del televisor, o pegados al celular o a la tableta. Si pensamos en que hagan ejercicio, los miramos montados en la caminadora, o sentados en una máquina de pesas en el gimnasio. ¡Qué miedo verles trepar un árbol, o rodar por el césped!
Con esta mentalidad, no nos extrañemos de criar nuevas generaciones que desprecien el entorno, que miren con naturalidad cómo se acumulan basuras persistentes, como los plásticos, que resuelvan los efectos del cambio climático invirtiendo más recursos y energía en dotar a sus viviendas de climas artificiales, y que se acerque cada vez más rápidamente a la extinción.
Por mi parte, espero que mis nietos toquen las hojas de cada planta que se les aparezca por el camino, que jueguen a atrapar y examinar todo bicho que se deje alcanzar, que lleguen a casa sucios y cansados, que prueben el sabor del barro y que den brincos de charco en charco cada vez que llueva. Y espero también que contemos con autoridades ambientalmente conscientes, que rechacen pastos sintéticos y construyan áreas verdes que contribuyan, así sea en pequeña escala, a fijar carbono y aportar oxígeno a la atmósfera urbana.
Chetumal, Quintana Roo
roblesdeb1@hotmail.com
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2017-04-26/Donde-jugaran-los-ninos