Por una pesca sustentable
Por una pesca sustentable
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Miércoles 19 de octubre, 2016
Hace unos tres años, la Comisión Nacional de Pesca y Acuacultura lanzó una propuesta que parecía, a primera vista, digna de aplauso: se podrían crear áreas protegidas en el mar, bajo la figura de “refugios pesqueros”, de una manera que resultaba atractiva por sencilla y porque podía hacerse “a petición de parte”. Dicho de otra manera, un grupo de pescadores podía solicitar la creación, en un lugar de su elección, de un área donde no se pudiera pescar: un refugio para las especies de vida marina, que al menos en ese volumen del océano quedarían a salvo de las presiones de la actividad pesquera.
En nuestra peninsular región, la propuesta no parece haber sido muy exitosa, al menos entre los pescadores. En la costa de Quintana Roo se establecieron varios refugios, aunque algunos no gozan de muy buena fama entre los residentes locales, ni entre los funcionarios responsables de las áreas protegidas federales, por varias razones: al parecer, no se tomó oportunamente la opinión de quienes se hacen cargo del manejo de las áreas protegidas marinas y costeras de ese estado y, por otra parte, se achaca a intereses de particulares la instalación de algunos de esos refugios, con la finalidad de garantizar, para ellos y sus visitantes, el acceso a los lugares, excluyendo así a los pescadores del sector social.
En el caso de Yucatán, solamente tengo noticia de un intento por establecer un refugio pesquero, en San Felipe. Quizá parte de lo que ha sucedido en este caso es que responde a la vieja idea de que “demasiados cocineros echan a perder la sopa”: participaron en el intento organizaciones no gubernamentales conservacionistas, el Departamento de Ecología Humana de la Unidad Mérida del CINVESTAV, la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos, la autoridad municipal local, las cooperativas pesqueras, mujeres pescadoras organizadas… en fin, cualquier cantidad de actores que respondían a intereses muy dispares.
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
Lo que se olvidó en el proceso fue la idea –quizá una simplificación extrema– de que los refugios pesqueros funcionen como una especie de banca de ahorro: dentro de su polígono, donde no se ejerce esfuerzo pesquero, se concentran individuos adultos y reproductores de las especies de interés comercial, el “capital”. En la medida en que crecen sus poblaciones, los organismos que ya no encuentran alimento y condiciones apropiadas dentro del refugio, saldrán de él, y quedarán – en calidad de “interés” – a merced del esfuerzo pesquero legítimo. Si los pescadores no disponen del capital, tendrán un acceso sustentable a los recursos del mar. Esa. Al menos, es la idea. Pero no convence, y no funciona en la práctica (hasta ahora).
Los diferentes grupos de pescadores de San Felipe esperan de un refugio pesquero cosas muy distintas, que en última instancia implican impedir a otros (tengan o no permisos de pesca) acceder a recursos para los que cada quien quiere tener acceso exclusivo. Quizá esto sea una manera de evadir la tragedia de los comunes: si un recurso no es de propiedad común, sino que tiene dueños que pueden excluir a otros que aspiran al recurso, quizá puedan evitar que éste se agote. Pero esta vía es cualquier cosa menos solidaria y colaborativa, y es causa de conflictos sociales que suelen verse crecer en el seno de comunidades que tuvieron fama de organizadas y apacibles, como San Felipe. La discusión alrededor de lo que significan los refugios pesqueros, para qué sirven y cómo deben operar, está lejos de superarse entre las comunidades pesqueras del estado. Sirva esto como una invitación a reanudarlas, antes de que se agote la riqueza de los mares frente al litoral yucateco.
roblesdeb1@hotmail.com
Mérida, Yucatán
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2016-10-19/Refugios-pesqueros
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