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Bacalar, otra vez

 

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Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 18 de abril, 2023

Jornada

Los cambios avanzan de manera atropellada por todo el entorno

La Laguna de Bacalar, frecuentemente conocida como la laguna de los siete colores, aunque cambia constantemente con el estado del tiempo, la calidad del agua, la época del año, e incluso la hora del día, y nos ofrece entonces una paleta mucho más amplia, es un humedal de importancia global, a pesar de que hay quienes consideran que reconocerla formal y oficialmente como tal atentaría contra sus intereses, cualesquiera que estos sean. Hoy día es también una maraña de cabos sueltos: esfuerzos truncos por brindar servicios a la población, emprender proyectos comunitarios de desarrollo turístico, y promover estrategias para garantizar la conservación del ecosistema. Por una razón o por otra, se ha optado por mantener una suerte de estatus quo estanco, que no parece tener en consideración el hecho de que los cambios avanzan de manera atropellada por todo el entorno de Bacalar, y no se están tomando las medidas necesarias para que esos cambios no comprometan la calidad del ambiente, y la permanencia de lo que todos consideramos un patrimonio natural invaluable.

Permítanme poner sobre la mesa tres ejemplos que ilustran lo dicho en el párrafo anterior: el elefante blanco en que terminó el ambicioso proyecto de desarrollo turístico ejidal de Uchben Ka, los frustrados esfuerzos por generar un proyecto de conservación y manejo de Bacalar bajo un esquema de área protegida, la comedia de errores en que ha terminado el pequeño Parque Estatal Bacalar. Sin duda, el municipio encara otros problemas, como, el tortuoso proceso de dotación de drenaje sanitario a la cabecera municipal, y la propuesta ignorada de modificar la infraestructura carretera de la región, con miras a restaurar los flujos hídricos originarios, la deforestación, el desarrollo inadecuado e irregular de la comunidad menonita, y el crecimiento desordenado de monocultivos como la piña. Pero, por su relación inmediata con el tema del complejo lagunar y su conservación, me ceñiré en este breve artículo a analizar escuetamente los cinco puntos mencionados.

Conocí el proyecto de Uchben Ka en 2018, y se encontraba en un completo estado de abandono. Nació como un proyecto de desarrollo turístico ejidal, al calor de una administración federal con una disposición un tanto temeraria para subsidiar propuestas de obra ambiciosas, por no decir pretenciosas. Para 2018, las autoridades ejidales habían intentado sin éxito administrar una obra sin haber recibido capacitación alguna previamente, y habían optado por rentar el parador a una empresa privada. Como esta empresa no accedió a otorgar al ejido los ingresos que el comisariado ejidal esperaba, abandonaron el proyecto. Al final del día el magnífico parador de maderas tropicales, cubierto por una monumental palapa de zacate, y las cocinas industriales, y demás instalaciones de que gozaba el parador, fueron abandonadas pro completo. Tengo entendido que el proyecto se ha retomado, pero a decir verdad no cuento con evidencia de ello. Por eso, para mí sigue siendo un buen ejemplo de lo que resulta de una mala planeación y un pero seguimiento: ninguna autoridad, estatal, federal o municipal, jugó papel alguno para poner de pie de nuevo lo que pudo ser una magnífica puerta de acceso a una experiencia ecoturística capaz de promover el entusiasmo por la conservación de Bacalar, y dotar al ejido de ingresos considerables para mejorar la calidad de vida de sus derechosos y familiares.

Otro ejemplo, que también pudo ser un atractivo sitio de acceso a la laguna, es el Parque Estatal Laguna de Bacalar. Esta pequeña área natural protegida, decretada por el gobierno del estado de Quintana Roo en una superficie no mayor de cinco hectáreas, pudo ser la sede de un centro de interpretación de la naturaleza que, dada su ubicación, en plena comunidad de Bacalar, habría acercado a propios y extraños a una visita informada acerca de los recursos naturales de la región, su importancia tanto natural como social y económica, su historia, y los rasgos que, como los famosos estromatolitos, hacen que la laguna resulte de una importancia singular para quienes estamos interesados en la conservación del patrimonio natural nacional. El gobierno del estado, responsable de la conservación y el manejo del área, nunca estuvo dispuesto a asignar un centavo de presupuesto para su administración, y mucho menos para dotarla del equipamiento y el personal necesarios para su operación. El gobierno federal, mientras tanto, al calor de las obras de infraestructura turística asociadas al tren maya, decidió colocar un andador dentro del parque, sin pedir siquiera la opinión de las autoridades locales. Ignoro si ese andador funciona, o si vaya a quedar como otro más de los muchos proyectos de obra pública abandonados, sin encontrar quien los opere.

El tercer ejemplo es la historia de un fracaso que para muchos puede resultar inexplicable: la declaratoria de la laguna de Bacalar y sus alrededores como un área natural protegida. Azuzados por quienes piensan que un área destinada a la conservación es un área destinada al abandono, en la que queda prohibida toda actividad humana, y contagiados por el temor de que, si una autoridad decreta un área como protegida, entonces se prepara para despojar a sus legítimos propietarios, un contingente considerable de los habitantes del municipio de Bacalar se opuso de manera intransigente, y a veces incluso verbalmente violenta (llegaron a amenazar de muerte al entonces secretario de medio ambiente del estado) a que el gobierno federal, o el del estado, establecieran formalmente un proyecto de conservación para el complejo lagunar de Bacalar y sus áreas circundantes.

Ocultos tras estos argumentos, e infundiendo entre los pobladores el temor de que se trataba de una suerte de conspiración de grupos conservacionistas ajenos al estado, amparados por intereses extranjeros y oscuros, para despojar a los residentes locales del territorio y los recursos de Bacalar, quienes lograron evitar los esfuerzos para ordenar el desarrollo del municipio con base en un criterio de conservación del ecosistema y la biodiversidad, son en realidad quienes representan una tendencia desarrollista depredadora, que supone que al tratarse de recursos en propiedad común, quienes tienen mayor capacidad de inversión, tienen también más derecho para transformar el paisaje, deteriorar la calidad ecológica de la región en aras de incrementar sus beneficios económicos, a costa de quienes menos tienen, y a costa de las generaciones futuras. Ojalá se retome esta discusión, y se logren presentar argumentos más convincentes acerca del valor que representa conservar la calidad ambiental de Bacalar. Queda muy poco tiempo para lograrlo.

roblesdeb1@hotmail.com

Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/opinion/213645/bacalar-otra-vez-la-laguna-de-los-siete-colores

 

 

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