Bacalar: más allá de la confusión
Bacalar: más allá de la confusión
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Miércoles 13 de diciembre, 2017
ANP, una propuesta social
Desde luego, negarse al diálogo forma parte también de un proceso democrático. Sin embargo, casi nunca es la mejor manera de enfrentar una diferencia de opinión, percepción o estrategia. Cuando un grupo de interés se niega rotundamente a escuchar a otro, independientemente de que éste sea una autoridad cuya legitimidad se resiste a reconocer, se niega también a encontrar una solución pacífica, legal, viable, aceptable y sustentable a los problemas que enfrenta. En su apuesta por la sordera elige ignorar razones que, de conocerlas a la luz de la sensatez y la tolerancia, podrían incluso contribuir a satisfacer sus expectativas y deseos. En su apuesta por esa suerte de mutismo que consiste en la obstinada repetición de un par de consignas evita la responsabilidad de reflexionar críticamente acerca de sus posiciones y obliga a su interlocutor a reaccionar sin conocer cabalmente qué razones animan su postura.
Lo anterior parece ser el estado que atañe a la propuesta de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) para establecer un área protegida que incluya la laguna de Bacalar y áreas de sus alrededores, y que abarque incluso la zona arqueológica de Ichkabal. Varios de los ejidos que se sienten afectados por esta propuesta (o, al menos, que se sienten no consultados), así como varios propietarios privados de predios de los alrededores se oponen a la creación del área, alegando que lo que necesitan en realidad es drenaje sanitario y plantas de tratamiento reguladas por un Programa de Ordenamiento Local y un Programa de Desarrollo Urbano.
Lo cierto es que no alcanzo a ver la contradicción entre la satisfacción de sus demandas y el establecimiento de un área protegida. Por el contrario, estoy convencido de que un área protegida haría más robustos los lineamientos establecidos en un programa de ordenamiento y abriría ventanas de oportunidad para obtener el respaldo de la autoridad federal, así como de autoridades locales para emprender proyectos sustentables de apropiación de los recursos naturales del área, incluyendo actividades de turismo de bajo impacto ambiental o el establecimiento de Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (las famosas UMA). No obstante, han dejado claro que no están dispuestos a escuchar razones, discurrir alrededor del tema, trabajar en consensos que contribuyan a generar un proyecto socialmente aceptable, y ambientalmente coherente, que contribuya a conservar el patrimonio natural que sostiene sus actividades y permite la satisfacción de sus ambiciones (legítimas casi todas, dicho sea de paso).
La autoridad federal, que a decir verdad ha dicho muy poco al respecto, tiene aún el recurso de diseñar un polígono de área protegida que no incluya los terrenos correspondientes a los ejidos y propietarios que se niegan a participar en la construcción de un proyecto de conservación, y que interese únicamente al cuerpo lagunar y a los predios propiedad del estado o de quienes están de acuerdo con la existencia de un área destinada a la conservación. Así pues, desde el punto de vista de la protección del principal objeto de conservación de la propuesta: el cuerpo lagunar, no todo está perdido. La operación del área y la garantía de su sustentabilidad se enriquecerían si atravesaran por un diseño más integral, y ecosistémico, que considere las zonas de tierra firme, cuyos procesos (ambientales y sociales) afectan y determinan el funcionamiento de la laguna. Pero se debe trabajar con los márgenes que la circunstancia impone. Lo único inadmisible sería no hacer nada.
Como quiera que sea, en el mejor de los mundos posibles, que no es precisamente el que habitamos actualmente, un área protegida tendría que ser una propuesta social, un espacio de gobernanza donde la apropiación de los recursos y servicios ambientales se lleven a cabo de tal manera que pudieran satisfacer las necesidades legítimas de los residentes locales, colocando siempre por encima la conservación, en el más largo de los plazos, de las condiciones ambientales imperantes y la biodiversidad presente que, en última instancia, son la base natural que hace del entorno una posible fuente de riqueza social. No puedo menos que hacer votos porque las voces de la tolerancia y la paciencia acaben por predominar, que se reanude el diálogo y todos entendamos que construir ciudadanía, fabricar gobernanza y aproximarnos a la sustentabilidad, son tres pilares de convivencia pacífica y de arreglo democrático, que dependen de la continuidad de un diálogo crítico que escuche las razones de los otros.
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2017-12-13/Bacalar–mas-alla-de-la-confusion
Mérida, Yucatán
roblesdeb1@hotmail.com
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