¿Gasolina amigable con el ambiente?
¿Gasolina amigable con el ambiente?
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Jueves 6 de febrero, 2020
Pemex dice que sus gasolinas son «ambientalmente amigables»
Hace unas semanas, Pemex lanzó una simpática campaña de comunicación social en la que, en el ánimo de fortalecer la aspiración nacional a la soberanía energética, aplaude sus productos. Al hacerlo, Pemex cae en lo que a mi entender resulta un franco exceso: dice que sus gasolinas son “ambientalmente amigables”, cosa que entre otras cosas ha inspirado estos párrafos. Dejo de lado por ahora un punto del que ya he hablado en otras oportunidades, esto es, que ahora no haré más que mencionar de paso la ironía de que nuestro país, signatario del acuerdo de París, y por tanto comprometido en abatir sus emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera en cuando menos 22 por ciento antes del año 2030, ha decidido orientar sus esfuerzos de generación de energía a la extracción y consumo de combustibles fósiles.
La gasolina, huelga decirlo, deriva del petróleo, y su combustión genera, por donde quiera que se le vea, gases de efecto invernadero, particularmente bióxido de carbono. No entiendo por dónde o de qué manera se hace verdad el aserto de que esto puede ser ambientalmente amigable, o de que el uso de las gasolinas de Pemex disminuye las emisiones. Mayor consumo de gasolina equivale a una mayor contribución a las condiciones que hoy tienen al mundo sumido en una cada vez más grave emergencia climática. Pero este dislate de las gasolinas amigables no hace más que sumarse a un proceso creciente de desinformación y confusión al que parece que estamos condenados en el México actual.
Así, se nos dice que un proyecto de la envergadura del Tren Maya no va a significar ningún impacto ambiental relevante, a la vez que se nos informa que, para que entre a la ciudad de Mérida, se construirá un túnel de varios kilómetros, en un substrato calizo que aloja a unos ocho o diez metros de profundidad un manto freático (bastante contaminado, por cierto), que ese mismo tren contará con una estación en un sitio que había sido propuesto por los residentes locales como área verde, pero ya nos explicaron que no importa, porque puede ser parque y estación de trenes al mismo tiempo.
Pero aquí no terminan los temas que generan confusión, y desencadenan debates y preocupaciones donde quizá no debíamos tenerlos. Ahí está, por ejemplo, el tema de Sembrando Vida, proyecto que se nos presentó como la oportunidad para estimular el desarrollo rural del trópico mexicano, a la vez que contribuía a la restauración de sus selvas degradadas. Hoy parece que las cosas no marchan tan bien como se esperaban.
Curva de aprendizaje
Dice la secretaria que ha sido un asunto de “curva de aprendizaje”, paro uno no puede sino preguntarse si han revisado bien los números, y las características ecológicas de las porciones de paisaje que desean convertir a una suerte de desarrollo rural sustentable. ¿Hay suficientes ejidos y ejidatarios con el perfil requerido por el programa para alcanzar las metas que se han propuesto? Parece que no, pero quizá tienen otros datos, ¿Es el ejército el actor apropiado para producir las plantas que el programa demanda, en la cantidad y calidad requeridas y en los tiempos adecuados? Los resultados obtenidos hasta la fecha parecen decirnos otras cosas. El ejército, con todas sus virtudes y su condición de pueblo uniformado, no tiene la capacidad técnica, ni la función expresa, para producir plantas con la cantidad y, sobre todo, con la diversidad requerida para alimentar un programa que supuestamente debe contribuir a la restauración de la estructura y la función de las deterioradas selvas del trópico nacional.
Tampoco puede entenderse bien a bien por qué se renuncia a la capacidad del estado para vigilar y sancionar las violaciones a las leyes ambientales. Una Profepa cada vez más débil y más inmóvil no puede contribuir a impedir que continúe impune el deliberado deterioro de los ecosistemas nacionales, y su debilidad no puede sino leerse como una parte de la explicación del por qué es tan frecuente que en nuestro país continúen muriendo a manos de criminales ciudadanos valerosos que tratan de llenar el vacío de autoridad ofreciendo su esfuerzo –y su vida– para cuidar del patrimonio natural de la Nación.
Podría seguir sumando párrafos a esta retahíla de dudas e inquietudes y quedar cada vez más lejos de mi premisa inicial; es decir, que las gasolinas de Pemex no resultan precisamente amigables con el medio ambiente. Pero creo que con lo dicho es suficiente para respaldar lo que pretendo como el tema central de esta contribución: la actual administración federal no cuenta con una política ambiental consistente y robusta. Ha desdeñado los avances alcanzados por la sociedad mexicana en las últimas décadas, y parece despreciar los compromisos contraídos por el estado mexicano ante la comunidad global para contribuir a encarar lo que se presenta cada vez con más claridad como el reto central para la humanidad: no solamente mitigar los efectos del cambio climático global y adaptarse a vivir en los escenarios que este ofrece y ofrecerá en el futuro, sino contribuir a mantener en el planeta las bases naturales necesarias para garantizar a las generaciones futuras un mundo capaz de sostener una vida humana de calidad.
Ante este panorama, debía quedar en manos de los gobiernos estatales la construcción de políticas públicas ambientales, que permitieran avanzar en el entramado de un desarrollo que pueda considerarse sustentable. Sin embargo, creo que estamos muy lejos de lograr que esto suceda, aún teniendo en consideración que varias administraciones estatales (como las tres de la península) han formulado compromisos formales en diversos colectivos multinacionales, como el grupo de gobernadores por el clima y los bosques, la declaración de Nueva York por los bosques, la recientemente presentada declaratoria de Santa Fe (que se hizo pública en Madrid, durante la COP 25), o el Memorándum de Entendimiento coloquialmente conocido como Under 2. Como se ve, somos buenísimos para firmar compromisos y declaraciones colectivas, pero parece que estamos lejos de ser capaces de cumplirlos. Al parecer, seguiremos conformes con la idea de que basta decirnos comprometidos, y suponer que con ponerle a la gasolina el apellido de “ambientalmente amigable” estaremos en vías de alcanzar la sustentabilidad de nuestro desarrollo. De buenas intenciones está sembrado el camino del infierno.
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2020-02-06/–Gasolina-amigable-con-el-ambiente-
Mérida, Yucatán
roblesdeb1@hotmail.com
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