Autos chocolate y contaminación
Autos chocolate y contaminación
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 2 de mayo, 2023
No extraña que se considere un triunfo establecer un proceso que permite regularizar lo ilegal
El chocolate ha sido moneda de cambio, bebida de nobles y cortesanos, agasajo de chicos y grandes, generador de endorfinas; en fin, delicia en pasta, en polvo, en tableta o en jarabe, caliente o frío, dulce o amargo, pero siempre delicia seductora. Esa es la primera razón – aunque no la más importante – para que me resulte enojoso el término de “autos chocolate” con que se designa a los vehículos que muchos compatriotas compran en la frontera con los Estados Unidos y luego de manera más o menos irregular circulan por las calles y carreteras nacionales. Ahora resulta además que es un triunfo del régimen de la Cuarta Transformación el haber abierto la puerta a la regularización de cientos de miles de estos autos.
A estas alturas no extraña que se considere un triunfo haber establecido un proceso que permite regularizar lo ilegal, al son de “no me vengan con que la ley es la ley”. Pero lo que sí no deja de resultar un tanto extraño es que las cosas se hagan de una manera tan superficial, sin considerar las consecuencias que estas acciones puedan tener para otras esferas de la cosa pública.
Seguramente de las filas de los sicofantes de la 4T saldrá la airada acusación de que pienso como un fifí privilegiado, que no se da cuenta de que regularizar esos vehículos favorece a mexicanos que, de otra manera, no podrían contar con un transporte familiar, por lo costoso que son los autos nuevos en el mercado nacional. No dudo que esto sea así en muchos casos. Pero tampoco dudo que esta medida favorezca la introducción al país de autos chatarra que, de otra manera, terminarían prensados en los cementerios de autos allende la frontera, y muchas de sus partes acabarían recicladas. Pensar que parte de estos vehículos, al ser importados ilegalmente a nuestro país acabarán formando parte de las flotillas del crimen organizado resulta una especulación verosímil. Pero bueno, esto es solamente una digresión.
Lo realmente interesante de este asunto tiene que ver con un elemento que suele estar ausente en las políticas públicas propuestas o alentadas por el gran timonel: el medio ambiente. Legal o ilegal, regularizada o no, la importación de autos chocolate significa sacar de las vías de comunicación de los Estados Unidos vehículos con motores de combustión interna no precisamente los más nuevos y, por tanto, menos eficientes y con más emisiones de gases de efecto invernadero y carbono negro. Nos dedicamos entonces a introducir al país máquinas que van alejándonos como nación de las contribuciones voluntariamente determinadas para mitigar el deterioro de la calidad atmosférica.
Por una parte, el Ejecutivo federal asevera su compromiso para enfrentar la crisis climática con determinación y, por otra, aplaude con entusiasmo el triunfo de la regularización de chatarras extranjeras, citando periódicamente el número de autos que reciben la bendición gubernamental para transitar por las calles, avenidas, carreteras y autopistas nacionales. En tanto esto sucede, otros países, como España y otros de la comunidad económica europea y buena parte de las entidades de los Estados Unidos, se han comprometido a evitar totalmente la venta de automotores de combustión interna para el año 2030, y sustituirlos por vehículos de cero emisiones.
Puede resultar discutible la suficiencia o la eficacia de esta medida: los automóviles adquiridos entre el día de hoy y el año 2029 continuarán emitiendo gases a la atmósfera (cada vez más por unidad, en la medida en que envejezcan y se hagan menos eficientes), a menos que esta medida vaya acompañada por un encarecimiento considerable en los pecios de los combustibles fósiles, o de plano la suspensión de la producción de gasolinas derivadas del petróleo. Aunque está claro que es muy poco probable que esto suceda, dado el poder real de las naciones y las compañías petroleras, es una acción que apunta en la dirección correcta, y que nuestro país, al menos en el futuro previsible, apoyará irónicamente adoptando la chatarra que nuestros vecinos del norte desechen.
El caso es que la idea es una muestra más de la incongruencia de las políticas de la cuarta transformación. Lo mismo que, mientras se reducen los presupuestos destinados a la conservación de la cobertura forestal nacional (tarea que sí podría contribuir significativamente a abatir los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero), incrementamos los recursos destinados a adquirir o construir refinerías que incrementen la capacidad nacional para producir energéticos de origen fósil, o aumentamos el gasto dirigido a generar energía eléctrica utilizando combustibles tan ambientalmente lesivos como el combustóleo, todo ello amparado bajo la sombra protectora de un discurso nacionalista francamente anacrónico. Va siendo hora de poner al medio ambiente hasta arriba de nuestra lista de prioridades, y evaluar las políticas públicas en función de su capacidad de generar sustentabilidad.
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/opinion/214251/autos-chocolate-y-contaminacion-legal-ilegal-frontera-coches
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