El absurdo de votar en contra
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 27 de febrero, 2024
Cada vez resulta menos importante determinar qué se propone
A medida que avanza el proceso político y social que conduce a México hacia lo que quizá sea el evento electoral más importante de la historia nacional, la actividad en los medios de información y las redes sociales se va descomponiendo al calor del encono, y generando un ambiente en el que pareciera que de lo que se trata es de determinar que candidata – o candidato – gana, y quien pierde. Cada vez resulta menos importante determinar qué se propone, que modelos de país se confrontan, o qué proyectos se ofrecen para mejorar la situación de un país que se debate en escenarios de una violencia creciente y unos contrastes cada vez más lastimosos. Las campañas se centran en cómo hacer parecer que el otro es peor, de formas cada vez más grotescas y ordinarias. Ya no hay razones, ni argumentos, ni ideología que valga. Solamente quedan el asco, el miedo y el desencanto. Parecen todos empeñados en dejarnos sin algo por qué votar. Todos puestos en lograr que se vote en contra del otro.
En realidad, en cierta forma así resulta más sencillo: no hace falta pensar. Si no pienso, entonces puedo asumir como acto de fe que lo que dice una candidata u otra, o lo que alcanza a decir el único candidato varón, resulta veraz, indiscutible, honesto y sincero. Y entonces, en automático, lo que diga la otra será mendaz, dudoso, deshonesto e hipócrita. Elijo dónde colocar toda la ceguera de mi fe, y listo, voto en contra de lo otro. Aunque no me hayan propuesto nada digno de análisis, más allá de los mantras reiterados que admiten un mensaje en redes, un espacio publicitario en medios, una barda pintada, o un espectacular en carretera. Pero nos debería incomodar no votar por algo, algún proyecto de país, programa de acción para el desarrollo, o colección de políticas públicas capaces de generar bienestar.
Quienes convocaron a la marcha del domingo 18 de febrero invitaron a manifestarse a favor de la democracia. Más allá del contenido del discurso de Lorenzo Córdova (que por cierto fue muy bueno, y no tuvo desperdicio alguno), me quedo con dos señales que aportó el evento. Por una parte, si no te vistes de rosa y vas a la concentración, no eres “demócrata”: hay que votar en tu contra. Por otra, aunque ya nos dijo el gran timonel que la marcha es democracia (y se entiende, por tanto, que acontece gracias a su disposición y permisividad democráticas), quienes acuden a ella y se visten de rosado están manifiestamente en contra del “gran demócrata”; son entonces, antidemocráticos, y hay que votar contra ellos.
Estoy seguro de que dentro de las filas de quienes vimos alguna vez en la 4T una vía posible hacia una transformación positiva de una nación lastimada, aunque no nos hayan gustado las desviaciones autoritarias y el desenfado con que se suelen saltar los límites, procesos y formas que establece el sistema jurídico nacional, ni el desprecio con que se ha tratado a los organismos ciudadanos que garantizan precisamente la vida democrática, muchos estaremos de acuerdo con lo dicho por Lorenzo en su intervención dominical. Y muchos sentirán que deben ocultar tímidamente este acuerdo, temerosos de que se les tilde de haber traicionado a la causa, o quizá incluso convencidos de que respaldar una opinión que no coincida a la letra con los mantras de las mañaneras es una traición al proyecto del gran timonel y su esbelta contramaestre. No lo creo así. Se puede ser crítico, y leal.
Una parte nada desdeñable del problema que se nos presenta a partir de la marcha rosada es que, mientras que la mayoría de quienes asistieron está convencida de que defiende una idea cabal de democracia, y un modelo de país en el que imperen el derecho, la equidad y la justicia, entre sus filas se agazapan quienes durante décadas tranzaron, compraron votos, desviaron recursos públicos para engordar sus institutos políticos (o sus bolsillos, directamente), y persiguieron y espiaron a sus opositores, en aras de mantener el poder bajo su control exclusivo. Los que ahora dicen representar la 4T, y responden sin titubeo a la más velada sugerencia del gran timonel, parecen estar dispuestos a seguir ese mismo camino, empeñados en convencer al pueblo bueno y sabio de que son los únicos que pueden hablar en nombre del espíritu democrático, la libertad, la justicia y la honestidad, y, por tanto, están moralmente autorizados para guiar los destinos de la nación. Nos dicen un día sí y otro también que no nos distraigamos, que no escuchemos a los diversos, que solamente su voz es veraz.
Así las cosas, no parece haber algo por que votar. Solamente razones para votar en contra. En contra de unos… y de otros, sin propuesta, sin rumbo y sin futuro. Votar en contra no nos ayuda a tener un proyecto viable de país, pero no votar, o invalidar el voto, tampoco es una opción útil. Los partidos y los políticos profesionales se han apropiado de la democracia. Al promover solamente el voto en contra del Otro, han dejado a la ciudadanía sin la posibilidad de participar de la construcción – en democracia – un proyecto nacional. Claudia, Xóchitl, o Jorge, ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿qué estaremos eligiendo? Mientras tanto, la figura ominosa de un ejército multifacético, que crece, se empodera y se hace omnipresente, se va cerniendo sobre México.
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/opinion/227794/el-absurdo-de-votar-en-contra-2-de-junio-elecciones-presidente-mexico-morena
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