Los riñones de los mares
Los riñones de los mares
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Miércoles 8 de febrero, 2017
De controversias constitucionales, manglares, extracción e inclusión
Al ver que persiste la discusión acerca de la procedencia de la controversia constitucional interpuesta por el Ejecutivo federal en un intento por detener los esfuerzos del gobierno de Yucatán por evitar el ingreso indiscriminado de organismos genéticamente modificados a la entidad, me vino a la mente una serie de reflexiones acerca del significado del Pacto Federal, de la soberanía de los estados, y de los efectos que estos acuerdos políticos tienen sobre los procesos de apropiación del paisaje. Estas reflexiones podrían dar lugar a una obra académica de gran aliento, que desde luego no emprenderé, al menos en este espacio.
Lo que sí quisiera compartir con quienes me distinguen con el favor de su atención, y se toman la molestia de echar un ojo a estos párrafos, es una serie de aspectos que considero especialmente relevantes para el caso de Yucatán, y especialmente para sus humedales. Estos ecosistemas, ricos en manglares en el caso de nuestra costa, son – como dijera el director de la Reserva de Los Petenes en Campeche – el “riñón de nuestros mares”, ya que dada la fisiología de los organismos que constituyen su componente biológico, retienen y filtran una cantidad considerable de sustancias generadas por las actividades humanas que, de otra manera, contaminarían las aguas del mar cercanas a la costa.
Pero prestan, además, otros servicios ambientales: proveen un sistema apto para la reproducción y el crecimiento de especies que se convierten en sostén de una parte importante de las actividades pesqueras, tanto comerciales como artesanales y de autoconsumo, que soportan las comunidades que habitan el litoral yucateco. Y también fijan grandes cantidades de carbono, que de otra forma terminarían en la atmósfera, y contribuirían a exacerbar los efectos del cambio climático global (que no, señor Trump, no es un cuento chino). Y encima constituyen una barrera (que no un muro), que abate el impacto de eventos potencialmente catastróficos, como, los huracanes y algunos nortes extraordinarios.
¿A quién le interesa entonces la conservación de estos ecosistemas? Dice la ley que son propiedad de la Nación, que son de interés nacional, y que corresponde al Ejecutivo Federal su salvaguarda. Entonces, las comunidades para las que son parte de SU paisaje, resultan paradójicamente ajenas, de modo que quienes habitan los manglares y hacen uso de sus recursos quedan excluidos de los procesos de toma de decisión acerca de su conservación y su manejo, lo mismo que los gobiernos locales.
Aparte del hecho de que esto parece preparar el terreno para que el gobierno federal se inconforme ante esfuerzos estatales tan valederos y valiosos como las reservas de El Palmar y Bocas de Dzilam, considerándolos como invasiones de sus facultades, genera una circunstancia en la que son muy pocos los incentivos a los residentes locales para cuidar de estas porciones de su paisaje, y estos mismos residentes locales ven su conocimiento del uso y de la conservación de los humedales, no solamente despreciado, sino incluso criminalizado por la autoridad federal.
Las actividades que ponen énfasis en la extracción a cualquier escala, pero en el corto plazo, de los recursos del manglar, y que suelen terminar en su deterioro irreparable, están dominando la aproximación de nuestra sociedad a este ecosistema, que ve cómo poco a poco se reduce su superficie. Antes de que sea demasiado tarde, habremos de encontrar formas de gobernanza incluyentes, que permitan que los habitantes de las comunidades costeras (que son a fin de cuentas quienes construyen el paisaje de los manglares, en un proceso social e histórico de apropiación de recursos y servicios), aprecien el valor real de su patrimonio natural, y participen de manera libre, organizada e informada, no solamente en su cuidado y conservación, sino en su transformación en una riqueza socialmente relevante.
roblesdeb1@hotmail.com
Chetumal, Quintana Roo
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2017-02-08/Los-rinones-de-los-mares