La apuesta por las energías alternativas
La apuesta por las energías alternativas
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 19 de julio, 2016
Llevamos ya muchas décadas vociferando alrededor de la necesidad de encontrar formas de generación de energía capaces de mover el desarrollo nacional sin comprometer la calidad del ambiente. Parece ser que hemos dejado atrás la discusión acerca de la generación de energía nuclear: los riesgos son mayores que las ventajas, y los beneficios menores que los costos. Ahora la discusión se centra más bien en el sol, el viento, las mareas, la energía geotérmica, y los biocombustibles, incluyendo el metano.
Lo curioso del caso es que parecemos no estar discutiendo cuál de las opciones es mejor para cada región del país, en función de sus características ambientales. Los argumentos giran con más frecuencia acerca de controversias de carácter social: los dueños de la tierra se sienten defraudados por las ofertas de quienes están en condiciones de invertir en la generación de energía, pero no parecen estar dispuestos a negociar demasiado en términos del costo de los terrenos; o bien los residentes locales sienten que no se les toma en consideración, de manera justa, ni en los procesos de toma de decisiones, ni en las prometidas ofertas de empleo.
Todos estamos entonces de acuerdo en que parte del camino a la sustentabilidad atraviesa por la generación de energía a partir de fuentes renovables, pero no logramos generar consensos en cuanto a dónde se establece, qué tipo de infraestructura para la generación y, desde luego, no está claro quiénes se benefician realmente del proceso. Irónicamente, el gran ausente en las discusiones acerca de la generación ambientalmente amigable de energía para el desarrollo, es precisamente el ambiente.
Se ha dicho poco –y lo poco que se ha dicho es vago– acerca del impacto ambiental que ejercerá el establecimiento de infraestructura y equipos para la generación de energía eólica en Yucatán, que hasta hoy aparenta ser la opción más viable, y la que ha despertado más interés por parte de los inversionistas. Para empezar, no están claros los criterios de ordenamiento territorial que determinan la ubicación de los proyectos, más allá de la posibilidad de adquirir tierras suficientes para que resulten rentables. Pero, lo que es peor, tampoco está claro el impacto que la instalación de esta infraestructura significará para la dinámica de los mantos freáticos de la región: instaladas cerca de la costa, las grandes torres que demanda el sistema requerirán cimentarse mediante estructuras de dimensiones muy considerables a profundidades tales que necesariamente interferirán con el libre movimiento del agua del subsuelo. Es difícil predecir con qué consecuencias.
¿Y qué hay de las aves migratorias? ¿Se ha dejado atrás ese tema? ¿Ya no nos interesa? Quizá para muchos resulte irrelevante. Creo que no lo es, y que habría que ponerlo de nuevo sobre la mesa. Así, sin dejar de lado las implicaciones económicas y sociales relacionadas con el cambio de uso del suelo y de los patrones de tenencia de la tierra, y con el empleo, deberíamos traer de nuevo a la mesa de discusión el tema ambiental: ¿dónde quedan los criterios de ordenamiento territorial? ¿Cómo se evalúa el impacto ambiental? ¿Qué medidas de mitigación y compensación, en su caso, se deben exigir a las empresas beneficiadas?, y ¿qué efectos tendrá esta apuesta por las energías alternativas sobre el privilegiado papel que la península juega en el concierto de la distribución de las aves de América?
roblesdeb1@hotmail.com
Mérida, Yucatán
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2016-07-19/Por-Rafael-Robles-de-Benito