Consideraciones adicionales acerca del Tren Maya
Consideraciones adicionales acerca del Tren Maya
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Miércoles 4 de marzo, 2020
Declarar que no se tocará un árbol de la selva, es insultar nuestra inteligencia
Para el Dr. Víctor Manuel Toledo, con afecto
Por ser un tema acerca del cual he escrito algunas notas con cierta frecuencia, y porque lo hemos discutido en más de una ocasión, Alfredo Arellano Guillermo, secretario de Ecología y Medio Ambiente del gobierno del estado de Quintana Roo, me envió el artículo publicado en La Jornada el 25 de febrero de este año, firmado por el titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales bajo el título de “Una Invitación al Análisis sin Diatriba: los negacionistas, los trenes y la 4T”.
Me doy desde luego por invitado, sin ser negacionista, considerando que los trenes pueden ser extraordinarios instrumentos que impulsen y ordenen la inversión, tanto pública como privada, en regiones donde resulta indispensable y quizá hasta urgente, y aferrado a la esperanza de que el éxito de la 4T puede resultar la base que requiere la reconstrucción del país, al que hemos visto descomponerse a lo largo de las últimas décadas.
Tendré que empezar por decir que me resisto a renunciar a mi derecho a la crítica, y que ésta no es diatriba ni insulto. No soy un conservador, pero quizá soy algo fifí. Aunque mi formación es científica, no pertenezco a mafia alguna; y eso sí, no creo que la ciencia deba tomarse unas vacaciones, ni que hacer ciencia en nuestro país deba ser tarea del sector privado, como nos dijo recientemente el señor Romo. Tampoco estoy en contra del desarrollo, ni en contra del Tren Maya.
Dicho esto, la verdad es que sí comparto con muchos colegas, y con actores sociales diversos de sectores y niveles variopintos, una enorme cantidad de dudas e inquietudes que nacen del hecho de que no conocemos nada que se parezca a un proyecto para el Tren Maya, y las respuestas que recibimos a los cuestionamientos no hacen nada más que exacerbar el nerviosismo.
Posibilidad formidable
Veo en la idea del Tren Maya una posibilidad formidable para cambiar de manera radical el rumbo y el ritmo del desarrollo en la región sureste de nuestro país. Esta idea, de concretarse, implica también una modificación importante del paisaje en el territorio regional; es decir, que modificará el ambiente en una región de vital importancia desde el punto de vista de la biodiversidad, la capacidad de generar mecanismos basados en naturaleza para enfrentar la emergencia climática, proteger recursos que aporten a la seguridad alimentaria, y aportar a los residentes locales, al país y a los visitantes extranjeros, servicios ambientales de valor inestimable.
Creo que es importante que el ejecutivo, y especialmente la autoridad ambiental y la entidad responsable del proyecto, reconozcan formal y francamente que la ejecución del proyecto del Tren Maya generará impactos relevantes en los ecosistemas por donde transcurra. Declarar una y otra vez que no se alterará el ambiente, y que no se tocará un árbol de la selva, es insultar nuestra inteligencia.
El impacto ambiental del Tren Maya debe ser escrupulosamente evaluado, con miras a mitigarlo –aún cuando esto signifique modificar su trazo o sus alcances– y en el último de los casos compensarlo fortaleciendo los esfuerzos de restauración de ecosistemas y de conservación.
Para que esto suceda efectivamente, debiera considerarse con seriedad la formulación de una Manifestación de Impacto Ambiental de alcance regional, que permitiera evaluar de manera integral los efectos que el proyecto tendrá sobre los ecosistemas, la biodiversidad y los servicios ambientales. Al decir que debiera ser integral, quisiera dejar sentado que, a mi juicio, partir el proyecto en trozos o fases, y someter algunas de ellas a procedimientos de evaluación del impacto de carácter local, exentando de este proceso a algunas porciones del proyecto, no es la vía más adecuada, ya que impedirá identificar interacciones y sinergias entre las diferentes etapas y tramos evaluados.
También merece la pena insistir en aclarar el hecho de que el proyecto ferroviario es mucho más que un tendido de vías. Pretender que realizarlo donde ya antes pasaba una vía férrea, o en paralelo a una carretera ya existente, es pretender tapar el sol con un dedo: los impactos que generará la construcción de la infraestructura requerida para la operación del proyecto, incluyendo estaciones, centros de población (con servicios para los residentes, desde luego), talleres, patios de maniobras y un largo etcétera de obras sin las que el proyecto resultaría inviable, serán impactos mucho más severos que el mero tendido de vías, aún considerando que se decida colocar durmientes de madera, en un salto al pasado inexplicable.
Respuestas como insultos
Cuando se hace algún cuestionamiento a los promotores del proyecto, particularmente a los representantes de Fonatur, las respuestas lanzadas al vuelo, en ausencia de proyectos concretos y claramente sustentados, parecen, esas sí, insultos a quienes plantean sus dudas.
Para poner solamente un par de ejemplos que demuestran lo dicho, cuando se preguntó a los promotores del proyecto cómo pensaban dotar de agua potable al nuevo centro de población que proponen para Xpujil, en Campeche, que ya ahora sufre problemas severos de abasto del líquido, la respuesta fue que de ser necesario se construiría un acueducto.
No sé si esto es una vacilada, pero me parece más que claro que la solución a la demanda de agua de una comunidad, para resultar sustentable, no se puede reducir a traer agua de otra parte, al costo que sea. Y cuando los meridanos cuestionan la propuesta de ubicar el centro de operaciones del tren en el predio conocido localmente como La Plancha, que fuera otrora estación de ferrocarriles, y que hoy se quisiera ver convertido en parque, la respuesta es que no se preocupen, que puede ser estación y parque al mismo tiempo, como si se tratara del trenecito del Centenario, o de Chapultepec.
Encima, ante el cuestionamiento acerca del impacto urbano que generaría el paso de un tren hasta el centro mismo de la ciudad de Mérida, la respuesta inmediata, sin que haya de por medio estudio alguno, o algo parecido a un análisis medianamente robusto, es que el paso sería subterráneo.
En un terreno cárstico, con un manto freático a unos cuantos metros por debajo de la superficie, sin que se considere el reto de ingeniería, los posibles impactos a la geohidrología local, ni los costos de una obra de esta envergadura. Seamos serios, por favor.
No entraré al terreno de otras dudas que creo no han tenido aún respuestas satisfactorias, como la situación en la que quedarán los ejidatarios que participen de las “fibras” y se conviertan en “socios” del tren (¿qué pasa si deciden dejar de serlo?, ¿lo pierden todo?), o las implicaciones sociales, económicas, políticas y ambientales que generará el desplazamiento de una importante porción de pobladores, provenientes de la misma península o de otras regiones del país hacia comunidades nuevas.
Tampoco quiero entrar en el tema de las consultas a las comunidades indígenas y locales, aunque creo que esto se ha tomado muy a la ligera. El amparo solicitado por residentes de Xpujil –y ganado, al parecer, al menos en términos de una suspensión temporal– es prueba de ello.
Aunque las comunidades de la región son predominantemente mayas, el hecho de pertenecer a una sola etnia no significa que tengan una representación monolítica, ni mucho menos. Tras siglos de opresión, persecuciones, explotación y manipulación y cooptación política, las comunidades mayas de hoy se encuentran divididas, mal representadas, desorganizadas, e incluso desinformadas. Reducir la consulta a la realización de unas cuantas asambleas donde no se puede presentar un proyecto con cierto nivel de detalle, por la simple razón de que aún no existe, no parece ser una vía que responda a los requerimientos mínimos propuestos por la Organización Internacional del Trabajo.
A la luz de lo dicho, reitero mi disposición –que creo que muchos compartimos– para aceptar la invitación que ha hecho el Dr. Toledo. En la península de Yucatán, y en Chiapas, tenemos una importante capacidad técnica, hondo conocimiento de causa, expectativas ponderadas y sensatas, y un definitivo apetito de desarrollo.
Hagan uso de estas capacidades, y en lugar de someterse a la precipitación que exige la demanda de resultados en plazos breves, sentémonos con serenidad a diseñar un tren peninsular que haga sentido desde el punto de vista de la sustentabilidad del desarrollo, las características socio ambientales de la región, y las expectativas peninsulares.
Secretario Toledo, la crítica no es diatriba, y cuestionar no es oponerse. Tiene usted razón al considerar que buena parte de las manifestaciones en contra de la construcción del Tren Maya resultan insultantes, e incluso a veces del todo absurdas; pero lo cierto es que lo mismo puede decirse de muchas respuestas que los promotores del proyecto han dado a quienes externan dudas legítimas. Acerquémonos a plantear el proyecto con respeto al otro, y dando a los saberes locales –que son muchos y muy profundos– el sitio que merecen en la construcción de un proyecto que, en efecto, podría significar un rumbo nuevo para el bienestar de quienes habitamos esta región del país.
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2020-03-03/Consideraciones-adicionales-acerca-del-Tren-Maya
Mérida, Yucatán
roblesdeb1@hotmail.com
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